Diego Luna no es Spike Lee , y eso queda claro en Cesar Chávez . Y no es que el charolastra tenga la obligación de serlo. Pero si iba a abordar la vida y obra de uno de los dirigentes sindicales chicanos más importantes de la historia, debió mínimo demostrar la mitad del apasionamiento que el cineasta afroamericano derramó en clásicos como “Haz lo correcto o Malcom X”, cinta que se parece mucho a la película en el tipo de historia que Luna ambicionó, y muy poco o casi nada en los resultados que finalmente alcanzó.
Los principales problemas son dos. Primero, Luna y su guionista Timothy Sexton concentraron demasiada atención entre la conflictiva relación de Chávez y su hijo primogénito, de una manera lacrimosa, confusa y cero emotiva, que no hace más que empantanar la historia y todas las posibles bifurcaciones narrativas que de ella emanan. Segundo, la actuación de Michael Peña en el papel titular es simplemente desastrosa. Sin emoción, sin fuelle, con el timming de un robot y la intención dramática de una tabla. Peña y su director Luna confunden contención con muerte. Resultado: El Cesar Chávez de Peña se la pasa toda la película con gesto de que se aguantando un gas.
Dentro de las cuestiones rescatables de la cinta destaca Rosario Dawson en su papel de Dolores Huerta, la activista que lucho hombro a hombro con Chávez durante su larga batalla contra los poderosísimos viñedos californianos. Solo en su interpretación, cuyo tiempo en pantalla es bastante limitado, la cinta logra rescatar algo de esa frescura que tanto necesita.
Lo demás de Cesar Chávez son ambiciones que nunca se lograron, ni la veracidad, ni la pasión, ni la energía, ni la entrega, ni el sentimiento que buscaba Luna para su proyecto estelar se logran dilucidar. A cambio de eso, lo que nos receta es una clase de cómo no querer parecer profundo, y acartonarse en el intento .