Moisés Molina
Hoy inician formalmente las campañas. Lo que debía ser la más alta manifestación de responsabilidad ciudadana ha devenido en parafernalia de rutina donde los ciudadanos participan cada vez menos.
Los partidos tradicionales no se han dado cuenta de que no hay forma de que la gente vuelva a creer en la política; de que no hay manera de que los ciudadanos vuelvan a creer en los partidos; de que no hay posibilidad de que el oaxaqueño vuelva a creer en sus gobiernos.
Ciegos y necios, los partidos tradicionales siguen creyendo estúpidos a los ciudadanos y confían a sus “estructuras” la garantía de las victorias electorales.
Al partido tradicional no le importa Oaxaca, no le importa el oaxaqueño; le interesa un espacio de poder y de influencia no importando que las elecciones se ganen cada vez con menor participación de la gente.
Los partidos tradicionales no han querido o no han podido comprender que su única posibilidad de salvación está en sus candidatos. Ahí es donde más cuidado debían poner y es ahí precisamente donde más se equivocan.
No les importa la propuesta, esconden sus plataformas electorales, se burlan de su militancia y de la ciudadanía con la designación de sus candidatos; entonces ¿para qué contender? Para conquistar la mediocridad de los triunfos deslegitimados.
Los mismos rostros de siempre, las mismas promesas de siempre, la misma costumbre de siempre de golpear, denostar y jugar sucio para que, por encima de los triunfos propios, lleguen las derrotas ajenas.
La elección de los diputados federales no es cosa menor. Si en algún lugar se puede lograr la transformación de Oaxaca es en San Lázaro y el ciudadano debe darse la oportunidad de escoger buenos representantes, escudriñar perfiles, historias de vida, intenciones reales y aparentes.
La pregunta obligada debe ser “¿Para qué quiere ser diputada o diputado?”. Y otras inter rogantes que debe plantearse tienen que ver con la sospecha fundada de si el candidato quiere servir o servirse.
Desde este espacio no podemos más que, responsablemente, pedirle al votante que vaya a sufragar pensando en Oaxaca y pensando en sus familias. Preguntándose quiénes son las y los candidatos y juzgar si son o no dignos de confianza y de credibilidad.
Hoy Oaxaca necesita un cambio que no pasa por los partidos, sino por los candidatos y por una nueva generación de quienes no han tenido oportunidad de demostrar que las cosas sí pueden ser diferentes y del amor real y no aparente que tienen por su tierra y pos su gente.
Oaxaca necesita en sus candidatos hoy más que nunca generosidad, limpieza y altura de miras y no hipócritas intenciones que no llegan siquiera a ser intenciones