LA GLORIA EN SU INFIERNO

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Gloria Trevi por fin vio Gloria (México,2014), la cinta que sobre su atribulada existencia escribiera la dramaturga Sabina Berman y de la cual la cantante llamara a sus fans a ignorarla a la hora de su estreno.

Desde un cine de Austin, Texas, la cantante se desdijo y mencionó que la cinta dirigida por el suizo Christian Keller es una visión acertada de su atribulada existencia. Lejos de los matices de prensa del corazón de la noticia, esta sirve para regresar a este biopic, el cual en teoría sonaba a un mal compromiso, pero que en la práctica terminó por ser una de las cintas mexicanas más interesantes estrenadas en lo que va del año.

Keller y Berman se desmarcan de una moralina tipo películas biográficas de Televicine y se internan en el relato vidas que se propulsan al infierno desde el mismisimo Canal de la Estrellas. El guion de Berman no deja títere con cabeza, ni el de la misma protagonista.

El Sergio Andrade de Berman y Keller, en una representación de maldad genial del histrión Marco Pérez, es un psicópata con delirios de grandeza, que cae en el terreno fértil para potenciar su juego de depredación. Un monstruo del abuso que se arma un harem de quinceañeras gracias al amor incondicional de una rebelde cantante, que ya no quiere que su psiquiatra le vea más las piernas.

La cinta más que irse por el matiz amarillista tipo Ventaneando, se da a la tarea de diseccionar todo un universo, el del show bisnes televisivo mexicano de los noventas, y deconstruirlo en toda su entraña de hipocresía, chantaje y simulación.

Sin mencionar sus nombres completos, ahí están el Tigre Azcarraga (Osvaldo Ríos) vetando artistas a los que después les hinca el diente, Paty Chapoy (Marisa Rubio) veleidosa serpiente que se alarma cuando le cuentan parábolas de niñas violadas y lunas de queso, pero que saber qué hacer con ellas, Raúl Velasco (Pepé Olivares) ridiculaztro animador, al que todo cantante en ciernes sabe que debe reírse de sus chistes, aunque estos sean horribles, y finalmente la misma Gloria de los Ángeles Treviño de la Garza (en una encarnación apoteósica de Sofía Espinosa, de la que a resulta muchas veces distinguir sino se está viendo a la auténtica Gloria) chica perdida de rebeldía desternillante que encuentra a su ogro –príncipe- azul y pensando en que está haciendo por conservarlo, termina por convertirse en su gancho y cómplice para perpetuar un oasis de estupro y niñas embarazadas, al que justifica con el argumento de que las chicas afectadas se sacaron eso por andar de “zorritas”.

Gloria es un análisis total de los resortes que mueven a un país como el nuestro, de la ambición, de la urgencia de fama, de las canciones que hablan de corderos que saltan un mismo lugar (inspiradas en filosofías de televisoras octogenarias) de la búsqueda del amor en un bosque lleno de lobos que tienen los intereses muy grandes, de pláticas de amigas sobre felaciones por turno y la imposibilidad física de podérsela mamar a todo el mundo a un mismo tiempo.

El suizo Christian Keller ha realizado en Gloria un alegato contra las más escondidas, presentes e hipócritas prácticas de un país que siempre está feliz de decir mentiras en la cena y comérselas en el desayuno.