Por números, malicia, alevosía y métodos empleados, Eduardo Córdova Bautista es con toda probabilidad el más grande pederasta en la historia de la Iglesia católica en México, uno cuyo daño causado, temen autoridades eclesiásticas, rebasa por mucho al de Marcial Maciel, depuesto y desconocido fundador de los Legionarios de Cristo.
Esa es la opinión contenida en documentos vinculados al proceso del ex sacerdote, acusado de la violación de un centenar de menores de edad en la Arquidiócesis de San Luis Potosí a lo largo de un periodo de casi tres décadas. Son detalles que confieren gravedad adicional en torno al caso y que pintan de cuerpo completo la complicidad de los más altos jerarcas católicos del estado. Tres arzobispos que literalmente abandonaron a las víctimas: no expulsaron ni denunciaron al párroco cuando pudieron, pese a que se supo al menos desde 1996 que algo estaba pasando.
Las conclusiones sobre Córdova, contenidas en informes que están en poder de las autoridades judiciales, son las siguientes:
1. Drogaba a sus víctimas.
2. Padece una patología sexual incurable.
3. Fue protegido, al menos tácitamente, por la jerarquía católica de San Luis Potosí desde la década de los 90.
4. Tres arzobispos están bajo sospecha de no haber actuado cuando debieron.
5. Abusó de no menos de 120 adolescentes, aunque se cree que en las próximas semanas irán emergiendo más casos.
6. Su caída tiene su origen en casa: fue la propia arquidiócesis la que lo denunció ante la Procuraduría General de Justicia del estado en atención a la Ley Federal de Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes de 2011, pero solo porque hubiera sido un delito de complicidad no denunciarlo.
7. La denuncia representa un parteaguas legal en las relaciones Iglesia-Estado. Es la primera vez que la Iglesia católica pone a disposición de la justicia a uno de sus integrantes de forma expedita. Hoy, todos los documentos legales del caso —el expediente remitido por el Vaticano— están a disposición de las autoridades.
***
Un análisis del historial de Córdova —hoy prófugo— permite retratar también parte de su perfil: según su expediente, se trata de un hombre de inteligencia superior al promedio, con dones de liderazgo, carismático y con profundos conocimientos de derecho civil, penal y canónico, mismos que ha utilizado para eludir la justicia en el pasado (es licenciado en derecho). Tejió un andamiaje de apoyo entre la sociedad local que complicó aún más la situación de las víctimas: llegó a ser uno de los sacerdotes más queridos de San Luis Potosí, lo que hizo que quienes denunciaran abusos se enfrentaran a una hostilidad abierta del resto de la feligresía.
Al mismo tiempo es un individuo que sufre de una intensa patología sexual, que se manifiesta en una obsesión con hombres adolescentes. No se le considera un psicópata: no padece de anomia emocional. Lejos de ello, mostró ataques de remordimiento periódicos y padeció o padece de serios problemas de salud, en especial gástricos. Aparentemente somatizaba sus tensiones. También hay un historial de abuso de drogas, somníferos e hipnóticos, utilizados para tratar un recurrente insomnio.
Los documentos, a los que MILENIO tuvo acceso y que provienen de fuente irrefutable, revelan que a lo largo de tres décadas Córdova actuó prácticamente siempre bajo el mismo modus operandi: elegía a jóvenes entre 14 y 17 años de edad. Les invitaba a pasar a la curia y después, en un ambiente privado, les drogaba con somníferos mezclados con alcohol. Una vez inconscientes, abusaba de ellos.
No solo eso. De la información obtenida se desprende que la Iglesia tuvo la oportunidad de frenar el abuso en dos ocasiones: la primera en 1996, cuando comenzaron a llegar decenas de cartas sobre violaciones al escritorio del entonces obispo y hoy arzobispo emérito Arturo Szymansky y, la segunda, en 2004, cuando un juicio canónico contra Córdova fue sobreseído por el Vaticano ante “falta de evidencias” condenatorias y la defensa magistral que emprendió el ex sacerdote en su caso gracias a sus conocimientos legales.
A raíz del análisis que se ha hecho del incidente —el más grave contra un integrante de la Iglesia católica en México en una década— se encuentran bajo la lupa tres arzobispos: Szymansky, quien primero supo del caso y no hizo nada. Hoy tiene 92 años de edad. Luis Morales Reyes, arzobispo desde 1999 y hoy de 77 años. Fue durante su periodo que la mayoría de las violaciones se llevaron a cabo, y Jesús Cabrero, actual arzobispo y a quien, en justa dimensión, solo le tocó encarar la parte final del proceso, cuando buena parte del daño ya se había cometido.
De forma inédita, este caso ha representado también el primer uso de la Ley Federal de Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, una legislación que en 2011 fue criticada por la Iglesia Católica, al considerarla anticlerical y que ahora abre algunos de los secretos de Estado del Vaticano al escrutinio legal civil. Obliga a la arquidiócesis a entregar a la el expediente del Tribunal Eclesiástico —con el que Roma dictaminó la expulsión de Córdova de la curia— a las autoridades judiciales, en caso de que sea solicitado.
Más casos
-La Arquidiócesis de SLP investiga dos casos más de sacerdotes acusados de abuso sexual contra menores, que fueron denunciados por los padres de las víctimas ante la procuraduría del estado.
-Se trata del cura Noé Trujillo, que se encuentra prófugo, y de Francisco Javier Castillo Ríos, de la iglesia del Sagrado Corazón, en la comunidad de Ojo Caliente, municipio de Santa María del Río.