Por Rodrigo Islas Brito
Puede que sea un reajuste del orden de las cosas, o una simple coincidencia, pero hoy el exdirector del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), la misma institución a la que el gobierno estatal le embargo en diciembre del 2014, bajo pretexto de añejas deudas fiscales, cuentas bancarias por 863 mil 43 pesos (situación que su creador Francisco Toledo denunció hasta el cansancio) es el nuevo responsable de las políticas culturales del estado.
Alonso Aguilar Orihuela se ha sacado la rifa del tigre y es ahora, a sus 35 años, el nuevo responsable de la Secretaría de las Culturas y las Artes de Oaxaca (SECULTA).
Independientemente de por qué llegó y para que llegó, Orihuela arriba a una dependencia en números rojos, con su empleados cerrando teatros y oficinas por ausencia de pagos.
Con sesenta becarios del C14 esperando con veladora encendida el segundo pago, nerviosos ante el precedente de que el primer pago tardó más de seis meses en llegar.
Un terreno minado, que su anterior inquilino, Francisco Martínez Neri, ocupó como sala de espera en lo que salía su boleto de viaje para una candidatura a la diputación federal.
Neri, hoy convertido en el paladín ciudadano de la honestidad, dejó en teatreros, artistas y creadores en general un sensación de que habían sido escuchados por un señor que les vio el cronometro en la cara, con discursos como la descentralización de la cultura, pero que a la mera hora ni siquiera fue bueno para llevar unas sillas a una puesta teatral en San Luis Beltrán.
Fue en mayo del 2014 cuando tuve la oportunidad de entrevistar a Aguilar Orihuela, su nombramiento como nuevo director del IAGO se había hecho público y fuera de la entrevista, Chito, como yo y otros contemporáneos lo habíamos conocido desde finales de los noventas, me compartía que consideraba que finalmente después de años de trabajo, “este era su momento.”
Un año después, con su nuevo nombramiento como secretario de estado, al parecer, lo sigue siendo.
Alonso, periodista cultural de Milenio durante algún tiempo, ha sido desde hace años una figura cercana al pintor Francisco Toledo, el cuate que lo entrevistaba cuando el ya mítico filántropo cultural requería de dar su versión sobre cualquier cosa.
Como cuando decidió cerrar el Cineclub El Pochote y le confió al entonces periodista su gusto por los documentales de Miguel Covarrubias, sobre el Istmo de Tehuantepec.
“Me gustan porque yo vi en el Istmo de los 40, lo que vieron ellos. Ese documental es mi memoria. Yo me bañé en el río. En ninguna casa había llaves de agua. Había pozos a orillas del río. Con los primos íbamos a bañarnos, a acarrear agua y a espiar a las mujeres.”
Esa confianza y camaradería sincera de un Francisco Toledo hacia Orihuela, quien a los reporteros (oaxaqueños) generalmente acostumbra a responderles a base de monosílabos, fue lo que llevó finalmente al pintor a confiarle la dirección de su instituto más preciado.
Todo en el marco del cierre por parte de la Fundación Harp del Jolgorio Cultural, la publicación mensual que Alonso dirigía y daba cuenta de las actividades de la fundación, al mismo tiempo que proponía una visión algo critica de la oferta cultural local y nacional
El final no fue terso, Chito retuiteo un artículo que escribí (y se publicó en un sitio web que ya no existe) respecto al cierre, donde no había palabras precisamente amables para Alfredo Harp Helú.
El gesto no fue del agrado de la directora de la Fundación, María Isabel Grañen, y en consecuencia, según algunas versiones, el nombramiento del nuevo director del IAGO, tampoco.
Por lo que probablemente, Chito y su meteórico ascenso , de editor de lo que la Fundación siempre quiso visualizar como su gaceta informativa, a máximo responsable de gobierno de la cultura del estado, signifique una especie de afrenta para el órgano filantrópico y cultural del dueño de Sport City, afincado ya en Oaxaca de una manera por demás inmobiliaria.
Para Francisco Toledo, con su reciente donación de las instalaciones y acervo del IAGO, y la colección de arte José F. Gómez al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), el que haya un hombre de su entera confianza en la SECULTA, no puede ser una casualidad.
A lo menos el gobierno estatal ha decidido cerrar el frente que abrió con el pintor juchiteco por la incautación fiscal del dinero del IAGO, donde Toledo se dio el gusto de invitar al gobernador Gabino Cué como testigo de honor del acto protocolario del traspaso del instituto al que meses antes la Secretaría de Finanzas de su gobierno dejara en números rojos.
Solo para prestarle su pluma y pedírsela de regreso en público, donde el “no se la vaya a robar” de un reportero, hundió al gobernador en el pasmo con los flashazos de los reporteros haciendo blanco en su desconcierto.
A lo más, Toledo tiene ahora carta blanca para terminar de asegurar su legado cultural, del que para efectos prácticos sigue al frente.
“Francisco es un tigre, es un tipo que parece que no, pero siempre está pensando. Lo del traspaso no lo hizo más que para sacudirse a todos los zopilotes que traía encima, todas esas personas del mundillo del arte que se han beneficiado y han hecho una fortuna con todo lo que él ha movido.”
Me comentaba hace unas semanas un pintor veterano que le ha visto a Toledo hacer de todo y sin medida.
“¿Recuerdas cuando se opuso y armó un movimiento para que no se pusiera un McDonalds en el zócalo? Armó un escándalo que se volvió mundial. Esa misma semana tuvo una exposición en Nueva York y lo vendió todo.”
El artista, quien accede a que sus comentarios se hagan públicos pero su nombre no (“ya estoy viejo para meterme en pedos”) define a Toledo como un “estratega.”
“Le vendió el IAGO al INBA y se lamentó de que le habían pagado un peso. Pero él no buscaba vender nada, solo quería seguir al frente de sus institutos con una economía que ahora pasó a ser responsabilidad del estado.”
En este contexto el nombramiento de Aguilar Orihuela, surge a año y medio de concluir el sexenio, lo cual en términos prácticos no le dará para planear gran cosa.
Aunque entrando de lleno en el terreno de la especulación, habrá que recordar el caso de Andrés Webster Henestroza, quien nadando de muertito, fue secretario de cultura en el gobierno de Ulises Ruiz y lo siguió siendo hasta mediados del gobierno de Gabino Cué (dos sexenios tan supuestamente enconados entre sí, en donde el primero llego a decir -literalmente- que se iba a “coger” al segundo.)
Hoy, con las posibilidades latentes de que el PRI regrese a la gubernatura en el 2016, no sería nada raro que Francisco Toledo haya empezado a medir el alcance de sus propias fuerzas.
Teniendo ahora en la Secretaría de Cultura del Estado a alguien que podrá negociar por él.