Pasó por lo que parecen los resabios de una barricada, ya es muy tarde y mi tropiezo con un ladrillo de tabicón prácticamente se vuelve inevitable. Cierro los ojos y retraigo lo más posible el tobillo buscando que el dolor no sea tan grande.
Termino pateando el ladrillo, descubro que no hay dolor, que este no es de tabicón sino de un unisel hermosamente camuflajeado, y aquello tampoco es una barricada, sino el set en la calle de Santos Degollado del cortometraje Historia de una aurora y dos ocasos, la primera ficción abierta que se realiza sobre el conflicto social que envolvió a Oaxaca durante el nítido y gaseado año del 2006.
Acelo Ruiz Villanueva, activista y encarcelado durante un día el 14 de junio de ese año, fecha del intento de desalojo de un grupo de granaderos a un plantón magisterial en el zócalo de la ciudad, que a base de pura coca cola en los ojos, resistieron, regresaron, madrearon y se terminaron quedando, es el autor intelectual y material de esta bomba molotov.
El primer domingo de filmación algunos vecinos del Centro Histórico pensaron que su pasado había regresado por ellos al amanecerse con un microbús aparcado a media calle con la palabra APPO.
La prensa enloqueció con encabezados tipo “la APPO regresa a las calles de Oaxaca”, o “vuelve el 2006…pero en el cine”. Las promesas de Acelo a sus amigos de que la filmación de su cortometraje pasaría desapercibida no fueron ni cercanamente posibles de cumplir.
La filmación del guion de 18 cuartillas se llevo a cabo en ocho días que incluyeron autos quemados, filmación en una azotea sobrevolada por siete helicópteros policiales, paseos nocturnos por una Central de Abastos con pinta de bocaza del infierno, simulacro de linchamiento con el que unos vecinos de Ixcotel amenazaron a la directora de arte al amanecerse con la friolera de que una barricada los estaba esperando en la esquina de su casa, señoras que regañaban al director por incluir vírgenes piteras como símbolo de la virtud revolucionaria, antiguos participantes del 2006 que la rolaban de extras y también regañaban al director acusándolo de ser demasiado fresa en sus alcances argumentales, y que al final, durante la fiesta de fin de filmación, terminaron abriendo el automóvil de una asistente de producción para correr como bólidos revolucionarios con el botín de una mochila vacía.
La historia de la cinta versa sobre un chico y una chica de distintas posturas ideológicas, que tienen que ir de barricada en barricada con tal de conseguir un transmisor con el cual defenderse de la entrada desmembradora de la policía federal preventiva a la ciudad, el 2 de noviembre del 2006.
Según Acelo,en su tercer cortometraje, la cosa no será exactamente sobre el año del conflicto, sino sobre la amistad, el autoconocimiento y el aprendizaje de dos jóvenes , que salen siendo unos y terminan siendo otros. Algo así como un Cuenta Conmigo en clave de road movie de barricadas.
Pero las imágenes del terriblemente celebre Ulises Ruiz están en las paredes, los extras gritan ¡Ya cayó! ¡ya cayó! ataviados con camisas que les cubren las caras mientras los polis (que en realidad son de Zaachila) golpean sus escudos con sus toletes con la claridad de un desenlace jodido e inminente, y el actor principal, el oaxaqueño Edwin Antonio , lanza de vuelta una bomba de gas a los gendarmes gritándoles que son unos hijos de la chingada.
Eso suena al 2006, y Ruiz Villanueva es el primero en descubrir que semejantes recuerdos son ya fácilmente ficcionables.
Si su escueto presupuesto de cortometraje estudiantil del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) se lo permite, el corto de kilométrico titulo y de una duración estimada entre los veinte minutos y la media hora, saldrá el próximo año, en el decimo aniversario de un movimiento y un lugar, el Oaxaca convulso del 2006, que siguen definiendo la vida pública del estado.
Con una Comisión de la Verdad para las violaciones a derechos humanos y los hechos de sangre, que acaba de presentar siete consignaciones para autoridades municipales que durante la revuelta social asesinaron a un policía comunitario en San Antonino Castillo Velasco.
Habrá que ver como resultan las cosas, y si esta filmación guerrillera con un presupuesto tan ajustado que amenazó con abortar la filmación más de una vez, canceló el shooting de dos secuencias que se quedaron volando, mantuvo al crew de treinta personas a dieta de comida macrobiótica del tipo de la que comen los astronautas en el espacio (“¡en la tierra de la Tlayuda, chingados!”- palabras de una asistente de producción) durante más de una semana, significo que una barricada monumental fuera levantada tan solo entre tres mujeres (de la cual de una de ellas acabó con una contracción en el cuello que la dejó caminando chueco) y convirtió al productor ejecutivo en una maquina del “te voy a decir que sí, pero no te digo cuando”, resulte finalmente en un sentido punto de vista de un momento , que para bien o para mal, a pesar de cualquier estallido que pretenda asemejársele, no podrá volver jamás.