Cómo la narcocultura ha permeado las artes mexicanas

0
221

El mundo de la literatura, las artes plásticas, la música o el cine han abordado el tema, algunas veces a manera de crítica, en otras, como apología al narcotráfico.

Jesús Malverde, “el santo de los narcos”, se vuelve objeto del arte, las novelas se sumergen en el mundo de la droga y los narcocorridos cantan a los traficantes; es la narcocultura que impregna la sociedad mexicana y se desliza no solo en las artes, sino también en el modo de vida.

Hablar de narcocultura es hablar del auge de productos que versan sobre el narcotráfico en el mundo de la literatura, la música o el cine, y de cómo sus raíces se encuentran aferradas a la sociedad.

Es lo que la doctora Vittoria Borsò llama “los dos polos de la narcocultura”, y que comprenden, por una parte, los elementos vinculados con lo que entendemos “de manera estrecha” por cultura.

Por otra, engloba lo relacionado con los “regímenes de poder tanatológicos que consideran la vida como un mero material que puede ser aniquilado”, señaló Borsò durante un simposio sobre narcodependencia celebrado en la capital mexicana.

El artista urbano Luis Romero, conocido bajo el nombre de Watchavato, es uno de los exponentes de cómo el narcotráfico se refleja en las artes.

Él es el creador de la serie “Infinitas gracias”, que consistió en la impresión de 2.500 billetes de un dólar con el rostro de Jesús Malverde que el artista pegó en las calles mexicanas y ciudades extranjeras.

Su trabajo con la figura del “santo de los narcotraficantes” viene motivado por los recuerdos de su infancia, cuando su madre le llevaba a la capilla de Malverde, a quien él quiso tratar como una persona cercana e incluso “de la familia”, dijo el artista.

“Siempre aclaro que nunca he hecho apología al narco con mi trabajo, más que nada lo que he hecho es mostrar el contexto en el que nací y crecí”, señaló refiriéndose a su ciudad natal, Culiacán (estado de Sinaloa), donde Malverde es “un icono muy identificable de toda su cultura”.

A pesar de esto, Watchavato reconoce que hay otros artistas que han adoptado el tema de manera “oportunista”, pero que “como no lo vivieron, es muy fácil que lo saquen de contexto” o que lo exageren.

Los polémicos narcocorridos, canciones de la música norteña que reflejan las andanzas de los narcotraficantes, han sido acusados de ensalzar a estos personajes.

De hecho, el Ayuntamiento de Chihuahua prohibió el pasado marzo su interpretación y difusión, bajo penas de arresto y multas.

La incursión del narco en espacios creativos como las corrientes musicales puede llegar a fomentar la identificación de los jóvenes con este mundo, indicó el profesor Günter Maihold, mencionando también las telenovelas que giran alrededor del tráfico de drogas.

Al no encontrar estos su “espacio en la sociedad”, el narco genera en los jóvenes “una sensación de que ahí la riqueza es fácil, de que no se necesita hacer mucho esfuerzo”, aseguró el miembro del Colegio de México.

Los grupos que tocan esta música y sus discográficas difunden aspectos como la forma de vestir y los gustos de los narcotraficantes, así como algunos rasgos de su pensamiento, entre otros, una cierta mentalidad machista, dijo el académico Luis Fernando Lara.

En cuanto a la literatura, apuntó, predominan las novelas cuyo objetivo es denunciar el mundo del narco, a pesar de que también se dan aquellas más comerciales publicadas porque “las editoriales han descubierto que son muy buen negocio”.

Ante el auge de productos literarios, entre los cuales se encuentran títulos como “El zar”, de Antonio Gallego Uribe, o “Trabajos del reino”, de Yuri Herrera, la pregunta que Borsò pone sobre la mesa es cómo escribir para “deconstruir la mitología alrededor del narco”.

“El narrador no se debe dejar fascinar por la violencia, necesitamos una escritura que nos impacte y abra los ojos, enseñando los problemas y con signos de vida que permitan dar una resistencia”, especificó la profesora de la alemana Universidad de Düsseldorf, poniendo como ejemplo al chileno Roberto Bolaño.

La “fuerza social” en la que se ha convertido el narco ha dado pie a una situación en la cual el miedo se convierte en el “central instrumento de control”, indicó Maihold.

En definitiva, las prácticas sociales, recordó, “también son cultura”, y mientras los “marcos de orientación tradicionales” van desapareciendo, la identificación con aspectos de lo narco aumenta.

“Y muchas de las personas ni siquiera se dan cuenta de que la procedencia de estos elementos viene del espacio criminal”, observó Maihold.