El fuelle grande de Daniel Martínez

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Por Rodrigo Islas Brito

Con casi 25 años como actor, Daniel Martínez mira al cine mexicano de hoy en día como un cine más plural, como una industria que está creciendo pero que todavía necesita consolidarse más.

“Cuando empecé a hacer cine había cuatro o cinco cineastas y todos repetían el mismo elenco. Desafortunadamente hoy los caminos de distribución y exhibición no responden a la cantidad de películas que se están haciendo”.

Martínez ve muy bien los actuales incentivos para el cine mexicano, como la ley 189 antes 226 con la que se están filmando más películas, pero detecta un detalle.

“Se están haciendo muchas películas tratando de emular el estilo de producción gringa con actores que no sostienen toda una ficción pero que los productores piensan que va a hacer un gancho de taquilla y no necesariamente lo son”

“También está el otro espectro, el de las películas mexicanas donde no pasa nada y todo es cámara en mano. Algunas de ellas se salvan pero muchas otras no”.

Daniel Martínez estuvo en Oaxaca, el grupo Cuauhpanco lo trajo a dar taller de combate escénico, disciplina que el histrión aprendió en Inglaterra y desarrolló al formar parte de un grupo de esgrima de una universidad de Estados Unidos

“Regresé a México en 1992, donde continúe practicando esgrima y estuve punto de dejar la carrera de actor”.

El hecho de que muchas obras clásicas requieren pleitos con espadas, con Daniel como alguien capaz de saber manejar armas, lo llevó a dar clases en el Centro Universitario de Teatro (CUT) de la UNAM .

A su taller de Oaxaca, Martínez lo califica como “una experiencia muy divertida”, con 16 alumnos muy jóvenes y entusiastas aprendiendo la técnica de la espada y de la daga.

La ya dilatada carrera del histrión comienza en la primera mitad de los noventas, donde llegó a intervenir en varias telenovelas en inglés que Televisa hacia para el mercado norteamericano producidas por Carlos Sotomayor, quien lo llamó para su primer papel importante, el de un tipo bonachón al que se la pasan poniéndole cuatros en No tengo madre (1996), telenovela con la que el comediante Eugenio Derbez pretendía hacer una sátira de un género que en si mismo ya podría ser una sátira, como lo es el de la telenovela.

“Fue muy divertido, desafortunadamente a los cincuenta capítulos nos sacaron del aire. Lo que Eugenio toca se convierte en oro, salvo este proyecto. No tuvo los ratings esperados, la gente que veía a Derbez en ese momento no era necesariamente, la gente veía las telenovelas. No entendieron el concepto, además creo que eran demasiados chistes”.

Después vino Demasiado corazón, donde interpretó al Capitán Escurdia, un militar decente que entraba en conflicto antagónico con el Alfonso Carbajal del ya nominado al Oscar, Demián Bichir.

“Representaba un poco los ideales del productor Epigmenio Ibarra, en el sentido de que México no se vende y todos lo vamos a defender. Fue muy interesante”.

“Era una época padre donde la televisión abierta apenas realmente se estaba abriendo, era el tercer proyecto de TV Azteca con Argos. Había un optimismo y esperanza de que se iba a cambiar verdaderamente la televisión”.

“Que se haría una televisión más inteligente con la capacidad de poder hacer razonar al espectador, no nada más venderle el mismo melodrama de siempre tipo Televisa”.

“Con un elenco fenomenal, Damián Alcázar, Roberto Sosa, Jesús Ochoa, Fernando Becerril, Álvaro Guerrero, Daniel Giménez Cacho, Gabriela Roel. Yo me sentía muy honrado de formar parte de el”.

“Fue una gran experiencia, aunque como actor siento que hice a mi personaje demasiado rígido. Rigidez de la que ya no me pude salir”.

Siempre autocrítico, Martínez habla sobre el actual escenario de TV Azteca, en donde el optimismo de 1997 se ve hoy sustituido por una fuerte quiebra económica en las finanzas de las antes prometedora televisora.

