En el caso de los jóvenes estudiantes de medicina atropellados por un junior de apellido ilustre, se combinan factores inverosímiles: La de la pésima suerte que hizo encontrarse en esa mala noche a los protagonistas; la actitud dolosa y burocrática de servidores públicos que no actuaron con diligencia; las manías patológicas de algunos comunicadores que especulan irresponsablemente, con el escándalo y la mentira; el oportunismo de actores políticos en la facultad de medicina, en la ciudad capital y en las organizaciones gremiales que ven la posibilidad de mostrar el músculo. Lo peor es que esa lucha, puede oscurecer que lo esencial es que hubo una gran tragedia y hay que aplicar la ley.