Más allá de aquella luna es la historia de seis mujeres que se contraen y se expande en sus propios límites.
Presentada dentro de la 17 Muestra Internacional de Danza Oaxaca, entrega número 31 del Ballet Contemporáneo Laura Vera, esta pieza dancística se arriesga y se aventura por caminos que en su apariencia lucen crípticos e incomprensibles, pero que al final devienen en ríos de profunda humanidad.
Más allá de aquella luna inicia con las protagonistas (las bailarinas Rosario Ordóñez, Janet García, Ixchel Pérez, Yesenia Alderete, Marisol Luján y la cantante Paulina Tenorio) despertando de un estado fetal, incorporándose con contracciones zoológicas, abriendo los ojos con un canto de murmullos y gritos de aves.
Tratando de encontrar su propio ritmo ante la invasiva presencia del hombre (Giovanni Pérez) que está ahí para verlas surgir y poderlas poseer después. Con coletas como cuernos que hablan de una rebeldía con la que han de encontrar el camino no solo a su autonomía sino a la consecución de su propia sonrisa.
Usando como base la metáfora de la danza ceremonial de los diablos, practicada por los pueblos negros de Guerrero y Oaxaca en los días de muertos, la historia sitúa a un grupo de mujeres que ante la migración de los hombres a otros estados, países y galaxias, deciden ejecutar su propia danza.
Con una idea original y coreografía de la prestigiada bailarina Laura Vera y un montaje sonoro del músico Eduardo Farres, los paisajes sonoros de la obra son pocos y abstractos en su eco y origen (un poco de armónica a entregas diáfanas, un tambor que no se percute sino que se frota y la voz atmosférica de Tenorio.)
Lo demás recae mayormente en las bailarinas, quienes producen su propio entorno sonoro, con autopercusiones que arrancan de sus manos, piernas, hombros, cuellos, rodillas y de una tabla sujeta a su pie derecho.
De todo aquello que pueda dar cuenta de su furia y de ese fuego que parece quemarlas por dentro y contra el cual combaten como grupo como una especie de caravana circular, que es capaz en algún momento de romper con el tempo escénico y sentarse a platicar como si estuvieran en una reunión social y el espectador fuera testigo de la normalidad de sus propias vidas.
Con gritos furiosos que dan cuenta de sus alcances, con extravíos entre ellas, en la que una se aparta (Ordóñez) para exorcizar demonios que la reclaman desde dentro, y otra se levanta de sus ruinas y en base a pisar el suelo, medirlo, y dejarse llevar por los pedazos de armónica que la van guiando al encuentro de sus propios pasos, de su propio y personal ritmo (Luján, en la que tal vez resulte el solo mas inolvidable de todo el conjunto.)
Más allá de aquella luna no intenta narrar ni hacer una traducción de las danzas a los códigos urbanos, y si en cambio metaforiza con los gestos de la danza contemporánea, con sus técnicas y con sus signos.
Recordando en algo ese desborde del expresionismo alemán que en base a una supuesta exageración terminaba acudiendo a la verdad desnuda del estado de las cosas, la obra de Vera y Farres se aleja del lenguaje cotidiano para ahondar en los signos corporales.
Dándole al espectador elementos para que ellos mismos rearmen sus propias historias. La cuales vayan más allá de la postal folclorizante, de la coreografía decorativa, del mensaje educulturado y faciloide tipo “me dueles Oaxaca, pero mejor pienso en otra cosa.”
La obra (resultado de un diplomado de creación interdisciplinaria propuesto por el Centro de las Artes de San Agustín, Etla.) se va por la identificación, por el desafío abierto al espectador, por el plantarle cara con palabras indescifrables y sonidos intraducibles, con sus mujeres aprendiendo a plantarse en una tierra con el candor iniciático de un ave de granja que no ha de ser sacrificada.
Acudiendo a las distintas capas de una torre, a las lecturas que no se van por exigirlo todo desmenuzado y en la boca, a las voces que varían en su comprensión y origen, denunciando de pasadita ese olvido sistemático al que el estado mexicano ha querido confinar la mexicanidad de los pueblos negros originarios de este país, Más allá de aquella luna apuesta por la experimentación como el sendero para la renovación irremediable.