FOGONERO: Cincuenta años con el hombre de los ojos de serpiente

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Por Rodrigo Islas Brito

La primera vez que supe de Jack Nicholson fue por una Cosmopolitan del 75 de mi madre, en ella venia una entrevista al actor, unas cuantas fotos con sus ojos de serpiente y un montón de declaraciones que a la tierna edad de siete años no alcanzaba a comprender del todo.

Que había buena droga en México, que se la pasó mas de quince años trabajando en cintas serie B de Roger Corman al que después de que ya era un super å≈star de sueldos altos le hizo la parada en plena calle y låe gritó que los quince años que le estuvo mal pagando en sus películas baratas se había privado de millones de dólares de pura ganancia, que le obsesionaban las mujeres hermosas y perder las llaves , que si , que había tenido problemas con la cocaína pero que los combatió fumando mucha mariguana, que consideraba que la última película en la que había actuado (y que al momento de la entrevista estaba por estrenarse) llamada Atrapado sin salida era el mejor trabajo de su carrera , que el podía no ser tan guapo como Robert Redford pero que eso no le importaba en lo absoluto porque eran los setentas y la percepción de la belleza en Hollywood había cambiado.

Era Jack Nicholson, el mismo del que ahora algunas notas dan cuenta que a sus 78 años, no volverá a actuar en su vida, que ya es un anciano con alzheimer al que ya no lo pela ni Dios. El mismo del que días después de leer la Cosmo de mi madre vi en acción en el Barrio Chino (1974) de Roman Polanski, donde interpretaba a un duro detective privado que no es capaz de salvar a nadie y que se enfrenta a una trama de padres incestuosos y millonarios, hijas fugitivas y madre solteras y enamoradas.

La escena donde a base de cachetadas le saca la verdad a Faye Dunaway sobre si su protegida es su hermana o es su hija era pura lumbre. La secuencia final donde su personaje JJ Gites contemplaba a su amada ultimada por un balazo en la nuca con los ojos vaciados de quien ya no puede hacer ni sentir nada, es de esas que quedan impregnadas en la retina.

Después busque mas Nicholson, con esa piedra de toque (que lo propulsó a la fama) que fue Easy Rider (1969) con su personaje de abogado motorolo que gustaba del viaje y de la reflexión psicotrópica, el DJ existencial de Castillos de arena ( 1972) de Bob Rafelson, que se unía con su hermano papanatas (otro actor maldito llamado Bruce Dern) a la conquista de una mugrienta Atlantic City con resultados agridulces, el obrero que no puede estar bajo el resguardo de cielo alguno de Mi vida es mi vida (1970) también de Rafelsón, y que no acierta a dejar de rodar a pesar de que ya no haya camino para hacerlo, el piadoso marinero Buddusky de El último deber (Hal Ashby, 1973) que tiene la encomienda de escoltar a un pobre soldado adolescente sentenciado brutalmente por una niñería (Randy Quaid) con el que no puede dejar de sentirse identificado.

Individuos indómitos, virtuosos en su rebeldía que encontraron treinta años después su paráfrasis en el ya no tan indómito Warren Schmidt, de A propósito de Schmidt (2002), el retrato que hacia Alexander Payne de un jubilado viudo desterrado de todo que no es que haya visto pasar sus mejores años, sino que ni siquiera los noto, y en el cual Nicholson daba muestras de haber asimilado con sabiduría la inevitabilidad del paso del tiempo, lo mismo huyendo de una consuegra con ganas de sexo acuático (Kathy Bates) que llorando a lágrima viva y sincera por la carta de un niño africano huérfano.

Y esta Randall McMurphy, el locuaz paciente de manicomio que vibra con partidos de béisbol en televisores apagados mientras se hace amigo de un Indio mudo que al final le salvara la vida.

Atrapado sin salida (1975) del checo Milos Forman es el canto del hombre libre, con un Jack-Mc Murphy encarnando la batalla por la conservación a ultranza de la individualidad mas indisoluble. Con esa mirada que profesa a una ventana con barrotes rotos y por la que sabe que no escapara porque su libertad ya esta hecha, muy lejos de donde la fauces de ese demonio blanco llamado Enfermera Ratched (Louise Fletcher, en uno de los personajes mas siniestros de la historia) pueda alcanzarla.

Hay muchos mas Nicholson en sus mas de sesenta películas, donde incluso llegó a alternar con su gran ídolo Marlon Brando (de quien el día que murió escribió que en cuanto a actuación, era él el que lo “había iniciado todo”) y al cual tuvo la oportunidad de cortarle la garganta en Missouri (Arthur Penn,1976), o que decir del tipo que solo puede tener una erección con prostitutas que le dicen cosas sexuales al oído de Conocimiento Carnal (1971) en la cual Mike Nichols ejecutó una radiografía sobre el maltrecho estado de la psique del macho americano.

