Por: Rodrigo Islas Brito
Rafael Rodríguez Castañeda aclara que su respuesta no será publicada en Proceso, un reportero que trabaja en el semanario que él dirige desde hace más de diez años, Jenaro Villamil le ha preguntado sobre cómo se significara la relación entre Andrés Manuel López Obrador y Proceso en caso que el primero llegue finalmente a la presidencia de la República en el 2018.
“Nos acusan de Pejezombies”, le ha dicho Villamil a su director. El cual responde a la pregunta con una anécdota que se remite a la primera campaña presidencial emprendida por el Peje en 2006.
“En plena campaña, cuando empezaba el bombardeo malévolo contra él. Hubo una portada de Proceso que Obrador consideró definitiva para perder su primer intento por la presidencia. Una donde el encabezado era -La estrategia soy yo-“
Castañeda recuerda que AMLO creía entonces que por ser quien era tenía lo suficiente para ser elegido como presidente de México.
“No escuchaba ni a sus consejeros, ni a sus críticos, ni a sus enemigos, el veía que la presidencia la tenía prácticamente al alcance de sus manos”.
El director del semanario que el próximo año cumple cuarenta años de existencia recuerda que fue en “un desayuno infausto cuando Andrés Manuel me dijo que esa portada significó el último golpe para no haber ganado las elecciones”.
“Nuestra culpa fue haber reporteado que en sus reuniones que tenia con su equipo de campaña, Obrador les decía estoy bien y no me voy a mover un milímetro de lo que estoy haciendo”.
Durante la pasada Feria Internacional del Libro de Oaxaca y como una especie de pre-aniversario cuarenta del semanario en el que laboran, Rodríguez Castañeda y Villamil recordaron como Proceso nació en 1976, resultado de un golpe y agresión del poder presidencial contra el periódico Excélsior y su director Julio Scherer.
Con Regino Díaz Redondo azuzando a un grupo de cooperativistas para expulsar a Scherer y a su círculo cercano de colaboradores, quienes, durante el golpe registrado el ocho de julio de 1976 tundieron a golpes a varios de los colaboradores del periódico , incluido Rafael Rodríguez Castañeda.
“Proceso surge como un grito de rabia hacia la censura a los periodistas. Desde entonces ha sido la revista incomoda para los presidentes, gobernadores, políticos y poderes fácticos en general”.
Apunta Villamil, a lo que su jefe inmediato comenta que Proceso se ha mantenido permanentemente arriba del ring.
“Con frecuencia estamos al centro del ring y también con frecuencia nos tienen contra las cuerdas”.
Villamil resalta que en el semanario existe “un rigor de investigación, incluso a veces sobre los amigos entre comillas de Proceso”
“¿Cómo han sobrevivido estos casi cuarenta años Proceso en medio de medios que sobreviven en base de la publicidad gubernamental?”
Castañeda recuerda cuando José López Portillo le retiró la publicidad gubernamental al semanario con tan solo cuatro años de existencia, bajo la frase, “no pago para que me peguen”.
“Aquí la palabra clave es libertad, la cual es estruendosa cuando se ejerce. Fue un quebranto fuerte, nuestra economía dependía de publicidad gubernamental”.
“Tuvimos que recortar personal, dejar de trabajar con la agencia de Noticias con la que colaborábamos en aquel entonces”.
Sin embargo, el director de Proceso recuerda que paso entonces algo con cierto sabor a moraleja para el absolutismo gubernamental.
Meses después Proceso publicó un reportaje amplio sobre la casa que López Portillo estaba construyendo en Cuajimalpa, conocida después como la Colina del Perro. También sobre el Partenón de su secretario de seguridad pública, Arturo Durazo, y sobre las residencias en Nueva York de otro integrante del gabinete, Carlos Hank González”.
“Esto ocasionó que Proceso multiplicara su venta de ejemplares de una manera geométrica. De tal manera que lo que se veía como el inicio del proclive financiero, termino por ser la sustitución de la publicidad gubernamental por la venta de nuestro producto. Sobrepasamos los cien mil ejemplares vendidos”.
“Así que el no pago para que me peguen, nos tiene virtualmente sin cuidado”.
Castañeda dice hoy esa política se sigue y se ha estado ejerciendo desde todos los gobiernos a los que Proceso le ha tocado cuestionar.
