Las tres fotografías de Paola Dávila

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“Si tú le dedicas un tiempo a decirle a un niño, observa, observa, ya no va a ver igual después.”

Paola Dávila impartió hace unos años, algunos talleres de fotografía a unos niños del DIF en Peralvillo, cuyos padres según relata la fotógrafa, con su determinación de que sus vástagos no eran buenos en nada, no eran los mejores para estimular su autoconfianza.

“Les decía, cuenten cuantos verdes ven en los arboles de aquí a la siguiente semana que nos veamos, y llegaban niños que te decían tres o dos, o llegaban niños que te decían 173.”

“La idea era esa, que en esa cotidianidad observaran eso que siempre ha estado ahí y que nunca volteaban a ver.”

Dávila ha vuelto a trabajar con niñas y niños en el taller que dio hace unas semanas en San Bartolo Coyotepec, Teotitlán del Valle, Temextitlán y Rancho Texas, como parte de su ejercicio de retribución social de una beca del FONCA.

“Mi alumnos de 18 o 20 años no tienen idea de porque les salió tal imagen, pero estos chavitos de 8 y 9 años te hablaban de que en su composición pensaban en aplicar tal o cual técnica.”

El taller de película Polaroid, formato y soporte con el que Dávila lleva varios años trabajando, formó parte de los programas permanentes de talleres de fotografía para niños que el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo lleva a cabo de manera permanente en la comunidades mencionadas.

Javier León, Eva Lepiz y Bertha Cervantes, son los profesores que cubren de base dichos talleres. De su labor Dávila reconoce una capacidad que condujo a que por primera vez en su vida la fotógrafa se haya encontrado con niños alumnos que, por principio ya conocían de técnicas, y hablaban con soltura de reglas de tercios y apertura de diafragma.

Paola, quien lleva quince años en la brega fotográfica, cuenta que la limitante del alto costo del material del taller jugó al final un papel importante.

“Solo tenían derecho a tres fotografías, y tenían que pensar muy bien como las iban a administrar y como las iban a tomar.”

Paola cuenta que, cada niña y niño de cada comunidad, aunque estaban más o menos en el mismo rango de edades, tenían intereses diferentes y maneras creativas completamente distintas para abordar su trabajo.

Con cámaras que no estaban hechas para controlar nada. “Olvídense que quieran controlar la luz , lo que me interesa es lo que quieran decir con sus imágenes.”

“Ya entienden sobre tal o cual efecto, la profundidad de campo, entonces ahora piensen en que van a lograr con esta foto, que quieren decir con ella, que quieren que entienda la persona que la va a ver.”

Interrogantes que llevaron a los pequeños fotógrafos a planear, a esperar, a caminar. A buscar esa torre, árbol o montaña que habían visualizado para su encuadre.

“Les proponía que en un área delimitada nos pensáramos como unos astronautas que solo podrían traer tres tesoros y el soporte seria en unas instantáneas de Polaroid.”

La torre de los tesoros, es como Paola título a sus talleres, basada en un trabajo personal que ella misma ha venido desempeñando en sus propias fotografías.

“Tomaban lo que más le prendía, se tomaron su tiempo, hubo unos que en tres horas solo hicieron tres fotos, y otros que en un minuto ya lo habían tomado todo.”

“Los dos como proyectos creativos funcionan, desde que puedes tener claro exactamente que quieres o que estas buscando, o te planteas una cosa y te das cuenta que al final no lo puedes solucionar, o no funciona, o no era lo que esperabas.”

Para Dávila (quien relata que aprendió a hacer fotografía en el Álvarez Bravo bajo la guía de Domingo Valdivieso, revelando con agua de garrafón) estos proyectos van mas allá de que si Oaxaca tendrá o no un futura generación de muy capaces fotógrafos oaxaqueños.

“Es un proyecto que sensibiliza, que va a volverlos mejores ciudadanos, más conscientes.”

Para Dávila los paisajes y la naturaleza son una constante en las temáticas de su trabajo, también ha hecho gráfica y empezó haciendo foto en blanco y negro.

“Mi primera forma de entender el color fue con la Polaroid. Antes solo había producido monocromo, fotografía y litografía en blanco y negro.”

La Polaroid es para la fotógrafa una forma sencilla de entender el color, las paletas , esa cualidad de calidez que al final el mismo soporte ofrece. Con una cualidad de ser única, de que a pesar de que se tomen tres, cuatro o cinco fotografías, siempre habrá posibilidad para las variantes.

“Cada imagen será distinta ya por el revelado, o por las fallas o porque cambió el color o subió la temperatura. Nunca tienes un control al cien por ciento de lo que va a surgir, y nunca tienes una copia igual a la otra.”

Sobre crear con becas o sin becas , Dávila advierte que está decidida solo a tirar buen rollo y afirma que una beca te da el compromiso de crear algo y el recurso para hacerlo.

“¿Cómo le haces para seguir produciendo y seguirle dando disciplina a eso que te quita tiempo, lana y que no te está dando de comer, y que encima es lo que más te gusta hacer?”

“Con beca o sin beca hay que adquirir una disciplina para producir.”

Y vaya que Paola sabe de disciplina, pues lo mismos da clases en una universidad, que trabaja como asistente editorial en una revista de Historia de la Fotografía, que realiza proyectos personales.

“A veces es fácil que tu energía se vaya diluyendo, porque tienes que pagar la renta y sobrevivir.”

Dávila cuenta que producir fotografía es carísimo, que ha hecho gráfica y pintura y que estas resultan más nobles pues se mueven más rápido y están mejor posicionadas.

Aun así no puede negar nada y admite que le encanta hacer fotografía, placer que la ha llevado a trabajar con la única galerista que vende fotografía en México, Patricia Conde,

“Me encanta. Pero nunca ando con una cámara, para mi tomar fotos es una cosa muy pensada

Cuestión que la llevó a llegar a uno de los talleres que impartió en Oaxaca sin una cámara en la mano. Los niños lo notaron

“¿Y tú cámara maestra?, me preguntaron, Yo llevaba un Ipad para hacer fotos de registro.”

“¿Vas a hacer fotos con tu tablet, maestra? Es que a nosotros nos han enseñado que todo fotógrafo profesional tiene una cámara.”

“Y yo así de ¡mierda!, me descubrieron. Me sentí desarmada, ¿a ver ahora como los convenzo de si soy fotógrafa?”

Paola Dávila ríe de buena gana ante su propia historia, consciente de que ya no hay necesidad de convencer a nadie.