Columna Fogonero: De causas justas y pantalones bombachos

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“No hay causas justas”, me decía una y otra vez una amiga a la que las palabras de aliento y progreso de un político en campaña la habían colocado en calidad de hartazgo. Los dos éramos jóvenes y las posibilidades de seguir furiosos  y escépticos eran infinitas.

Hoy,  quince años después, no la he vuelto a ver, pero su frase va y viene de mi mente a cuentagotas.

Hoy que me dedico a reportear historias pareciera, que compruebo una y otra vez esa máxima hasta límites en las que me empiezo a cuestionar si esas ganas de encontrarles sus contras a cualquier cosa, no es también una talante reaccionaria.

Carajo, uno tiene que tener esperanza, aunque oigas al tipo por el que votaste dos veces para presidente y que responde a las siglas de AMLO  dice que el señalado por peculado, Salomón Jara, es su representante en Oaxaca .

Aunque en la rebatinga por el nuevo IEEPO existan más versiones que canciones y ninguna lleve a nada bueno, ni certero, ni con miras a que la educación de los oaxaqueños realmente le empiece a importar a alguien, y deje de ser un botín , un pretexto, un capital para grupos políticos  (la 22 y el gobierno federal) de estarse mutuamente jodiendo y llenándose el buche de poder.

Aunque el sindicato de músicos y la Sociedad de autores y compositores finalmente le hayan sacado veinte, de los 25 mil pesos que le exigieron a la empresa que en días pasados  trajo a Natalia Lafourcade al teatro Macedonio Alcalá, con la amenaza de cerrarles las dos fechas programada sino les pagaban un impuesto  de paso por no darle trabajo a músicos locales.

Un símil del impuesto a los pantalones bombachos de aquel capitulo de los Simpson, donde una  filmación hollywoodense de presupuesto pesado llegaba a filmar a Springfield, enfrentándose a la dura realidad de que el pueblo y sus gobernantes los veían con cara de caja registradora.

Puede que Oaxaca no sea Springfield, pero se acerca.

Según dos juristas consultados, los argumentos  de ley que el sindicato de músicos adscritos a la CTM ha venido aplicando a todo artista foráneo que musicalmente se presente en Oaxaca Capital, pertenecen a una ley general de autores y compositores que no está vigente en el estado.

Según estos mismos juristas también está el detalle de que el cobro del impuesto establecido “bajo los propios estatutos” del sindicato, debe ser cobrado en todo caso por una autoridad correspondiente, y no por un grupo de veinte personas que se presentan dos días antes del concierto a decir que si no les pagan, nadie la va a armar.

Según fuentes de la empresa que trajo a Lafourcade el pago final  fue de veinte mil pesos, diez mil por cada concierto, con cinco para el Sindicato de Músicos y otros cinco para la Sociedad de Autores y compositores, por los que al final no les dieron recibo a la empresa que trajo a Oaxaca a la cantante de Hasta la raíz.

Extraño proceder para lo que se supone es el cobro de un impuesto justo, que más bien tiene los visos de una carrera relevos que apesta a extorsión.

Lo interesante es que de los músicos oaxaqueños consultados extraoficialmente sobre la cuestión por lo menos tres cuartas partes estuvieron de acuerdo con el proceder de su representación sindical.

Argumentando que los cantantes locales vienen a Oaxaca sin aportar nada al escena local, surgiendo entonces la pregunta sobre si esto realmente debe ser su obligación.

 Algunos de los músicos adujeron que los 25 mil pesos exigidos por su sindicato es una cantidad nimia frente al desembolse que los gobiernos hacen por traer a artistas de fama nacional e internacional.

Que frente a la ausencia de apoyos, foros y mínimas posibilidades para los músicos oaxaqueños para  lo que queda es el agandalle. Algo así como un, no digo que está bien, pero  no hay de otra .

“No hay políticas públicas para la cultura en Oaxaca” escuché hace unos días en una reunión social.  Agarré el comentario al vuelo sin saber bien quien lo dijo.

Lo reflexioné y pensé en el discurso de anterior secretario de cultura del estado, Francisco Martínez Neri, hoy diputado federal y nuevo coordinador de la bancada perredista, quién en sus escasos diez meses en el puesto en lo que llegaba la candidatura que finalmente lo colocó en una curul en San Lázaro, hablaba de que lo suyo, lo suyo, era descentralizar la cultura,  de llevarla a las agencias, a las comunidades.

Pensé si en algún momento realmente aquel discurso tuvo algo de verdad, si los anuncios de Neri sobre construir una cineteca estatal, con recursos que se bajaron de la Federación pero nunca se aplicaron y se tuvieron que regresar, fueron políticas públicas.

 Si las explicaciones detalladas de su sucesor, Alonso Aguilar Orihuela, sobre las bondades del nuevo IEEPO  a niños pequeños con cara de que les estaban contando un cuento, también lo son.

Insisto, Oaxaca no es Springfield, pero se le parece.