Un monstruo de mil cabezas se presentara en unas semanas en el festival de cine de Venecia, la cinta, una historia de voces polifónicas que narran el abyecto camino de una madre de familia por encontrar una justicia que no la reconoce.
Rodrigo Plá, que llega con esta cinta a su cuarto largometraje como director, recuerda que empezó a ver cine gracias a su padre, un psicólogo uruguayo lacaniano exiliado de la dictadura militar que gobernó Uruguay de 1973 a 1985.
“Llegué a México en 1977, a los nueve años. Viviendo siempre con la dualidad de mis dos países. Mi padre era bastante cinéfilo, así que desde pequeño nos llevaba a la vieja Cineteca Nacional”.
Plá establece que ese primer reconocimiento de sus cinefilia le abrió las puertas de sus propio entendimiento, donde a través de la experiencia de los otros, de la gente que vivía en las películas, el empezó a vivir también
“Ahí fue donde vi mis primeros desnudos” comenta Rodrigo con una sonrisa, al tiempo que aclara que hacer cine para él no es un asunto a padecerse.
“Me siento súper afortunado de trabajar en esto porque retribuye bastante. Si, es un trabajo esforzado, y si, hay muchos reveses y a veces es complicado el levantar una película y conseguir el financiamiento”.
“Pero al final el cine te regresa muchas cosas. Para mí es una gran excusa para indagar temas, para conocer a la gente y sus miradas. Y al final cuando la presentas y alguien llega a decirte que tu película le llegó, pues te das cuenta entonces de que todo el viaje valió la pena”.
Novia mía (1996),con Ernesto Gómez Cruz y Roberto Sosa , fue el corto de tesis de Plá del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) ,donde contaba una de esa historias de rituales familiares en la demencia que caracterizan buena parte de su obra.
El corto daba cuenta de que sucedía cuando a una chica ahogada en un pozo, le descubrían que estaba embarazada, causando con esto un maremágnum en su padre, que lo llevaba a organizar una boda con el tipo que la había embarazado, aun con el detalle de que la novia era en realidad un cadáver.
Después llegó El ojo en la nuca (2001), cortometraje por el que Rodrigo gano un oscar estudiantil, protagonizado por el futuro astro de la pantalla mexicana, Gael García Bernal.
“Siempre se deliberó mucho en Uruguay de porque no habían sido juzgados los militares, cuestión que fue confirmada en un plebiscito. Con esto era como si parte de mi propia historia no tuviera sentido “.
Menciona Plá sobre el génesis de la historia, la de un joven uruguayo exiliado en México que regresa a Uruguay a pedirle cuentas al militar que arrestó y desapareció a su padre.
“El personaje de Gael era una especie de alter ego, claro, con la salvedad de que en mi caso mis padres si pudieron escapar a tiempo de los militares”.
Plá recuerda que la anécdota surgió una tarde que descubrió un artículo de un militar uruguayo que había retado a duelo a un periodista por algo que había escrito en su contra, y que el título del filme lo dio la declaración textual de un político que llamaba a los uruguayos a dejar atrás el pasado y terminar de desaparecer a los desaparecidos.
“Me di cuenta entonces que todavía existía una ley de duelo en el Uruguay, y que el asunto con los desaparecidos, es que son cuerpos sin enterrar, con una historia que no se concluye”.
Plá menciona que con estos dos cortometrajes pudo probar una estructura de largometraje, y la propensión por revisar el pasado para que la historia finalmente se pueda contar diferente.
Esta propensión hacia personajes con quiebre y momentos desatados de locura, los llevó el cineasta hacia un primer largometraje que a la larga terminaría siendo el segundo, Desierto Adentro (2008).
La cinta que marca su primera colaboración con la escritora y guionista Laura Santullo, su socia creativa, esposa y madre de sus dos hijos.
“Desierto Adentro es una película para varios tipos de lecturas” , dice el realizador sobre la historia de un padre obsesionado durante la guerra cristera, con que se ha jodido a Dios , y que Dios se lo va a joder a él con la vida de sus hijos.
Basados en escritos del filósofo danés Soren Kierkegaard, Plá y Santullo visionaron desde el principio el contar esto dentro de un universo católico, en una época donde el culto religioso se había prohibido.
“Ese contexto se presentaba a una reinterpretación de la fe, gente sin guías espirituales que empiezan a tener conversaciones con Dios, que también podían ser brotes psicóticos”.
“Laura y yo queríamos hablar de la locura religiosa, del fanatismo llevado a sus extremos. Por lo que capitulamos la estructura de la cinta como una biblia, con una música de voces vinculadas a los cantos gregorianos, con una historia en tres etapas contada por retablos religiosos”.
