Fogonero: Un dinosaurio que no necesitó disfraz

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Por Rodrigo Islas Brito

Un ruco de ochenta años que ha venido haciendo voz de pito y vendiendo dulces y juguetes durante los últimos 47 años, disfrazado de niño con shortcillo rabón y ridículo, perpetuando el centralismo chilango con términos absolutistas por decreto como “los cuates de provincia, finalmente lo retira la misma televisora que creara a esperpentos, del tipo Roberto Gómez Bolaños, Raúl Velasco y Jacobo Zabludovsky (de los cuales Chabelo era el último y canceroso sobreviviente de esa mentira bautizada como la Gran Familia Mexicana),y la gente le llora , o por lo menos dice que le va a extrañar.

Como si fuera el último asidero a ese México que sólo existió en las telenovelas de Televisa. Tal vez no tarden en pedir a un nuevo niño ruco para sus mañanas de domingo, que los vuelva a hacer sentir seguros en ese alivio de tener realmente nada.

Xavier López se va y deja un mensaje donde anuncia que va a regresar. Cosa que a sus ochenta años se antoja a lo menos complicado. Pero lo dice porque sabe que el pueblo lo ama, o al menos está acostumbrado a él.

A sus muebles Troncoso, a sus catafixias con padres y niños que no se querían llevar sus regalos y lo apostaban todo por una cortina donde detrás había una vela. Al señor Aguilera, al sonsonete de casi cincuenta años de lo mismo y de tener ganas de más.

¿Sus fanses se da cuenta de que probablemente no haya muchos mexicanos vivos que recuerden una vida sin Chabelo? Que hayan tenido en sus recuerdos otra cosa que no haya sido una televisión que solo haya querido venderles, enjaretarles o imponerles un producto basado en falacias.

¿Eso es hermoso? ¿Entrañable? O más bien ¿es patético?

¿Por qué lo extrañaría la gente? , ¿Por qué medio en broma, medio en serio se montó un esfuerzo de cientos de firmas que pedían que no se fuera?

¿Sería esas mismas firmas algunas de las que trajeron de regreso al PRI, esas que nunca lo dejaron morir, y que ni siquiera le permitieron estar cerca de ello, a pesar de subsistir en un país hipócrita que lo negó para negarse a sí mismo ?

¿Esas firmas acostumbradas a la costumbre de no hacer nada, de no pensar en nada, de no soñar en nada?

De sólo cumplir con rituales cuyas limitadas exigencias están en votar por quien te digan tus jefes que votes, de alinearte con las cosas que los demás te digan que te alinees, y de prender la televisión todos los domingos para compartir todas tus mañanas familiares con un dinosaurio que ni siquiera necesitó disfrazarse.

Tal vez sea ese mismo México capaz de tener al aire un comercial de Coca Cola con chicas y chicos bonitos yendo a una comunidad de la sierra oaxaqueña a plantar un árbol de cocas.

Con una empresa voraz por explotar remotos mantos acuíferos que inmortalicen aún más su producto dador de diabetes y billetes verdes.

Este México de la tierna voz que encapsula y explota cualquier cosa que suene a salirse con la suya.