Luis Donaldo Colosio Riojas está a la izquierda de su padre. Con una suave sonrisa de orgullo que le cruza el rostro, el niño de ocho años ve cómo Luis Donaldo Colosio Murrieta firma los documentos en el IFE que lo acreditaban como candidato presidencial del PRI para las elecciones del 21 de agosto de 1994.
Esa imagen de hijo y padre quedó plasmada para la historia el 5 de marzo de hace 20 años, cuando se conjuraba la posibilidad de que el político sonorense fuera cambiado por Manuel Camacho Solís, como se había manejado en círculos políticos y se reflejaba en los medios de comunicación insistentemente.
En ese acto, presidido por el secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, que entonces era también presidente del Consejo General del IFE, Colosio Murrieta se ganó los principales titulares con su discurso, en el cual señalaba que el PRI está comprometido con la democracia, sin divisiones, unido, con certeza en el triunfo.
El candidato priista habló sobre el conflicto en Chiapas y, desde luego, sobre Manuel Camacho Solís, que se había convertido en su principal rival desde el 8 de enero, cuando inicio la campaña presidencial.
Colosio dijo que iría a Chiapas hasta que las condiciones estuvieran dadas, porque no quería convertir el tema en un “botín político”.
—En el Partido Verde se maneja que el licenciado (Manuel) Camacho podría postularse por ese partido, ¿Qué representa esto para usted? —le preguntaron los periodistas a Colosio.
—Tengo un profundo respeto por Manuel Camacho. Él y yo somos parte de un partido que está comprometido con la democracia, que es el PRI. Asimismo apoyo las acciones que está realizando en la pacificación de Chiapas. En consecuencia, creo que la pluralidad que hoy se refleja en los partidos políticos es producto de la sociedad mexicana.
En la misma entrevista, tras su registro como candidato presidencial, donde habló de Camacho Solís, Colosio respondió: “Este registro es una reafirmación de mi deseo de ser Presidente de México, así quiero reiterarlo ante la sociedad mexicana, ante la ciudadanía plena, ante el priismo entero”.
—¿El registro disipa rumores en el interior de su partido? —se le interrogó.
—Este registro reafirma mi deseo de ser Presidente de México.
En el IFE, a donde además de su hijo Colosio estuvo acompañado por su esposa, Diana Laura Riojas; su coordinador de campaña, Ernesto Zedillo Ponce de León, y el presidente del PRI, Fernando Ortiz Arana, el candidato presidencial dio un adelanto de lo que vendría el día siguiente, el domingo 6 de marzo en el Monumento a la Revolución, durante el festejo por el 65 aniversario del PRI.
“Habrá definiciones importantes de mi parte y de mi partido”, expresó.
En la crónica de Adriana Moreno sobre el registro de Colosio, publicada por Excélsior hace 20 años, se lee un párrafo que pinta de cuerpo entero a Ernesto Zedillo.
Lo describe como serio y circunspecto, que por más que intenta sonreír no lo logra.
En otra parte narra la llegada de Fidel Velázquez, el viejo líder de la CTM.
—¿Quiénes se hacen bolas?, preguntó a los reporteros el líder sindical, con la jiribilla a la frase pronunciada por el presidente Carlos Salinas de Gortari a finales de enero para sostener a Colosio como candidato presidencial.
—Nosotros no estamos en esas bolas, repuso el cetemista.
Francisco López Cámara, profesor universitario, estudioso del liberalismo mexicano y que fue una leyenda en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, escribió el 5 de marzo de 1994 un artículo en Reforma que tituló “La candidatura de Camacho”.
En ese texto, el autor de la Génesis de la conciencia liberal en México plantea que “desde el pasado 10 de enero, cuando el presidente Salinas anunció la designación de Manuel Camacho Solís como comisionado para la paz en Chiapas, surgió también un amplio movimiento de sospecha electoral: ¿la decisión presidencial tenía la oculta finalidad de rescatar a Camacho para situarlo en los primeros rangos de nuestra política? De ello habló, comentó, pensó, soñó, refunfuñó, sugirió, chismeó y escribió medio mundo en el país y aun fuera de él.
“Pero al mismo tiempo —sigue el artículo de López Cámara—, sin duda producto de esa misma sospecha esquizofrénica, en ciertos sectores de opinión comenzó una tenue pero creciente tendencia a apostar por el fracaso y la derrota de Camacho, tratando de enredarle entre los pies los elementos fundamentales de la gestión que habrían de encumbrarle eventualmente a esa posición política.
“La campaña anticamachista empezó en forma indirecta (aunque en ciertos casos llegó al ataque personal directo y público), mediante la construcción paulatina de ciertas hipótesis sobre la vinculación entre el obispo Samuel Ruiz y el levantamiento armado en Chiapas.
“Esta insinuación, discreta y cautelosa al principio, fue haciéndose cada día más abierta y rabiosa en la medida en que el ‘diálogo’ en la catedral de San Cristóbal parecía avanzar positivamente. A fines de la semana anterior y en los primeros días de la actual, la campaña anticamachista se volvió casi un griterío histérico. A pesar del celestial ‘no se hagan bolas’, que ratificó la bendición de Colosio, el estado emocional en el PRI alcanzó niveles de verdadera efervescencia nerviosa.”
La jornada de la inscripción del candidato priista finalizó con las declaraciones del primogénito de Colosio, que se refería al día como “el más importante”.
La felicidad del momento de la firma de documentos de su padre seguía latente en el niño que caminaba abrazando a su padre.
—¿Admiras a tu papá?, ¿Qué admiras de él? —le alcanzó a preguntar un periodista.
Lleno de orgullo, el pequeño Luis Donaldo dijo: “Pues que sea un hombre transformado, tan decente, tan leal y lo quiero mucho”.