“No se bien que este pasando ahí. Hace dos años que no trabajo con ellos. Me da tristeza que la ya gran parte de su barra de telenovelas sean ya extranjeras y no mexicanas”.

“Ha habido una proliferación de canales como Sony, HBO, que están haciendo series. Lo cual responde a una mutación natural. Azteca está empezando a hacer series y ojalá les funcione”.

“Espero que retomen las telenovelas, porque de repente no las hacían tan mal. Y es una fuente de trabajo muy importante para nosotros los actores”.

Para el entrevistado las series norteamericanas pueden llegar a ser mucho mas audaces que el mismo cine norteamericano, que sigue una formula ya vista mil veces .

“Donde ya viste una comedia romántica y ya sabes como son todas las comedias románticas, dónde ya viste una cinta de acción y ya sabes que en el minuto veinte va a explotar algo y al cuarenta va a explotar al doble”.

Daniel considera que, las series que se están haciendo en México (El Señor Ávila, El Dandy, donde Martínez tuvo una participación ) tienen valores de producción muchos más altos que las telenovelas, con esquemas que se asemejan al cine.

“Hay propuestas totalmente mexicanas, y otras que no lo son tanto. En ese sentido hay una pluralización de la producción”.

Sobre telenovelas de narcotraficantes, que agarran a narcos como protagonistas y desarrollan ciento veinte capítulos con ellos, y que hoy parecen cundir por toda Latinoamerica, el histrión considera:

“Tengo sentimientos encontrados. No se, no las he visto, Vi un capítulo de La Reina del Sur y otro de El señor de los Cielos, con Rafa Amaya, donde a veces todo es tan bonito que hasta te gusta lo que estamos viendo”.

“Por un lado es trabajo para los actores y por otro responde a los mitos de personajes que son más grandes que la vida. Lo peligroso es lo que pasa con los narcocorridos, que se venga a engrandecer y mitificar a gente que no necesariamente se merece ese estatus”.

“Tomando en cuenta la seriedad de todo lo que está pasando en el país, donde la violencia del crimen organizado nos rebasa todos los días. Dónde en la telenovela ves que el Señor de los Cielos hace barbaridades, pero que también a larga no deja de ser Rafa Amaya, que no deja de ser un tipo carismático y súper guapo que tiene su cierto grado de heroísmo y no deja de salir muy bien parado de todo lo que hace”.

De sus películas, entre las cuales su dominio del inglés lo llevó a trabajar con gente como Angelina Jolie o Kiefer Sutherland, Martínez recuerda Demasiado Amor (2002) de Ernesto Rimoch.

“Fue muy importante porque fue la primera película mexicana dónde tuve un personaje significativo. Por aquel entonces la serie Una familia con ángel me había dado mucha proyección y me dio a ganar mucho dinero. Pero fue como una lápida durante cuatro o cinco años, me encasillaron en la imagen del Nano Fine de la tele”.

Daniel también recuerda como una experiencia importante, Carambola  su primer protagónico, dirigida por Kurt Hollander, un gringo escritor intelectual que se hizo antrero en la Colonia Condesa, se volvió millonario y pagó su película el solo con sus ganancias. ”La filmamos cuatros semanas en un billar que era de su propiedad”.

De cintas comerciales como Corazón de Melón y Amor extremo, que no les fue bien ni con la crítica ni con el público, Martínez no se arrepiente y asegura que fueron cintas que hizo con mucho amor.

Todo el recuento es pretexto para llegar a su personaje hasta ahora más alabado por la crítica Chicogrande (2010), cinta que sobre un dorado suicida de un prófugo y herido Pancho Villa, interpretado por Damián Alcazar, hiciera el monumental cineasta mexicano Felipe Cazals en un proyecto que llevó casi treinta años cristalizar.

“Llegue a Butch Fenton porque me tocaba”, considera Daniel recordando que antes había quedado en una cinta de Cazals, Tierra blanca, cuya filmación se terminó cayendo.

“En Chicogrande, Cazals me manda un párrafo, lo hago y me cita. Llegó tarde a la cita y me vuelve a citar al día siguiente para decirme que me estaba ofreciendo un personaje episódico”.