Sobre el rodaje de la cinta, el protagonista y padre enloquecido en la ficción, el actor Mario Zaragoza ha contado en diversas entrevistas, que los procesos para llegar a su interpretación se pusieron tan bizarros que Plá le terminó preguntando si no andaba actuando bajo los efectos del peyote.
El cineasta ríe y empieza por aclarar que Zaragoza se entregó mucho a su personaje.
“Mario entró en una especie de catarsis medio rara mientras estábamos filmando unas secuencias de noche que se alargaron y que teníamos que acabar en ese momento. Y bueno, pues si, el hombre entró en unos estados alterados muy particulares”.
Plá comenzó primero Desierto Adentro, pero la que se acabó estrenando antes fue La Zona (2007)
“En Desierto había una animación cuadro por cuadro de los retablos, un proceso que hicieron Juan Medina y Rita Basurto, animadores tapatíos, que les llevó un año”.
“En ese inter sale el financiamiento en coproducción con España de La Zona, la cual, con más recursos, fue la película que se concluyó primero”.
La Zona, premiada en Venecia, partía de un cuento de Santullo de un libro titulado El otro lado , con historias que exploraban los puntos de ruptura de las dualidades.
A partir de ahí Plá puso en escena la historia de un joven delincuente de barrio bajo (el fallecido Alán Chávez) que queda atrapado en un fraccionamiento de clase alta que subsiste en una sociedad polarizada, en medio de miedos asesinos hacia la otredad de los demás.
“Miedos a lo que no conocemos, con una falta de autoridades que regulen y sean verdaderos intermediarios entre los ciudadanos”.
Se le pregunta a Plá si La Zona no es una puesta al día de Nosotros los pobres y Ustedes los ricos en clave de thriller, el cineasta sonríe a medias.
“Jugaba con una clave así pero también la rompía. Las películas no solo tienen un tema, las películas tocan muchos temas. Estaba además una relación entre padre (Daniel Giménez Cacho) e hijo (Daniel Tovar) donde las nuevas generaciones muestran otras maneras de entender las cosas.
Plá vuelve a recordar el talento de Mario Zaragoza, interpretando ahora en La Zona a un policía corrupto y medio bestia que intenta redimirse en un engranaje que no lo deja.
“Me gusta mucho ese personaje, es complejo. Es un personaje para el que ser Ministerio Publico ya es como un logro dentro de su propio contexto.
“Acude al llamado de alarma con una genuina idea de ayudar, pero también es tratado con mucho menosprecio por los habitantes del exclusivo fraccionamiento”.
Sobajado, al final el poli de Zaragoza intenta salvar a las víctimas, pero la inercia le dice que ya no es tiempo.
L a escena cuando el policía le acomoda una golpiza a una madre (Mayra Serbulo) que pide cuentas por su hijo desaparecido, para no tener que responderle, Plá la califica como “muy fuerte, de una frustración, de una rabia , de alguien que también es medio animal”.
Plá recuerda que el cuento original de Laura había un matiz algo futurista que partía de alguien que recapitulaba su historia, que había logrado salir de una zona modelo que hasta tenía su propia universidad.
Sobre las implicaciones del final, donde el chico rico (Tovar) se va a comer unos tacos después de haber enterrado al chico pobre sacrificado por una turba aristócrata (Chávez), Rodrigo la mira como el acto de un joven que ha dejado de tener el miedo que sus padres tienen.
“El joven privilegiado que salía de sus privilegios. Que veía al chico pobre como un igual, como en el cuento de El príncipe y el mendigo, donde la única diferencia entre los dos chicos era el lado del muro en el que habían nacido”.
“Al final un chico es cazado como un animal, y otro chico es finalmente el que logra ponerle un nombre. Era hablar que eso de afuera no es tan diferente, ni tampoco es tan terrible”.
Respecto a la dinámica creativa entre Laura Santullo y él, Plá asegura que con cada película esa dinámica ha sufrido un proceso diferente.
“Si hubiera que buscar algo en común en todas ellas, es el hecho de compartir la vida con tu mujer y con la escritora de la películas. Antes la escribíamos juntos y ahora ella las escribe”.
“Seguimos compartiendo la vida, con puntos de vista similares, aunque por supuesto no coincidimos en todo”
Plá comenta que su calidad de pareja les hace más sencillo a él y a Laura el saber de qué quieren hablar
“Son sus historias, pero a veces yo participo en ellas, o si no, manejan intereses que nos importan a los dos”.
“Cuando ella escribió La Espera (2012), era sobre sus abuelos, pero también era sobre los míos. Acudimos a situaciones que estén presentes en las historias de los dos “.
Pero para saber más sobre estos detalles, habrá que esperar a la segunda entrega de esta entrevista.