La tecnología arrebata la individualidad: Carlos Jurado

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Carlos Jurado, padre de la fotografía estenopeica en México, estuvo en Oaxaca en días pasados con su exposición La Caja mágica y el unicornio. Con una actitud que no dejaba duda de su hartazgo ante las firmas de sus fotos y los saludos que perfectos extraños le solicitaban, como si lo conocieran de toda la vida.

Tal vez fuera por el calor o el bochorno, el veterano fotógrafo se mostró reacio a contestar entrevistas, resistencia dentro de la que solo soltó algunas declaraciones en el evento que cerró la sexta semana de fotografía estenopeica, la cual tuvo en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, uno de sus principales escenarios.

Jurado se declaró un buscador permanente de maneras de hacer fotografía, que nada tengan que ver con las tecnologías modernas.

En ese sentido se entiende su dedicación desde la década de los setentas a un estilo de fotigrafia, que consiste en colocar papel fotográfico dentro de una caja, que le deja al estenopo, la luz y el tiempo hacer el resto.

“La estenopeica tiene una serie de ventajas y formas de expresión que la hacen diferente a cualquier otro tipo de fotografía, a pesar de ser tan antigua hoy en día tiene mucha demanda en el mundo entero.”

Fue una de las escuetas respuestas a preguntas peliagudas que el fotógrafo, quien exigía que se le hicieran “preguntas específicas”, se dignó a soltar, asegurando que actualmente la estenopeica cuenta con un gran número de partidarios que buscan volver a la sencillez y la verdad del origen.

“No hay un uso específico para las viejas prácticas fotográficas, simplemente son métodos de trabajo.”

Comentó Jurado dejando ver que su aversión a la tecnología (declaró que nunca ha poseído una cámara digital) no solo se traduce a su trabajo, sino a su vida diaria, donde aseguró que no usa celular, porque este le quita la vida y la inventiva a las personas.

“Odio el celular, quita la tranquilidad, la individualidad. Veo a la gente en el baño o manejando con su celular. A mí no me gusta.”

Finalmente la sonrisa en Carlos Jurado apareció, cuando alguien se acercó y le alcanzó una cerveza, a un hombre baluarte de un método fotográfico de inherente individualidad que “sigue vigente a pesar de todo.”