Para muchos estadunidenses el peligro terrorista se encuentra tan lejos como un boleto de avión.
La realidad es que ni siquiera eso: si el terrorismo islámico ocupa los titulares y la atención de los organismos de seguridad, Estados Unidos enfrenta una guerra de baja intensidad contra grupos militantes de extrema derecha doméstica.
“Extremistas de derecha han sido responsables por la mayoría de los asesinatos relacionados con extremismo en Estados Unidos los últimos años, así como en la mayoría de los tiroteos entre extremistas y policía”, afirmó un reporte de la Liga Judía Antidifamación (ADL).
20 años después del atentado explosivo que el 19 de abril de 1995 causó 169 muertos en la ciudad de Oklahoma, que hasta el 11 de septiembre de 2001 fue el mayor ataque terrorista de la historia estadunidense, el fantasma del terrorismo doméstico vuelve a erguirse en Estados Unidos.
Y de la misma forma que los estadunidenses descubrieron con horror que el autor había sido no un terrorista musulmán, como temieron, sino un exsoldado rubio, de ojos azules y “americano” como se dice por ahí: Timothy McVeigh.
Pero la tendencia de los estadunidenses es creer que los “malos” no pueden ser suyos.
“Hay gente que está en guerra con este país que no son terroristas internacionales”, dijo Bob Paudert, que fuera jefe de la policía de West Memphis (Arkansas) hasta poco después de que el 20 de mayo de 2010 su hijo, el sargento de policía Brandon Pauden, y el agente Bill Evans detuvieron una camioneta y fueron muertos a balazos por los pasajeros, Jerry Kane y su hijo Joseph, de 16 años.
Los Kane eran conocidos como seguidores del movimiento autollamado “ciudadanos soberanos”, que no reconoce el papel del gobierno federal y cree que no necesitan de sus papeles.
El movimiento, como Kane padre en este caso, está frecuentemente relacionado con iglesias cristianas fundamentalistas que a su vez mantienen vínculos con grupos neonazis como “Nación Aria” (Aryan Nation), nativistas como las “milicias” o supremacistas blancos y racistas como el Ku Klux Klan.
“Son más peligrosos para nosotros en la policía que los terroristas internacionales”, agregó Paudert, entrevistado por el Kansas City Star.
El Centro Sureño Legal y de Pobreza (Southern Poverty Law Center-SPLC), un grupo especializado en combatir a los grupos de derecha, señaló que el número de grupos de extrema derecha se multiplicó desde la elección de Barack Obama, el primer presidente negro de ese país.
En abril de 2009, un reporte del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) advirtió de hecho que los problemas económicos, combinados con la elección de Obama y la posibilidad de restricciones a la venta y posesión de armas de fuego, podrían disparar un incremento en la violencia extremista, en particular por supremacistas blancos y grupos milicianos.
“El reporte indicó también que extremistas podrían tratar de reclutar veteranos descontentos —algo que las milicias reconocen haber intentado y que dicen en algunos casos han logrado— para aprovechar su entrenamiento militar y sus habilidades de combate”, reportó Judy L. Thomas en el diario Kansas City Star.
En ese marco, de acuerdo con la organización New American Foundation, del 11/S de 2001 —el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en
Washington que causó tres mil muertos— a 2014, los terroristas domésticos de derecha habían dado muerte a 34 estadunidenses mientras los motivados por el islamismo habían asesinado a 21.
Pero los autores del reporte, Peter Bergen y David Sterman, hicieron notar que “ninguno de los yihadistas adquirió o usó armas químicas o biológicas, mientras 13 extremistas de derecha lo hicieron”.
Mark Potok, uno de los principales investigadores del SPLC, escribió recientemente que “los números de los grupos de odio —y especialmente de milicias “patrióticas” antigubernamentales— crecieron tras la primera elección de Barack Obama a fines de 2008.
“Aunque esos números han bajado algo en los últimos dos años, la violencia terrorista y otra extremista ha regresado a niveles similares a los de los años 90, durante la primera ola del movimiento de milicias” precisó.
Potok hizo notar que un estudio de la SPLC encontró que en los últimos seis años, tales incidentes han ocurrido en promedio cada 34 días. Igualmente, de acuerdo con un reporte del SPLC, hay 784, después de llegar a un pico de 1,018 en 2011.
Curiosamente, al igual que los extremistas islámicos alientan los ataques por militantes individuales, casi imposibles de vigilar y detectar, 90 por ciento de los atentados cometidos por la extrema derecha estadunidense fue realizado por “lobos solitarios”.
Y si alguien dudara de las intenciones, Potok señaló varios ejemplos, incluso cuando en 2003, agentes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) intervinieron en la casa del extremista William Krar y almacenes que había rentado: encontraron más de 500 mil balas, 65 pequeñas bombas y casi un kilo del compuesto químico cianuro de sodio, así como componentes que podrían transformarlo en bombas con capacidad de matar “a millares”.
Pero no es un incidente tan raro. De hecho, pocos años antes, en abril de 1997, de acuerdo con el mismo Potok, tres miembros del grupo racista Ku Klux Klan fueron detenidos antes de que intentaran ejecutar un atentado explosivo contra una refinería de gas natural en las afueras de Fort Worth (Texas) que, según las autoridades, hubiera causado tantas como 30 mil víctimas.
Para los estadunidenses, sin embargo, la tendencia es pensar en extranjero, sea musulmanes radicados en el país o provenientes de Oriente Medio con la posibilidad de entrar subrepticiamente a través de la frontera con México.
Pero ésa es una imagen conveniente para grupos políticos. El propio Potok destacó que en su opinión, una de las más serias amenazas es que partes de la agenda de la extrema derecha han entrado en las ideas de grupos considerados legítimos, como los partidos del té y los republicanos mismos.
Las propuestas van de lo imbécil a lo sublime. De la idea de que “cientos” de terroristas islámicos han llegado subrepticiamente a Estados Unidos a través de la frontera con México a las leyes dedicadas a prohibir la imposición de la Sharia -la tradicional ley musulmana-; de la idea de un complot para imponer el socialismo en Estados Unidos bajo la bandera de Naciones Unidas a la propuesta para ejecutar a cualquier persona que cometa actos homosexuales.
Peor aún, cientos de oficiales de policía se han afiliado a grupos como los Oath Keepers (mantenedores de juramentos), un grupo de extrema derecha preocupado, entre otras cosas, de que Estados Unidos “se esté convirtiendo en un estado policiaco” y no de acuerdo con su propia interpretación de la constitución estadunidense.