Revancha (Southpaw,2015) es una especie de Rocky con drama de juzgados. La historia del boxeador que está en la cúspide y que un giro ojete de la vida lo coloca en el infierno.
Jake Gyllenhaal es la mejor razón de la cinta y en buena parte de su metraje, la única. El prolífico Antoine Fuqua, con vocación para el cine de acción mas recalcitrante (Asesinos sustitutos, Tirador) logra momentos de lograda infección sentimental, llenando a esta revancha de todos los tópicos posibles de películas de boxeadores.
El manejador que es hermano del alma hasta que de proteger el billete se trata (50 Cent), el entrenador furibundo de gimnasio que al final es mas bueno que el pan (Forest Whitaker, cual Burgess Meredith morenazo) el contrincante farolón de etnia minoritaria que de lengua se come un plato (Miguel Gómez) la hija vivaracha que salió buena para las cachetadas (Oona Laurence) la esposa abnegada y amorosa que con su desaparición terminara embalando la caída del protagonista (sensacional Rachel McAdams)
Caída que por mucho constituye el mejor lapso de esta entrega boxística, con un rosario de catorrazos, confrontaciones, lágrimas , desprecios, choques , bolsas de aire y juicios filiales (que a veces hace pensar a la cinta como una especie de mezcla Rocky conoce a Kramer contra Kramer) que tornan a este ring de cocodrilos en una pista de carritos chocones para estrellarse contra la desgracia.
Gyllenhaal en su papel de Billy Hope, aporta todo el brío (y hasta un poco más), que ha caracterizado sus ultimas, complejas y morrocotudas interpretaciones en celuloide (Nightcrawler, Enemigo, Prisioneros), donde ya sea como reportero psicópata de nota roja, doble de riesgo existencial, o detective de turbio pasado con look de que tiene mas broncas que los malosos que persigue, el recordado Donnie Darko, va perfeccionando cada vez mas su capacidad para parecer y subsistir como una especie de bomba molotov buscando su nirvana zen.
Jake logra redimir en algo la melodramática y gastadísima historia de superación personal de la cinta. Dándole la vuelta a un caudal de clichés y lugares comunes a los que dota de interés con el puro fuego y esternón de sus convicciones.
Fuqua, quien ha confeccionado buenas películas y hasta legendarias como Día de entrenamiento y Los mejores de Brooklyn, también ha sido capaz de perpetrar sandeces patrioteras palomeras del tipo Lágrimas del sol u Olimpo bajo fuego, pone en Revancha su conocimiento y sapiencia para levantar el show, y hace por expandir sus alcances de propulsión dramática, lográndolo a medias en una historia que se excede en su vocación de martirio.
Aún así, como esa mezcla y dualidad de echar trancazos y derramar las de San Pedro, Revancha consigue su equilibrio, que si bien no la vuelve una película particularmente memorable, si le de la calidad de producto aceptable para un round de sombra y una caja de kleenex para limpiar el llanto y los kilométricos litros de sangre que lo causan.