Gabriel García Márquez, el colombiano más mexicano

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Cuando el escritor colombiano, Gabriel García Márquez, llegó a México jamás pensó que sería en ese lugar dónde crearía “Cien años de Soledad”, obra considerada como una de las más importantes de la lengua castellana, según el IV Congreso Internacional de la Lengua Española en 2007, ni que ahí nacería uno de sus hijos, o que podría entablar una amistad con grandes personajes de la literatura mexicana como Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco.

La relación entre Gabriel García Márquez y México comenzó en 1961 cuando el escritor se trasladó a dicha nación junto con su esposa, Mercedes Barcha, y su hijo Rodrigo, tras recibir amenazas de los exiliados cubanos en Estados Unidos y de la CIA, quienes no compartían el contenido de los reportajes que publicaba para la agencia de noticias cubana Prensa Latina.

Al llegar a México, “Gabo” consiguió trabajo como editor de las revistas La Familia y Sucesos para Todos, sin embargo las cosas no funcionaron bien en las publicaciones y tuvo que buscar otro empleo en la agencia de publicidad Walter Thompson.

Durante año y medio el colombiano laboró en ese lugar hasta que decidió probar suerte en el cine.

Su primer guión, El gallo de oro, que data de 1963, lo escribió junto con su amigo Carlos Fuentes.

En 1965, Arturo Ripstein grabó la cinta Tiempo de morir, basada en un guión de García Márquez titulado El Charro; mientras que en septiembre de ese mismo año “Gabo” estrenó la película En este pueblo no hay ladrones.

Sin embargo, Márquez no logró sentirse satisfecho con su trabajo hasta que redactó su obra más grande.

Una pequeña casa en la Ciudad de México fue el escenario donde cobró forma el libro “Cien años de Soledad”, historia que durante 17 años estuvo en la mente del escritor.

“A mis 38 años y ya con cuatro libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi máquina de escribir y empecé: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”, dijo el escritor en 2007 al ser homenajeado en Cartagena de Indias.

Durante los 18 meses que tardó en desarrollar la historia del coronel Aureliano Buendía, su esposa tuvo que ocuparse de mantener la casa.

“Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa. Después de los alivios efímeros con ciertas cosas menudas, hubo que apelar a las joyas que Mercedes había recibido de sus familiares a través de los años”, contó el colombiano.

Después de que “Cien años de Soledad fue publicado, el escritor cambió su lugar de residencia a Barcelona, España, donde radicó hasta 1974, sin embargo a partir de ese año, Gabo alternó su residencia entre México, Cartagena de Indias, La Habana y París.

En 1981, Gabo decidió regresar a México y establecer su hogar en una casa de la calle Fuego, al sur de la ciudad, en El Pedregal, en San Ángel.

Durante 22 años, la rutina del colombiano consistió en levarse a las cinco de la mañana, leer un libro hasta las siete, cambiarse de ropa, leer los periódicos, y a las diez, sentarse a escribir hasta las dos y media de la tarde.

Sin embargo, la mañana del 21 de octubre de 1982 esa práctica se rompió. México era el destino de las llamadas telefónicas de varias partes del mundo; el motivo: Gabriel García Márquez había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura, en reconocimiento a la “realidad descomunal” descrita en sus obras.

La fama y el acosos de los medios tras recibir el Premio Nobel, hicieron que el autor de El Coronel no tiene quien le escriba regresara a México.

“Cuando el éxito y la publicidad excesiva trataban de perturbar mi vida privada, la discreción y el tacto legendario de los mexicanos me permitieron encontrar el sosiego interior y el tiempo inviolable para proseguir sin descanso mi duro oficio de carpintero”, dijo en alguna ocasión el colombiano.

En el ámbito personal, cuando Gabo llegó a México, el único amigo que tenía en la gran urbe era el escritor colombiano, Álavo Mutis, por lo que las tertulias en casa de éste último eran frecuentes.

Mutis fue pieza clave para que el todavía desconocido Gabriel García Márquez entablara relación con algunos representantes de la literatura mexicana como Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco.

La amistad entre Márquez y Fuentes nació apenas unos meses después de que el colombiano llegó a México.

Tal fue en entendimiento entre el creador de Aura y el de Crónica de una muerte anunciada que en la década de los 90 fundaron La Cátedra Latinoamericana “Julio Cortázar” en la Universidad de Guadalajara.

De igual manera, viajaron a Praga junto con Julio Cortázar, para apoyar a los escritores y artistas independientes de ese país.

Por su parte, el autor de Las Batallas en el Desierto, José Emilio Pachecho, en alguna ocasión contó que Mutis le hizo descubrir a García Márquez.

“Me recomendó a un desconocido joven colombiano que se llamaba Gabriel García Márquez y me regaló un ejemplar de su libro La Hojarasca. En julio de 1961 llegó a México García Márquez y resulta que no había ningún ejemplar de sus libros. El único lo tenía yo. Entonces fueron Mutis y Gabo a mi casa para que yo les diera ese ejemplar”, contó Pacheco a la agencia de noticias AFP.

Años después el libro regresó a manos del autor de El Principio del Placer, cuando ya había consolidado una amistad.

Carlos Monsiváis fue otro amigo de Gabo; ellos se conocieron en el departamento de Tito Monterroso y Milena Esguerra. Cuando la relación entre los escritores se consolidó era frecuente que ambos compitieran para ver quien recitaba de memoria más poemas.

A Gabo le tocó despedir a sus amigos Carlos Fuentes, Álvaro Mutis y José Emilio Pacheco, y ahora serán los mexicanos quienes le den el último adiós al escritor cuya segunda nacionalidad fue la mexicana.