También esta su rol mas terrorífico en la piel de Jack Torrance de El resplandor (1980) la puntual y perfecta adaptación que el capital Stanley Kubrick realizara de la novela homónima de Stephen King, y que se enriqueciera con la demencia de un Nicholson al que una esposa anodina, un hijo telepata y una bola de fantasmas conspiradores no le dejan otra que montar en una cólera asesina y destrozar una puerta con un hacha al grito de “¡Aquí esta Johnny!”

El gangster enamorado pero mortífero de El honor de la familia Prizzi( John Huston, 1985), el Eugene O`Neill adusto y solidario de Reds (Warren Beatty, 1981) el intrincado reportero extraviado de El pasajero (1975, una de las cintas mas alienadas de Michelangelo Antonioni) el Frank Chambers atrapado en un idilio homicida de El cartero llama dos veces (otra vez Rafelsón, 1981), el Border Patrol corrupto que un día decide que no puede seguir en la misma mierda de La Frontera (Tony Richardson,1981), el diablo nihilista y querendón de Las brujas de Eastwick (George Miller, 1987), el vagabundo desesperado que no encontrara lo que busca de Tallo de hierro (Héctor Babenco, 1987).

En 1989 llega con Batman uno de los papeles mas populares de su carrera, la del Guasón psicópata encarnación de la maldad mas ametrallada que si se va a ir, lo hará con todo el estilo, tal como se lo recomendara su dentista.

Rol porque el se estableció por primera vez en Hollywood el entonces sueldo récord de once millones de dólares y del cual sus productores cuentan que Jack comenzó a cobrar desde la cuarta semana de filmación, exigiendo furioso su dinero, con esos labios sonrientes tatuados en su boca.

Con Tim Burton, el director de Batman, Nicholson tuvo otro encuentro en Marcianos al ataque (1996) la actuación más subvalorada de su carrera, donde representa a un presidente de los Estados Unidos que ante una invasión alienígena de unos marcianos que se fuman la bomba atómica, no se decide en el color del traje que debe ponerse. Una de las encarnaciones más irresponsablemente divertidas de un mandatario gringo, papel siempre propicio para idealización hollywoodense de los ideales más rancios y reaccionarios.

De su última etapa, en donde mucho se dijo que solo ejecutaba variaciones de si mismo destacan las creaciones del neuróticazo y antídoto Melvin Udall (Mejor… imposible.James L. Brooks,1997) con sus ganas de ahogarse y su capacidad para describir el agua, el tozudo Jimmy Hoffa de Hoffa (Danny De Vito, 1992) a quien el histrión interpretó como una especie de Charles Foster Kane del mundo obrero, el padre vengador de niña atropellada de Cruzando el pantano(Sean Penn,1995) (de la cual Nicholson afirmó que su expareja Anjelica Huston había aceptado un coprotagonico solo por el puro placer de gritarle en los diálogos que era un pendejo) el cremoso coronel Jessup de la ceremoniosa Cuestión de honor (1992) con su famosa frase pre-guerra de Irak ,“¡ustedes me necesitan en esos muros! , ¡ustedes me quieren en esos muros!”.

El contrabandista de pocos vuelos de Gente peligrosa (1996) su sexta colaboración con Bob Rafelson, y la segunda con el también destacado histrión Sean Penn en Asesino Oculto (2001) su ultima obra maestra histriónica, con el sensible bordado de un policía jubilado que se obsesiona y lo pierde todo en su afán de atrapar a un asesino de niñas al que nunca ha de conocerle el rostro.

En el 2006 llega el que haya que considerar tal vez como el broche de oro de su potentísima trayectoria, el Frank Costello de Los infiltrados, el encuentro largamente esperado de Nicholson con Martin Scorsese en una historia de matones que se convierten en policías y de policías que siempre han sido unos matones. Con un Jack diabólico y ardiente recordando con Ray Winstone los amores del pasado, de los cuales algunos de ellos terminaron degollados.

Valga este rápido vistazo por la filmografía “nicholsoniana” para patentar que mas allá de la fama de casanova y rey de la provocación, Jack Nicholson será uno de los últimos actores vivos cuyas películas, miradas y fracasos nos dolerán siempre.

El virtuoso antihéroe de un show llamado teatro de la condición humana, del cual el histrión ha fungido durante casi cincuenta años como faro, puerto y emblema.