Fogonero: Hasta en el veneno hay opciones

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Por Rodrigo Islas Brito

No envidió a la gente que va a ir a una urna a depositar su voto este cinco de julio, no la envidió de verdad. Tampoco la compadezco, es peor quedarse en casa. Por mi parte supongo que estaré cubriendo como reportero el proceso electoral ese domingo.

Nunca me he preocupado por cambiar la dirección de mi credencial de elector, que sigue mostrando una calle de Tlaxcala en su portada, y no lo he hecho un mucho por la hueva del trámite, y otro mucho por la hueva del otro tramite.

Ese de fingir que creo que la propuesta mesiánica y harto mentirosa de un candidato de cualquier partido me convence hasta el punto de formarme para tachar su nombre y depositarlo en una urna.

La última vez que hice algo así significó cuatro horas de estar formado en una casilla especial de la ciudad de Oaxaca, bajo un sol inclemente y armarle bronca a tres pelados que a la de a huevo querían colarse en la cola por sus puras pistolas, ante la abnegación de un grupo de electores que veían con coraje (pero con ese temor de quien no quiere meterse en problemas) como estos tres sujetos se cagaban en su cara sobre valor de su tiempo y de sus caras quemadas por la despiadada radiación solar.

Por lo que yo solito tuve que aventarme el tiro y denunciar a gritos la injusticia ante el sorprendido rostro de una chica funcionaria de casilla que iba por la cola dando números en papelitos para alcanzar voto, previendo que la kilométrica cola no terminaba, y las boletas electorales estaba ya a punto de terminarse.

Los tres chavos, de entre 25 y 30 años me vieron con cara de que no me iban a olvidar. Cuando finalmente logre votar por segunda vez por Andrés Manuel López Obrador para presidente de la República (cosa que no volvería a hacer ni aunque fuera el único en la boleta) y salí a la calle con mi pulgar ennegrecido, busque a los tres chavos y los vi a los lejos en los últimos lugares de la fila, con cara de que si me veían, no iban precisamente a invitarme un café.

“Han de ser priistas”, pensé en mi ingenuidad de que solo los priistas eran los malos, y los demás eran los más o menos buenos. Hoy, después de Ayotzinapa, del Peje imponiendo en Oaxaca un candidato a la gubernatura de sus confianzas, con una acusación detrás de un desfalco a las arcas públicas de 34 millones de pesos, ya no estoy tan seguro.

Hoy, con las candidaturas ciudadanas todavía en fase de experimento, me parece que todo, en realidad todo, esta jodido. Y no es una cuestión de dejarse caer, o de pensar lo que le conviene al sistema. No, es ya la realidad lo que permea en mí, la certeza. La cual se vio más que incrementada y certificada durante el último debate de candidatos a la gubernatura, donde los aspirantes a no sé qué, se pusieron a echar competencias de quien tenía el mayor número de riqueza inexplicable posible.

O quien tenía más cuentas fraudulentas, o más propiedades privadas millonarias que en nada tenían que ver con ingresos personales declarados, o a quien los estaba investigando el FBI, O quien había metido al servicio público a la mayor cantidad de cuates posibles, o quien era compadre de quien, o quien poseía el record de la incongruencia y la ausencia del mas mínimo decoro.

No sé quién haya ganado esa carrera de los candidatos, pero al final lo que si se es que todos perdimos la mínima esperanza de que la cosa estuviera un poco diferente a como todos hoy básicamente reconocemos que está.

No envidió a la gente que va a emitir su voto en Oaxaca en menos de diez días, y no habló de aquellas empleadas y empleados del voto duro y acarreado, ni de aquellos que ya calcularon que de acuerdo a la despensa va el compromiso, ni de aquellos que ya se vieron con su puestazo, su sueldazo y bien trepados en un carro completo y corruptibilidad supersónica.

No hablo de los cínicos, de aquellos que ven a la política oaxaqueña y mexicana como su propia y personal tierra de las oportunidades, en la que son capaces de empezar como sea, ya sea como porristas y promotores de candidatos guapos y desmemoriados, que como suplentes de lo quien sea, de lo que sea, y de la hora a la que haya que entrarle.

En la que un día serán capaces de utilizar todos los discursos posibles, y si ya no hay, inventárselos para salir en la foto, para no vivir fuera del presupuesto y en el error, para ser alguien en un mundo de infierno en el que ya nadie es nadie.

No, yo hablo de aquellas y aquellos que hoy analizan opciones, que las sopesan, que las creen a medias, o prefieren tragárselas completas. Yo hablo de aquellos que ven en esta mentira de democracia mexicana todavía un camino para que la cosa mejore, para que todo deje pudrirse a ritmos tan atragantados.

Hablo de los que acudirán a la casilla electoral con la esperanza de que su voz, su voto , hará que la cosa más o menos cambie, que se mueva y que apunte en direcciones menos condenadas , menos sangrientas , menos corruptas, menos falaces

A esa gente va mi reconocimiento.