Zapatos caros, hielo frágil

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El año más violento fue 1981 y Abel Morales (Oscar Isaac) estaba en la cima del mundo en el suntuoso y nevado Nueva York, para enfrentarlo todo y mirarse caer en el intento.

Con el auxilio (que a veces deviene en tortura) de Anna (Jessica Chastain) su esposa, Morales se enfrentara a la ruina económica, moral, a las conspiraciones palaciegas de un grupo de competidores entre los cuales existe un depredador, que se esconde en la sombra a la imagen de su hija de cuatro años sosteniendo un revolver cargado que se encontró en el tapete de la puerta, al acoso justiciero e hipócrita de un fiscal del distrito con ambiciones políticas (David Oyelowo) y a la debilidad extrema y condenada de Julian (Elyes Gabel) un pobre chofer ilegal que no puede dejar de caer cada vez que intenta levantarse.

JC Chandor es probablemente uno de los cineastas norteamericanos más interesantes y solventes del último lustro, Margin Call (2011), recuento moral de la codicia disfrazada de progreso que permeó a la crisis inmobiliaria que colocó a los Estados Unidos al borde de la bancarrota y el colapso, y Todo está perdido (2013) fábula de sobrevivencia sobre un hombre, que se va a surcar los mares y termina confrontándose a la irremediabilidad de su propio ocaso, son buena prueba de ello.

El año más violento (2014) es la tercera cinta del cineasta y consiste en una reinvención encomiable del mejor cine brioso y citadino gringo de los setentas, Chandor revisita las mas emblemáticas cintas del capital Sidney Lumet (Serpico, El príncipe de la ciudad, Tarde de Perros) acudiendo a esa gramática cinemática semidocumental que las significaba, que las llevaba a configurar siempre una sinceridad que no necesitaba remedios, que en su víscera de edificios jodidos, calles desfiguradas, antihéroes obsesos y policías corruptos y tiernos, encontraba el antídoto contra cualquier impostura.

Esto termina de resaltar con la interpretación de Isaac, actor guatemalteco que a pesar de que a veces parece pecar de frío, termina por solventar hasta los entuertos más complicados ( A propósito de Llewllyn Davis, de los hermanos Coen)

El Morales de Isaac es un Al Pacino existencial latino que se ha tragado de un bocado un sueño americano que lo ha indigestado, que se la vive tratando de mantenerse avante en su propio código personal en un mundo que no admite fracasos.

Acosado por ladrones de gasolina, mafiosos amables que juegan tenis, prestamistas judíos con guardaespaldas que son sus hijas, y un abogado endurecido que lo ha visto todo y se supone que está ahí para ayudarlo (un genial Albert Brooks),Morales caminara siempre sobre un hielo frágil que se rompe bajo sus zapatos de cuatrocientos dólares .

Aunque en ocasiones las acciones de sus personajes parecen perder cohesión, y la trama amenaza con desdibujarse, Chandor mantiene el pulso y logra tramar un retrato complejo, angustiante, circular y nada complaciente de los vericuetos que guarda la búsqueda del estatus en una galaxia que se la vive degradada.

Todo coronado por una genial y pasmosa persecución automovilista que empieza como si no existiera, prosigue con una pipa volcándose en un puente y concluye con una persecución en metro, con punta de pistola en un iris.

Para quien haya visto maravillas setenteras como Contacto en Francia (y a Popeye Doyle saludando a su presa) sabrá que esto es el cielo, para quienes no las haya visto, será mejor que empiece a hacerlo.