Cuando Kate y David Ogg recibieron la noticia, se derrumbaron. Uno de sus gemelos prematuros que habían nacido con dos minutos de diferencia, había dejado de respirar y sólo tenía unos momentos de vida.
Reunidos junto a la cama, ambos decidieron rápidamente nombrar al niño como Jamie y pidieron que se los entregaran para abrazarlo por última vez.
Entonces ocurrió el milagro.
En los brazos de su madre, el niño de sólo 26 semanas comenzó a moverse y comenzó a respirar con más fuerza.
En ese momento, el personal del hospital que creía que ya no había nada que hacer, corrió a ayudar al niño y salvarle la vida.
En la actualidad, Jamie Ogg tiene cinco años y es un niño feliz, el hermano de Emily, quien suele contarles a todos que su gemelo había estado muerto y luego revivió.
EL MILAGRO
Tras nacer luego de sólo seis meses de embarazo, Jamie dejó de respirar y su pulso se había reducido al mínimo. Los doctores intentaron salvarle la vida por 20 minutos, tras lo cual decidieron que ya no había nada que hacer.
Fue en ese momento que lo entregaron a su madre para que se despidiera.
Le estábamos diciendo cómo se llamaba y que tenía una gemelita, que intentamos salvarlo”, dijo Kate Ogg, en declaraciones a Mail Online. “De pronto respiró y abrió sus ojos. Estaba respirando y tomando uno de los dedos de Dave”.
La familia Ogg, conmovida por el caso de su hijo Jamie, abrió una fundación que apoya a niños nacidos prematuramente.
EXPLICACIÓN CIENTÍFICA
El caso de la familia Ong podría tener una explicación científica, según los expertos, que creen que el contacto con la madre ayuda al bebé a regular su ritmo cardiaco.
Los bebés que pasan al menos una hora en contacto físico con su madre están mucho menos estresados luego del nacimiento, por lo que su respiración y su ritmo cardiaco son más estables, lloran menos y digieren su comida mejor, según la Unicef.
Además, el calor de la madre ayuda a que el bebé no se enfríe, lo que representaría un riesgo para la salud de cualquier prematuro.