DETRÁS DE LA NOTICIA: Conspiración del silencio  y los comunistas católicos

0
157

 

Alfredo Martínez de Aguilar.

¿Por qué, a partir de Luis Echeverría Álvarez los desgobiernos priistas y panistas han fracasado reiteradamente al enfrentar a los partidos y organizaciones comunistas, públicas y clandestinas?

Porque no obstante ser cómplices del imperialismo yanqui, también lo han sido de la izquierda, al cederles posiciones en el gobierno. Echeverría fue agente de la CIA con clave Litempo 2.

La ignorancia garrafal de los gabinetes legales, especialmente de los responsables del área de seguridad nacional, impide enfrentar de manera eficaz y eficiente los planes y actos subversivos.

De gran ayuda sería que leyeran la profética actualidad de la Encíclica “Divini Redemptoris” -Sobre el comunismo ateo”, del Papa Pío XI. Sin lugar a dudas uno de los documentos pontificios más importantes del siglo XX.

Si las enseñanzas de esta Encíclica, escrita en 1937, cuyo 79 aniversario se conmemoró el pasado 19 de marzo, hubiesen sido plenamente atendidas por altos dirigentes occidentales, civiles e inclusive eclesiásticos, seguramente el comunismo no hubiera podido expandir sus errores por el mundo; millones de vidas humanas habrían sido salvadas; y México y la propia Oaxaca no habría sufrido la tragedia en la que está inmersa.

Basta analizar las principales tesis de dicha Encíclica sobre las metas y métodos comunistas, inclusive, sobre la infiltración en los medios sociales y de comunicación católicos, así como la conspiración del silencio de ambos sectores para percibir su impresionante y profética actualidad para el caso mexicano y oaxaqueño.

A quienes lo dudan por ingenuidad, escepticismo o abierta complicidad, ahí está en la Comisión Nacional de Mediación (Conamed) entre la CNTE y la Secretaría de Gobernación la participación de Miguel Álvarez Gándara, presidente de Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz), mediador entre el gobierno y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Enrique González Ruiz.  Académico e integrante de la Comisión de Intermediación para el Diálogo entre el gobierno federal y el EPR. Jorge Fernández Souza, magistrado del Tribunal Contencioso Administrativo de la Ciudad de México y miembro de Servicios y Asesoría para la Paz. Serapaz, fue el instrumento del obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, para coberturar al EZLN.

Dolores González Saravia. Coordinadora de Procesos de Transformación Positiva de Conflictos de Serapaz. Pablo Romo Cedano. Fundador del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria y miembro de Serapaz.

Y Gilberto López y Rivas, exasesor en los diálogos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno federal y mediador entre el gobierno federal y el EPR.

El comunismo, asevera Pió XI, es un “satánico azote”, cuyo objetivo es “derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana” , constituyendo “una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que anteriormente ha padecido el mundo”.

Más aún. Según ese gran Pontífice, históricamente no sólo son inéditas la radicalidad de las metas y la crueldad de los métodos revolucionarios, sino también la profundidad maquiavélica de la estrategia internacional utilizada: “Por primera vez en la Historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo los seres humanos”.

“Frente a esta amenaza, la Iglesia Católica no podía callar, y no calló”, continúa Pío XI. En efecto, en cinco importantes Encíclicas anteriores, así como en numerosas alocuciones, mensajes y audiencias el Papa había alertado al rebaño y al mundo sobre la expansión de los errores del lobo comunista y denunciado los crímenes cometidos en Rusia, México y España.

Tampoco habían hecho silencio sus predecesores. En ese sentido, Pio XI llega a enumerar importantes documentos como la Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, de León XIII, en la que se definía al comunismo como una “mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte”.

Sin embargo, Pío XI -ante un peligro que continuaba “agravándose cada día más por la acción de hábiles agitadores”- consideraba que todas esas nobles advertencias no eran suficientes y creyó un deber de conciencia “elevar de nuevo nuestra voz con un documento aún más solemne” . Fue así que se originó la Encíclica “Divini Redemptoris”.

Tal vez la frase más lapidaria para el marxismo-leninismo y, al mismo tiempo, más actual para el México y Oaxaca de hoy, sea aquella donde se afirma que “el comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieran salvar de la ruina la civilización cristiana” . Nótese la fuerza de la expresión y las importantes consecuencias que de ella derivan: no es lícito colaborar “en terreno alguno” con una ideología intrínsecamente mala.

Entre las “causas poderosas” de la expansión e influencia comunista, el Pontífice señala un factor que posee también enorme actualidad para nuestros días: “La conspiración del silencio que está realizando una gran parte de la prensa mundial” sobre los crímenes revolucionarios.

La expresión “conspiración del silencio” podría parecer a algunos demasiado fuerte. Por ello, el propio Pío XI se encarga de fundamentar esa afirmación: “Decimos conspiración porque no se puede explicar de otra manera el hecho que un periodismo tan ávido de publicar y subrayar aún los más menudos incidentes cotidianos haya podido pasar en silencio, durante tanto tiempo, los horrores que se cometen en Rusia, en México y también en gran parte de España”.

Paralelamente a la “conspiración del silencio” sobre los horrores revolucionarios, Pío XI denuncia que se realiza en favor del comunismo “una propaganda realmente diabólica como el mundo tal vez nunca ha conocido”. Esa propaganda echa mano no sólo de la mentira sino también de la simulación, del trabajo de zapa y hasta de la introducción de Caballos de Troya ideológicos.

Así, por ejemplo, los revolucionarios, “con diversos nombres que carecen de todo significado comunista, fundan asociaciones y publican periódicos, cuya única finalidad es la de hacer posible la penetración de sus ideas en medios sociales que de otro modo no les serían fácilmente accesibles”.

Una “propaganda diabólica” que, según profética advertencia de Pío XI, confirmada en las décadas posteriores con tantos lamentables ejemplos, tenía entre sus objetivos principales a los propios medios católicos: “Más todavía, procuran infiltrarse insensiblemente hasta en las mismas asociaciones abiertamente católicas o religiosas. En otras partes, los comunistas, sin renunciar en nada a sus principios, invitan a los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad” …

¿Por ventura no están descritos aquí, de manera sintética y profunda, tantos ardides de los comunistas contra los mexicanos y oaxaqueños? ¿Acaso esas advertencias, hechas hace exactamente 79 años, no constituyen hoy una trágica explicación para tantos episodios de colaboración comuno-católica en México y Oaxaca de hoy?

“Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones introducidas en la legislación soviética, piensan que el comunismo está a punto de abandonar su programa de lucha abierta contra Dios”, señalaba también el Papa, en otra consideración de enorme actualidad.

El “azote comunista” ha causado una “destrucción tan espantosa”, “realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubieran creído posible en nuestro siglo”, añade el Pontífice, quien a continuación sale una vez más al paso de los idiotas útiles que nunca pierden las ilusiones de encontrar un comunismo mitigado con el cual les sea posible entrar en componendas:

“No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenómeno transitorio que suele acompañar a todas las grandes revoluciones, o excesos aislados de exasperación comunes a toda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo freno interno” . Nótese bien. Esos errores y horrores no son circunstanciales, sino connaturales con dicha ideología. Son “los errores intrínsecos del comunismo”, recalca Pío XI.

A pesar de los oídos sordos que se hicieron en relación a esta célebre Encíclica, a pesar de la conspiración del silencio de los medios de comunicación y de los católicos comunistas con que se pretendió relegarla al olvido, ella fue y continúa siendo uno de los mayores golpes doctrinales recibidos hasta hoy por el comunismo y por sus compañeros de viaje de la izquierda católica.