Johnny Depp les da descanso a los bufones

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Por Rodrigo Islas Brito

Johnny Depp se demuestra a sí mismo y de paso a todos lo demás que todavía puede interpretar otra cosa que no sea un payaso con vestimenta extravagante en Pacto Criminal (Black Mass), el recuento de la historia de amor entre el FBI y despiadado gangster bostoniano Whitney Bulger, quien en sus ojos azules y calva de autopista al infierno , guarda la verdadera filosofía del sueño americano: como sea, donde sea, al precio que sea.

El Bulger de Depp es un tipo sin piedad que gusta de estrecharle el cuello a sus víctimas a la segunda provocación. Un tipo maquiavélico y con la identidad de una ambición desorbitada y criminal.

El director Scott Cooper (Loco corazón, Out of the Furnace) da buena pautas de este crónico y degenerativo comportamiento concatenando alrededor de Bulger una variopinto escenario de matones brutales pero leales, de madres rebeldes pero abnegadas, de políticos populares pero muy obscuros, y un agente del FBI llamado John Connolly (un Joel Edgerton desbordante que no se queda a la saga de la interpretación de Depp) que lleva hasta sus últimas consecuencias el termino de testigo protegido.

Cooper es deudor en este pacto criminal de mucho del cine de Martin Scorsese, pero se las arregla para no ser un ladrón. Crea su propio universo apoyándose incluso un poco en el entorno meditabundo y elegiaco del Río Místico, de Clint Eastwood, en su descripción de una comunidad que subsiste en el rumor de su infierno chico en su pueblo grande.

También hay cosas de una de las mejores películas de Depp, Donnie Brasco (Mike Newell, 1997) en su recuento de códigos de conducta entre soldados mafiosos, en los que el asesinato puede venir hasta en el momento más ameno y fraternal, y un chaleco antibalas no es necesariamente sinónimo de poder contarla al día siguiente.

Pues al igual que la cinta de Newell, Black Mass está basado en una historia real con reportes de que el verdadero Whitney Bulger le ha mandado un mensaje a Depp desde la cárcel diciéndole que si no puede dejar de actuar siempre como una variación del Sombrerero de Alicia en el país de las maravillas.

El real Bulger exagera, Depp está en su elemento interpretándolo. Y en esta ocasión, Eduardo Manos de Tijera, por primera vez en más de diez años, se ha caracterizado para otra cosa que no sea la de interpretar a un bufón.

Es justo brindar por eso.