“Vicente Fox y Martha Sahagun compartían el poder durante el sexenio foxista. Los optimistas lo llamaban entonces la Primavera Mexicana, aunque no por mucho tiempo”.
Castañeda recuerda que Proceso cayó de la gracia foxista en el momento en el que publicaron un numero con la imagen de la pareja presidencial y el encabezado de “Hasta que la Iglesia los separe”.
Donde daban cuenta de las negociaciones que Sahagun hizo en el Vaticano para divorciarse por la iglesia de su primer marido y casarse con el ranchero enamorado.
Recuerda también cuando el entonces gobernador Ángel Aguirre se desentendió de dos huracanes que golpearon durísimo a Guerrero.
“Teníamos dos planas de publicidad al mes, y la cabeza de la nota fue llovía y llovía y el gobernador bebía y bebía”.
Resultando que cuando más fuerte estaban atacando los fenómenos meteorológicos a Guerrero, su gobernador se estaba emborrachando en una bacanal. Ordenando inmediatamente la suspensión de pauta publicitaria.
“Oh sea Jenaro, no hay para donde voltear”.
Sobre el calderonato y la Guerra contra el narcotráfico, el director de Proceso recuerda que las portadas de entonces con descabezados y cuerpos arrojados en las carreteras, fueron consideradas por muchos de sus lectores como una apología a la violencia.
“Este semanario ha recogido en su proceso con toda crudeza, lo que este país está padeciendo. Su pulso. No evade las coberturas ni terribles, ni duras, ni sangrientas”.
“Poco antes del sexenio de Calderón tuve la oportunidad de hablar con un funcionario de alta influencia en el gobierno, me dijo, si Proceso no se baja del tema del narcotráfico y de la violencia que viene, Proceso habrá estado atinado”.
De aquella etapa Castañeda señala que hubo decisiones que el semanario lamenta, pero que “aquellas eran las imágenes, los relatos, los textos, las cabezas que reflejaban sin concesiones lo que estaba pasando en el país”.
“Se trataba de poner un grito de alerta sobre lo que estaba pasando y no creerle a un gobierno que ocultaba la verdad”.
De la vida de Proceso sin su fundador Julio Scherer a casi un año de su fallecimiento, Casteñeda recuerda que el hombre estandarte se retiro operativamente cuando cumplió veinte años como director , dando con esto la pauta para delegar responsabilidades.
“Un maestro duro, rígido pero generoso”, recuerda Villamil, a lo que Castañeda se confiesa “orgullosísimo de haber convivido profesionalmente con él”.
Recuerda que cuando llego a la jefatura de redacción de Proceso en 1979, convivió los siguientes 20 años prácticamente todos los días con Julio Scherer hasta que fue nombrado director del semanario.
“En el aprendizaje y la enseñanza de la técnica periodística, de investigación, editorial. Y sobre todo en la enseñanza de la independencia. Don Julio encontró en mi una semilla a la que supo regar y le dio lo necesario para florecer”.
Recuerdos bonitos aparte, Castañeda asegura que por supuesto le preocupa como director de Proceso, el riesgo en el que viven mucho de sus reporteros y muchos de sus fotógrafos, tanto corresponsales como enviados especiales.
“Con más cien periodistas muertos en los últimos años el periodismo se han un oficio de alto riesgo”.
Con la corresponsal de Proceso en Veracruz, Regina Martínez, asesinada hace tres años en un crimen aun sin aclarar.
“Tratamos de no rasgarnos las vestiduras, ni dramatizar demasiado al respecto. Sabemos que aquel que sale a trabajar quizá no regrese. Pero quienes somos periodistas, asumimos el riesgo”.
Admite que Proceso está llegando tarde al mundo digital. “Nos entusiasma tanto el papel, que cada día hacemos más cosas con papel”.
Recuerda que hace dos años crearon una editorial propia que esta ya produciendo libros, pero sobre el aspecto digital, del que está consciente que es el futuro en este siglo 21, no están todavía en edad de marchitarse
“Estamos haciendo una inversión fuerte, económica, técnica por pasar nuestro trabajo de cada semana al desarrollo digital”.
Castañeda relata que un colaborador de Proceso que tomó un curso sobre tecnologías digitales le dijo que Proceso en ese aspecto no solo estaba atrasado, sino en la edad de las cavernas.
“Yo le dije, bueno. Por lo pronto inventemos el fuego”.