Masacres lentas

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Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. Green Room (EUA- Canadá, 2015) es una Masacre en Texas existencial. El responsable de ese film noir desesperado llamado Ruina azul (Blue Ruin, 2013), Jeremy Saulnier, propone en su más reciente filme un concierto del malestar.

Una banda de rock cochambrosa, que se la pasa teorizando sobre las mejores rolas y los mejores rockers a bordo de una desvencijada Vann, cual ScoobyDoo sin su perro maravilla, es abandonada a su suerte por un promotor de peinado punk, en un maloliente antro de supremacistas blancos que definitivamente odian al mundo y no guardan con ellos precisamente las mejores intenciones.

Liderados por un tipo con apariencia de bueno para nada, de mirada soñadora y resignada, un excelente Anton Yelchin (al que un cabronazo juego del destino le quito la vida hace unas semanas al ser atropellado por su propia camioneta cuando estaba abriendo el garaje de su propia casa) los rockeros se verán entonces adscritos a un pausado juego de supervivencia, al mirar lo que no debieron mirar.

Juego al mando de un pelón de averno lento al que solo conoceremos como “el Dueño” (genial y meditabundo Patrick Stewart, en un registro de Capitán Picard conoce a Ted Bundy) quien programara su exterminio con las pausas de un maestro del ajedrez, en donde en lugar de alfiles, damas y caballos, habrá neonazis macheteros, grupies muertas y perros de pelea que gustan de hincar el diente y después sacar la tripa.

Saulnier ejecuta este cine de víscera y explotación con la concepción de un aprendiz de AndreiTarkovsky, con esos espacios y reflexiones en donde solo puedes ver como espectador los ojos de ese abismo que acecha a los personajes.

Sin alcanzar esa convicción  triste que arropó a su anterior filme, Saulnier se presenta aquí como una de las voces más frescas, decididas y heterogéneas del actual cine mundial. Aspirante a hablar del alma, aunque en la portada lo que aparezca sea un reinvención de Viernes 13.

Cabe señalar también las llenadoras actuaciones de Malcolm Blair, anterior antihéroe de Blue Ruin, fresco y entrañable como un alfil metalero que ha de organizarle eficiente el teatro del horror a su jefazo, pero que no puede dejar de sentir que se ira al infierno.

Y de la iconoclasta Imogen Poots (21 meses después, Jane Eyre) quien da la mejor actuación de su joven carrera en la piel de una chica que gusta de reventarse y fumar mucha mota, hasta que la urgencia de seguir viviendo la convierte en una especie de Teniente Ripley en medio de la nada.

Este Cuarto Verde suena ya a esa chica que sabes que siempre vas a recordar, solo por el simple hecho de que en la cama te hacia vibrar. Valientes y no valientes siéntanse prestos a disfrutar de este sangriento y triste filete de cine puro.