Las bombas de tiempo se enamoran

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Damián Szifrón ha hecho cine puro con Relatos Salvajes (Argentina, 2014). Seis historias sobre gente que se abandona a la explosión y su fuego redentor.

Madre y padre castrantes atropellados por un avión, veneno para ratas que a lo mejor ya caducó, duelo de carretera con parabrisas en calidad de mingitorio, cruzada ciudadana por la dignidad emprendida por pobre diablo al que no lo respeta ni su esposa, chanchullo entre políticos, jueces, abogados, juniors y conserjes que prefieren la cárcel a la miseria, fiesta de bodas repleta de un amor que la convierte en un infierno.

Todas llenas de un humor negro y absurdo que corroe los espejismos y aflora los abismos, de un timming y una manufactura ágil y endemoniada. Szifrón, vivaz cultivador de los géneros cinematográficos (El Fondo del mar, Tiempo de valientes y la serie televisiva Los Simuladores) ha tramado seis pequeñas piezas de relojería (algunas más logradas que otras) para llegar a un estallido exacto.

Ya sea con los dos hombres que se enfrascan en una pelea a muerte por las simples ganas de no concederse el paso (Leonardo Sbaraglia y Walter Donado), la chica frágil (Julieta Zylberberg) que se apoya en una exconvicta con cuchillo filetero (Rita Cortese)para cristalizar una venganza, el snob crítico musical que practicando su arrogancia se da cuenta de que va subido en una bomba (Darío Grandinetti), el ingeniero Bombita (Ricardo Darín) que se mete en una lucha a muerte contra el departamento de Tránsito, el peso pesado(Oscar Martínez) que no se deja extorsionar en su propia extorsión, o la novia cornuda (imparable Erica Rivas) que antes de partir su pastel experimenta un ataque de nervios, verdades, madres incestuosas y vidrios rotos .

Szifrón nunca detiene el ritmo de este bólido donde la comedia hilarante y dañada, el thriller justo y angustiante, y el comentario social preciso que escudriña a una Argentina (y a una América Latina en general) que se debate entre todos los tipos de corrupción que puedan existir, se mezclan para dar por resultado una de las mejores películas latinoamericanas de los últimos diez años.

Relatos salvajes es descaradamente divertida, elevando a la furia al nivel de una biblia.