Inicia la Cuaresma; feligreses acuden a la imposición de las cenizas

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Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida; Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás; Arrepiéntete y cree en el Evangelio: palabras utilizadas por los sacerdotes para la imposición de las cenizas en el primer día de Cuaresma.

El sitio web Catholic.net, detalla el origen de esta costumbre: antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y, los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un “hábito penitencial”. Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

La tradición

En la entidad oaxaqueña, desde muy temprano, los feligreses acuden a la iglesia o capilla más cercana para la imposición de la ceniza.

Las cenizas que se utilizan en este día se obtiene de la quema de palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior.

Para los católicos, esto les recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

Cuando el sacerdote impone la ceniza, los creyentes deben tener una actitud de querer mejorar y fortalecer la amistad con Dios.

El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno y abstinencia: la abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años.

El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido.

“Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión.

“Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección”, se detalla en el sitio católico.