El canto férreo de Olimpia Silva Álvarez

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“Hablo de mi pasión por las Victorias, por un anís” cuenta a bocajarro la interprete y compositora Olimpia Silva Álvarez sobre sus canciones, para quien estas no es una cuestión de géneros musicales, sino de decir las cosas.

“A mi no me importan los géneros, sino lo que tengo que decirle a la gente y si para eso tengo que usar banda, pues me aviento”.

Con canciones, que son muy rancheras y hablan hasta de las rockolas que hay en una cantina, de las monedas con las que hay que alimentarlas. Con country y blues fusionado con góspel. Con un homenaje a Mario Benedetti en clave de trova. Con influencia del rupestre, del bolero y de la canción chusca y realista de ese cronista atemporal llamado Chava Flores.

Con brío, con ganas, con todas las canciones listas que ya para la artista como sus hijos, pues ya sabe como los va a vestir y a que escuela los va mandar. Con la convicción de que inevitablemente sucederá, Silva esta en la búsqueda de concretar su primer disco como solista.

Olimpia Silva Álvarez, comenzó cantando en su natal CEDART Miguel Cabrera, con esa voz que se tornaba ronca a ratos, y que siempre ha calado hondo.

En 1986, con un grupo de bachillerato que cantaba boleros, el cual debido al poco compromiso de algunos de sus integrantes, devino en un dueto que fue conocido como Olimpia y Víctor.

Con Silva en la voz y el hoy escritor Víctor Armando Cruz Chávez en la guitarra. Entre ambos, con esa voz a la que resulta imposible de mantenerse indiferente de Olimpia, y el golpeteo suave y sostenido de Víctor, interpretaron durante casi cuatro años temas de trova y canto nuevo de Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Pablo Milanés , Atahualpa Yupanqui.

“Éramos unos guerreros, queríamos cambiar al mundo con canciones. Con el tiempo nos dimos cuenta de que no se pudo, pero que en el intento despertamos muchas mentes”.

Asegura Silva sobre aquel pasado del que muchos todavía los recuerdan y del cual la interprete asegura, que sirvió como fusil para compenetrarse con quienes los escucharon.

Olimpia recuerda que, comenzó a componer canciones a raíz de la muerte de su abuelo, la primera que realmente la impactó.

“Fue una muerte larga por cáncer en la piel, parte de su rostro estaba desfigurado y respiraba por la boca. No tenia nariz”.

“Era impactante verlo. Muere y detona algo en mi. Le compongo una canción y habló del sillón sagrado y enmohecido donde le gustaba sentarse, y de cómo nos seguía a los nietos para que no nos cayéramos. Pretendiendo que nos cuidaba cuando era al revés, el apenas iba y nosotros ya veníamos de regreso”.

Una segunda partida familiar regresó a Olimpia a las letras, la de su padre, Enrique Silva Ruiz, actor que en su momento tuvo un personaje llamado Bartolito (niño rico y bobo vestido de marinerito y salido de una obra de teatro) con el que hacia presentaciones, tocando la guitarra e imitando voces.

“Era un bohemio” exclama la interprete como recordando su herencia y afirma que a pesar de los años la muerte de su padre, también maestro de educación física que estuvo cincuenta años en servicio, la sigue invadiendo, conmoviendo y haciendo llorar.

“Es lo mas duro que me ha pasado en la vida. En la canción que le compuse no habló de él como se habla de la perfección de los muertos. Era infame y acertado, y me dejo un legado”.

Silvia afirma que, con su canción quiere decirle a la gente quien es y que la vida, con todo y sus malas experiencias y perdidas irremediables, vale la pena vivirla.

“Lo que te pase, vale la pena estar aquí. Gozar el dolor, sufrirlo”.

Y sufrida la ha tenido Olimpia, con su búsqueda de presupuesto y gestión musical para la producción de su disco. Con la instrumentación que ella quiere, con la pauta y el estilo que ella suena clara en su mente y su alma.

“Es un presupuesto bajísimo en comparación a otras producciones que se hacen en Oaxaca. No quiero yo solita acompañarme con la guitarra.” Explica Olimpia y cuenta sobre los posibles financiamientos que ha tenido que buscar incluyendo una beca donde la felicitaron por haberla ganado, pero que le aclararon que no tenia dinero que fondearle.

“Ya están las canciones, el arreglista, los músicos. Sólo falta el dinero” comenta la interprete sobre Olimpia, ese primer disco que será solo el primero de muchos más.

Muchos años voz de CORTV, maestra normalista que actualmente da cátedra de artes en una escuela secundaria pública (de lo cual considera que la educación actualmente es un asunto que se ha visto desvirtuado) Olimpia mira a la muerte de su padre como ese dolor que la llevó arrancar y no parar de escribir y cantar las cosas.

“Hoy la canción tiene que ser critica, con cierto humor negro. Hay que reírse también, con la situación que vive el país y el sistema educativo hago muchos corajes. Me da miedo comer guacamole”.

Finalmente se le pregunta a Olimpia sobre la situación de la canción en Oaxaca y la desunión, que puede existir entre interpretes y compositores para aglutinarse en un solo movimiento que pueda explotar con fuerza.

Olimpia pone gesto analítico,responde con la respuesta de alguien más.

“Te voy a decir lo que me dijo José Cruz, de Real de Catorce, cuando lo entreviste y le pregunte más o menos lo mismo”.

Olimpia se lleva la mano al mentón, entrecierra el ojo izquierdo.

“Esta muy buena tu pregunta”.

Después no viene nada mas. Todos reímos, Olimpia se apresta a cantar.