Veintiocho años después, el morelense Edgar Tamayo Arias, regresó de forma definitiva a su pueblo, pero lo hizo después de haber permanecido veinte años en prisión y ser ejecutado por el estado de Texas por el homicidio de un policía, en 1994.
Tras largas horas de espera por parte de los padres, hermanos, amigos y demás cercanos a la familia Tamayo, finalmente el cuerpo de Edgar arribó a la casa en la que creció, y de cuyas paredes, aún penden fotos de distintos momentos de su vida, incluyendo aquella que fue colocada en el centro del altar que le fue edificado con flores y veladoras para recibirle.
El cuerpo de Tamayo, ejecutado el pasado 22 de enero, a la edad de 46 años, arribó al Aeropuerto de la Ciudad de México a las 20 horas de este viernes, proveniente del estado de Texas. En la capital de la República mexicana fue colocado en otro ataúd, además de esperar (tantas horas) hasta que concluyeron los trámites legales y sanitarios.
Finalmente, Tamayo llegó al estado de Morelos a las 12.35 horas luego de ser escoltado y por elementos de la Policía Federal. Luego de transitar por la autopista México-Acapulco, el convoy entró a su municipio por la carretera federal Alpuyeca-Coatlán del Río.
La carroza que transportaba el cuerpo de Edgar ingresó por la calle Corregidora para ser bajado frente a su domicilio donde ya lo esperaban alrededor de 150 personas que desde la tarde rezaron rosarios -al igual que los últimos días- y que el día de su ejecución, no pararon de hacer cadenas de oración.
Los hermanos de Edgar Tamayo, “dolidos por el sufrimiento de 20 años y por tener el buche lleno de rencor”, pidieron firmemente y de nueva cuenta a los reporteros, no entrar a la casa, no fotografiar ni entrevistar a sus padres -Héctor Tamayo e Isabel Arias- y mucho menos, “fotografiar a mi hermano Edgar, en caso de que alguien quiera abrir la caja para verlo”. Si lo hacen, podríamos faltarles al respeto. Los periodistas asintieron.