Arte y violencia en tiempos de la masacre global: Iván Ruiz

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Por Rodrigo Islas Brito

“La violencia y la creatividad están en los polos opuestos. La violencia lo que trata es de aniquilarla. Para pasar a este estado de irreflexividad, irrepresentatividad, desfiguración, que vuelve a los seres humanos autómatas”.

Iván Ruiz, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM está en Oaxaca para dar una conferencia este jueves a las siete de la noche en el MACO, titulada Fotografía y violencia en México, narrativas disidentes.

Mostrando acudiendo a ejemplos visuales del periodo del 2006 al 2012, el sexenio de Felipe Calderón y al Guerra contra el Narcotráfico.

Ruiz entra de inmediato en materia, situación que no terminara en los próximos 32 minutos y aclara que la conferencia no será un muestreo de estado por estado de que hizo cada fotógrafo.

Habla sobre una documentación fotográfica que se ha separado de la narrativa oficial, con Fernando Brito, de El Debate, quien a la par de su cobertura realizó una obra personal que fue premiada en Word Press Foto y en Foto España.

Ruiz asevera que la documentación con lo artístico viene del trabajo de fotógrafos consumados de la muerte a la mexicana, del tipo de Nacho López y Héctor García, Enrique Metinides.

(De quien unos minutos después el teórico considero que hoy su obra, circunscrita a barrios y ambulancias” chocaría con los excesos informativos de hoy en día).

“Fotografía que desborda el sentido periodístico y comienza una elaboración artística, se distancia de la Nota Roja, presenta el hecho violento, pero busca generar otro tipo de imagen que sea informativa, que se torna también reflexiva”.

“Transito que han logrado fotógrafos autores como Mauricio Palos, Guillermo Arias, Pedro Pardo, quienes trabajan para agencias fotográficas y desarrollan a la par una obra personal”.

Cita el caso de una fotografía de Arias, “un cuerpo colgado en las afueras de Tijuana en el 2009, tomada a una contraluz que genera una veladura en el cadáver, hay una pérdida de información visual potenciada por una concentración cromática en su composición”.

“Solo por el pie de foto sabemos que se trata de un colgado ya el propio concepto lo asocia con la guerra contra el narcotráfico”.

De ahí y en el mismo tenor, Ruiz pasa al arte contemporáneo con el caso de Adela Goldbard, cuya pieza Lobo, se vio precedida por una nota donde el director de la Ford dio a conocer que las ventas de esa camioneta habían bajado drásticamente pues los usuarios la asociaban con levantones y ejecuciones del narco.

Construyendo a escala real con unos artesanos de Guerrero, una Lobo a la que terminó explotando con pirotecnia como si fuera un Judas de una fiesta al que hay que quemar para también quemar el mal.

“Esta imágenes desmontan la circularidad que hay en torno a este tipo de documentación, sobre que la sangre produce más sangre y el horror produce más horror”.

El investigador habla sobre los diarios sensacionalistas que vuelven sobre lo que ya se volvió un lugar común y sobre aquellos medios que trabajan con procedimientos ficcionales entendidos de la peor manera, como “el caso del montaje de Florence Cassez o la captura de los Abarca”.

“Puestas en escena que se hacen para cubrir los intereses del gobierno y de los mismos medios”.

Para Iván las obras citadas rompen la circularidad de su discurso introduciendo la pausa, la contemplación. Rompiendo ese efecto shock que te lleva a cerrar los ojos y negar lo que estás viendo.

“Donde se cruzan el horror y la belleza, y se articulan como dos parámetros que en apariencia se presumen disociados . Que resulta en un articulación extraña que surge de un entorno ardiente”.

Se menciona a Hermann Nitsch, artista conocido desde los años sesentas por su trabajo con el accionismo vienes, sobre trabajos rituales y que hace su obra usando sangre animal.

Sacrificio, violencia y ritualidad, los principales componentes de la obra del artista no fueron merecedoras de que la Colección Jumex cancelara, presionado por asociaciones de protección animal.

Ruiz comenta que en realidad Nitsch se vio bloqueado de México por un hecho muy simple, y ese fue la conexión que encontró con un México de fosas comunes.

“El arte debe generar un discurso critica con una sociedad acrítica, embebida en términos de consumismo. El arte que logra esto es potente en esa capacidad de remover”.

El investigador dice que para esto último no hay fronteras y la ética se vuelve un término muy viejo.

Cita el ejemplo de Teresa Margolles y el grupo SEMEFO que empezó a trabajar con residuos de cadáveres, presentando en solitario una pieza en el Festival de Arte de Venecia del 2009.