“Lo acepté y me quede a platicar con él. Yo tenía la idea de este personaje tiránico, pero no, ese día estaba muy afable, amable. Le comenté que por mi inglés yo había hecho la primera parte de mi carrera en películas y programas en ese idioma”.

“Me dijo que estaba buscando un personaje que hablaba inglés, mucho más grande que el que me estaba ofreciendo. Le pedí hacer una prueba. Me respondió que lo iba a pensar”.

“La prueba llegó con Tony Dalton, cuyo personaje terminó siendo interpretado por Juan Manuel Bernal. Cazals no dijo nada, empezó a hablar de fechas, ¿Qué quiere decir esto maestro, que ya me quedé? Si, si estás dispuesto al reto”.

Y Daniel Martínez lo estuvo, trabajando su papel de militar gringo rígido, ojete y despiadado, través de un estudio del léxico y los gestos del ex presidente norteamericano George W. Bush.

“Hay algo con lo que te identificas con el personaje, aunque no tenga nada que ver contigo. Hay algo que te llama. Estuve estudiando mucho la manera de hablar de Bush, con su dejo tejano”.

“Concebí a Fenton como un personaje aspiracional, de un extracto social bajo, resentido, que se pule e West Point. También me puse a ver varios westerns que Cazals me recomendó”.

“Una de las cosas de mi chamba que me encanta es la actividad periodística que tienes que hacer para llegar a un personaje. Investigué mucho sobre la caballería y lo que significó la expedición punitiva a México, donde la excusa era buscar a Villa pero el verdadero propósito era probar armamento para la Primera Guerra Mundial “

“Llevaron aviones, tanques y fue la última vez que la caballería estadounidense actuó como tal, montada a caballo. Conseguí un libro de un oficial gringo que participó en la expedición y decía que se estaban adentrando a un país sucio y bárbaro. Con este desdén y racismo fui armando mi personaje”

De Damián Alcázar, Daniel recuerda que fue un gran mentor durante el rodaje, y del autor de Canoa y Las Poquianchis, el histrión comenta que al principio del rodaje no le hablaba mucho.

“Lo que me sacaba mucho de onda porque yo pensé que Cazal y yo éramos amigos. Pero el estaba como provocándome. Me pase las primeras dos semanas enojado y sin hablar con nadie. Ya después nos relajamos los dos”

“Con Felipe tú tienes que llegar muy bien preparado, si se te olvida un texto espérate un grito. Me gritó un par de veces por una cuestión del caballo y yo le grité de regreso. Mi caballo fue una pesadilla, era un caballo de salto holandés enorme que me hizo padecer bastante”.

“Para las persecuciones era una maravilla porque no me alcanzaba nadie, era una sensación increíble. Pero para llegar a marcas y decir mi texto era una pesadilla porque se ponía muy nervioso y lo tenían que agarrar. Cazals no me dejaba bajarme ni para ir a comer, me traía en chinga con lo del caballo”.

“En la escena final donde los gringos estamos dejando el pueblo y Fenton aparece trasquilado y humillado, y que hay una despedida de una banda, el puto caballo empezó a bailar y yo estaba de que, por favor, que no lo vea Cazals, que no lo vea Cazals, pero el cielo no me escuchó, lo siguiente que oí fue un ¡Corte, Daniel, tu caballo está bailando!”.

Hoy Daniel cuenta que este año se estrenan La mina, una cinta de horror que lleva Videocine, donde tiene un papel que afirma no haber hecho antes y del que no quiere platicar mucho, y Yo no soy guerrillero, de Sergio Sánchez Suarez, que versa sobre unos chavos fresas que secuestran un avión donde viaja un político presidenciable para rescatar a unos amigos que fueron levantados.

“Es una comedia de errores que tiene lugar en un país plagado de más errores”

En contraste, lo que viene para la carrera de Daniel Martínez, quien considera al teatro como otra de sus grandes pasiones, seguramente estará muy lejos de ser un error.