Entre los mexicas, la madre era la gran formadora de guerreros

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En la sociedad mexica la posición de las mujeres era secundaria, ya que no estaban integradas a las actividades bélicas mediante las cuales se conseguía el prestigio, el poder y el reconocimiento social. “Había un reconocimiento de la madre como legitimadora de los linajes gobernantes mediante la procreación, pero no una valoración igualitaria de las actividades que llevaban a cabo mujeres y hombres”, explica la antropóloga María J. Rodríguez-Shadow, autora de libros como La mujer azteca y Las mujeres mayas de antaño.

Las evidencias arqueológicas y documentales revelan la abundancia de representaciones que se hacían de las madres en la época prehispánica, tanto en pictografías de códices y en figuras de arcilla, como un reconocimiento a su capacidad reproductiva. Sin embargo, en el contexto de sociedades bélicas como la mexica, las mujeres tenían un papel subordinado: eran los varones los que, educados para ser guerreros, gozaban de mayor prestigio, como lo demuestra su veneración a la deidad de Huitzilopochtli.

Rodríguez-Shadow, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dice que en la cultura mexica su mayor interés era la expansión del territorio mediante invasiones y, por ello, los niños eran educados para ser guerreros.

Las actividades de las madres en la época prehispánica se circunscribían a las artes culinarias, la educación de los hijos, las labores manuales y, por supuesto, la reproducción biológica, de tal manera que las mujeres infértiles eran vilipendiadas, porque las sociedades agrícolas y guerreras necesitan fuerza de trabajo para ampliar el pago de tributos al tlatoani y tener un ejército numeroso para extender el territorio del imperio.

Lo ideal eran las familias numerosas y, por supuesto, había predilección por que nacieran varones, quienes representaban la continuidad del linaje en el poder, o porque iban a ser guerreros que ayudarían al crecimiento del imperio.

Las madres se encargaban de enseñar a los vástagos a conducirse de acuerdo con su género y su clase social. A las niñas se les aconsejaba que no miraran directamente a los ojos y mantener la vista recogida. La formación educativa era parte de esa labor ineludible que tenían las féminas tomando en cuenta la división genérica del trabajo.

“A las mujeres se les enseñaba la sumisión que debían mostrar y el rol que debían adoptar, su lugar en la producción, el respeto a las normas morales, a los privilegios clasistas, el reconocimiento de la superioridad masculina, de la

autoridad marital, de la brutalidad militar y, en general, la aceptación del orden establecido”, señala la autora en el libro La mujer azteca.

Las mujeres, según la clase social a la que pertenecían, ejercían diferentes funciones: las tributarias eras explotadas como trabajadoras domésticas al servicio del grupo en el poder y también como reproductoras para el mantenimiento de la fuerza de trabajo. Las nobles estaban destinadas fundamentalmente a la función procreativa, sin que por ello pudieran descuidar las actividades domésticas y las labores textiles.

Su relativo aislamiento y la carencia de una educación profesional semejante a la de los varones, limitaron su acceso a la autoridad y al poder. Las mujeres no ocupaban cargos políticos, solo ocurrió con algunas de origen maya y de manera esporádica, pero nunca entre las mexicas, ni de ningún otro grupo étnico.

Entre el material arqueológico vinculado con la maternidad, hay diversas representaciones de madres o esposas del gobernante supremo realizadas por la élite, mientras que la producción de los grupos tributarios era más sencilla, básicamente de arcilla y de formato pequeño.

“En la zona arqueológica de Xochitécatl, en Tlaxcala, se han encontrado varias figuras relacionadas con la maternidad que tienen como característica pequeños cuadros en el vientre, que posiblemente se refieren a complicaciones en el parto. Puede manejarse esa hipótesis porque se ve el bebé en su interior”.

Rodríguez-Shadow agrega que la muerte materna es un tema muy interesante para analizar, porque las mujeres que morían en el parto eran consideradas guerreras y, por tanto, deificadas. Todas las sociedades de Mesoamérica tenían una deidad relacionada con el alumbramiento, ya que la reproducción de la sociedad, de la especie humana, se fundamenta en la fertilidad de las mujeres y de la tierra.