Mando a traer sangre de ejecutados o cadáveres de fosas comunes, con la que se dedicó a lavar el piso todas las mañanas antes del inicio de actividades.

La gente llegaba y olía la sangre. Además dice que hay instituciones de gobierno que están encerradas entre lo que pueden mostrar y lo que no pueden ni insinuar.

“Muy agobiadas con esos límites”. De vuelta al caso Jumex-Nitsch recuerda que incluso el curador de Jumex dijo que México estaba muy sensible con el caso de la violencia y que la institución, Jumex por supuesto, decidió no mostrar el trabajo del vienes.

“Es un aspecto donde lo artístico está en relación con lo institucional. Cada institución reformula las nociones de sus límites”.

“Es un trabajo profundamente violento y tiene una conexión totalmente directa contra Ayotzinapa y contra la guerra contra el narco”.

Recuerda nuevamente en los noventas, cuando “Santiago Sierra puede ir a Cuba y pagar dos dólares a cincuenta personas que aceptan teñirse el cabello de rubio, o después a diez personas para que se masturben frente a una cámara”.

¿Pero que hay si un día nos encontramos con un orden de las cosas donde el horror ya no sea el horror que estás viendo, sino el que el arte te está traduciendo?.

“Es la forma en la que el arte siempre ha trabajado, nunca ha sido reflejo transparente de la sociedad, a pesar de que surge de la sociedad y la realidad. Pero no es un medio diáfano en el cual la realidad encuentre un asidero y una forma de salida”.

“El arte siempre ha sido un construcción discursiva Lo que hace el arte contemporáneo que trabaja con violencia es generar una construcción. Hay un efecto mimético en el sentido con el que muchos artistas trabajan con residuos de la realidad”.

Entonces si la situación de país hasta hoy es más que visceral, ¿su arte siempre debe ser igual?

Ruiz dice que no hay un dogma para decir cómo tiene que ser el arte, cada artista promueve de una formación específica y entiende una genealogía distinta y no tiene porque ser forzosamente algo o nada.

“El arte no tiene ningún deber de. No tiene porque ser visceral”.

“El artista sabrá adecuarlo o no hacia cierta lógica institucional o cierta lógica de mercado. El arte contemporáneo es un campo de puntos de vista demasiados complejos como para pensar que solo se corre en una línea”.

Retomando lo de “mercado”, se le cuestiona a Iván Ruiz ¿si las 123 personas masacradas en los atentados terroristas en París, o los casi cuarenta asesinados en un atentado en el Líbano al día siguiente, o las miles y hasta en una de esa millones de vidas perdidas, enterradas, quemadas o desaparecidas en los últimos nueve años en un México donde narco y estado juegan a las escondidas en la simbiosis, serán el campo fértil para que el arte asegure un mercado de análisis de la barbarie de aquí hasta el final de los tiempos?.

Iván Ruiz contesta tímidamente que la pregunta le parece tramposa, acude al ejemplo de un grupo artístico que trabajó el tema del exterminio, con la SHOA, con piezas que entraron al museo de arte moderno, al museo de arte contemporáneo, y al museo de arte judío.

Dice que son trabajos que tienen un background detrás tanto de investigación como de conceptualización y formalización de las piezas.

Sin preguntárselo Ruiz niega que haya oportunismo en la escena de arte nacional.

“Hay artistas que surgen en la escena espontáneamente, como ahora viene una eclosión de artistas jóvenes que no tienen absolutamente nada de producción y su primera producción es Ayotzinapa y están en una galería”.

“Hay un tema de candor social que a todos nos concierne y si la obra es efectista o débil en su conceptualización eso inmediatamente se ve”.

Para Ruiz el tema no es que el arte va a ser oportunista con los hechos trágicos que están pasando, sino que hay artistas que desde hace años han estado asociados con todos los tipos de violencia posibles.

Dice que para acabar pronto, en la hechura y factura de la pieza se define si eso es oportunismo o charlatanería.

“Todo el horror concentrado de este infierno tiene que tener una imagen. Porque si no es así lo que está pasando es que se está aniquilando las formas de imaginación”.

No hay imágenes sin imaginación. Comenta que acabar con la imaginación, con el espíritu es la razón para que como sociedad te arrojen seis cabezas en una cancha, o te cuelguen a ocho tipos en un puente.

“Eso busca un efecto trauma que a lo que vuelve es a volver siempre sobre esta imagen negativa”.

El entrevistado lo define así, “trabajar con violencia es incentivar una capacidad reflexiva de la violencia, siempre frente a aquello que pretende disminuirla y no generar algo creativo en torno a ella”.

El minuto 32 llega, la plática termina, el ping pon también.