“Oaxaca es el estado en el país más conservador, el que menos cambia, se revoluciona y se reinventa, pero que descubre en su ser una permanente visión vinculada a la tierra, al clima, al cielo, a las estrellas, que le permite tener una visión distinta”.
Jaime Martínez Luna, antropólogo e investigador zapoteco, teórico desde hace mas de de treinta años del concepto Comunalidad, da una plática en un enclave de la Sierra Norte a un grupo de chavos,que están ahí para encontrar el cristal adecuado, para diversos proyectos audiovisuales.
Luna les habla de la comunalidad y de cómo esta está pautada diseñar mundos distintos, maneras renovadas de sentir y hacer la vida.
“Imaginar mundos nuevos. Comprender, sentir nuestro momento histórico”, plantea el originario de Guelatao, quien apunta que a su célebre paisano, el benemérito Benito Juárez, lo respeta pero no le comparte algunas cosas.
“Oaxaca es un territorio escabroso lleno de loberías, montañas y montes, con las dos madres sierras que atraviesan el país” agrega el también músico con una voz algo desgastada por el pensamiento.
Jaime afirma, que esta condición geográfica le permite a Oaxaca generar modelos de vida y de racionamiento menos abstractos y más complejos, vivenciales y terrenales.
“En Oaxaca la sociedad se puede dar el lujo de pisar el suelo y arrancar de el modelos de pensamiento propio”.
El antropólogo hace referencia al gran número de comunidades vivas, que se gobiernan así misma, y como la tierra de Juárez es el único estado del país con dos regímenes políticos reconocidos constitucionalmente.
“El que se decide con un discurso ajeno y el que se decide con un discurso propio”. Luna hace referencia a los usos y costumbres (hoy definido como Sistemas Normativos Internos) que rige el 38 por ciento de las comunidades del estado.
“En esta región de montañas no existen partidos políticos. En la comunidad la que manda es la asamblea, la que dice quien va a coordinar su vida durante un año, año y medio o tres años”.
El conferencista apunta entonces sus baterías al capitalismo, al cual mira como un laberinto donde la propiedad y el dinero han llegado a cooptarnos en una autentica encerrona.
“Las posibles ventanas ya no están en ese modelo económico, han cancelado todas las posibilidades y manejan nuestras mentes y nuestros ojos”.
El pensador zapoteco y serrano mira a esta sociedad como un ente autómata atravesada por un individualismo avasallador.
“¿Acaso este planeta no puede ofrecer salidas?”
Se pregunta Luna, mientras refiere que la comunalidad antes que nada se plantea como una fuente de racionamiento propio. Comprendiendo al ser comunal que habita en nosotros, el ser comunal que traemos dentro.
“Respeto, trabajo, reciprocidad”, es lo que pide la comunalidad como principios de las cosas.
“Nosotros no somos el centro. No somos nadie sin el otro. Tú dame la mano y vas a ver que nos caemos”.
Martínez Luna, considera que la construcción del yo expulsa a la larga esos asomos de unión y empatía de nuestro entendimiento dándole la espalada al respeto, al otro, a una posible “compartencia”.
Donde todos podamos construir una imagen que comparta con nosotros la vida, donde la transformación no puede concederse como un transformarse individualmente.
Se le comenta a Luna, que en los usos y costumbres también hay sangre, que cada año comunidades de este estado se sumergen en sus asambleas en luchas intestinas por hacerse del poder, por quedarse con regidurías donde la gente llega a matarse mutuamente por controlar tres mil o cinco mil pesos.
Se le pregunta a Luna, si sus conceptos no son demasiado idealizados o suspendidos en un hipismo comunitario.
Luna principia respondiendo que los elementos que generan la tensión en la comunidad son ajenos, que el ansia de poder y de propiedad provienen de los parangones externos.
“Si, es fácil idealizar, pero solo lo idealiza aquel que no lo vive, que no lo trabaja, que no lo respeta”.
“Entender el respeto e integrar al otro a ti, trabajar con él, no solo verlo trabajar, para conseguir así un beneficio reciproco”.
“La investigación de las universidades que se fundamente en el sujeto y el objeto vale madre, porque están separados. Porque la filosofía occidental separa al ser y estar. Y el sujeto se convierte en el amo y señor de todo, y a todo lo demás lo convierten en cosas”.
“No estamos diciendo que esto garantice armonía, esto es un proceso donde hay unos que piensan más de este lado y otros más de este otro lado”.
Jaime Martínez Luna, finaliza con una máxima que nada tiene de idealista.
“No creemos en el amor, creemos en el trabajo”.