Por Rodrigo Islas Brito
“Si el presente eres tú, Patria mía, ¿de qué te asombras?”
Arturo Beristaín habla sobre este México de desaparecidos y fosas clandestinas. El histrión con más de cuarenta años de carrera artística está en Oaxaca, para representar Conferencia sobre la lluvia, un monologo teatral autoría de Juan Villoro.
El actor afirma que, la libertad es un hecho colectivo y que el arte es la única manera donde se transforma la realidad
“Decía Oscar Wilde, que cuando somos felices somos buenos, aunque no necesariamente cuando somos buenos, somos felices”
Se pregunta ¿si los delincuentes, políticos y sicarios que hoy llenan México de sangre vienen de Marte? ¿Si estos no tienen novias, novios, madres, hijos o padres?
“Este es un país traicionado” exclama el entrevistado sobre un tema al que volverá más tarde. Mientras salta de un tema a otro y menciona que su necesidad como actor es el captar el corazón de los espectadores.
Razón por la que no puede concebir que haya público que vaya a un teatro a sacarle fotos con su celular a los actores.
“El teatro es hecho a mano, es la relación entre tu corazón y mi corazón. Si hay un teléfono de por medio, no hay corazón”
Perteneciente a una familia de actores, su padre Luis Beristaín fue actor de director es tan disímbolos como Luis Buñuel y Juan Bustillo Oro, su madre Dolores Beristaín fue una consumada actriz de teatro y su hija Natalia Beristaín es una naciente cineasta que con su primera cinta No quiero dormir sola, se convirtió en una de las mejores apuestas del cine mexicano.
“El poder de seguir haciendo el oficio de mi familia hasta ahora es el gran regalo”.
Los días del amor, de 1970, fue su debut cinematográfico bajo la dirección de Alberto Isaac, con un guion escrito por él y el crítico e historiador del cine mexicano, Emilio García Riera.
“Trataba sobre el despertar sexual adolescente, con la guerra cristera en Colima como fondo. Mi personaje fue bautizado como Gabriel, en homenaje a Gabriel García Márquez, de cuyo estilo literario estaba nutrido el guion”.
“En el sexenio de Luis Echeverría fui el niño consentido del cine mexicano. Como lo fueron Diego Luna y Gael García. Un día ellos también serán viejos”
“Para mantenerte hay que ir cambiando de registro y ahorita soy primer actor. Sino cambias la carrera te retira”.
Durante el sexenio echeverrista, con el hermano del presidente Rodolfo Echeverría (conocido como Rodolfo Landa en su época de actor, “muy malo, pero era actor”) a cargo del Banco cinematográfico, Beristaín se enroló bajo las ordenes de directores mexicanos seculares como el ya mencionado Isaac, Arturo Ripstein, Felipe Cazals, Jaime Humberto Hermosillo y Juan Manuel Torres.
“Durante ese sexenio se creó un cine de autor, un poco en contra del cine de productor, donde se hacían películas al estilo de las comedias italianas, donde Mauricio Garcés era la superestrella. A mi esa películas me parecían entonces profundamente inmorales, hoy me parecen entrañables”.
“El problema con el cine mexicano es que cada sexenio se convierte en el nuevo cine mexicano”
Recuerda particularmente a Juan Manuel Torres, con quien hizo tres películas, La otra virginidad, La vida cambia y El Mar.
“Era un tipo muy peculiar. Pedro Almodóvar lo admira mucho. Estudio en Lodz, en la escuela de cine de Polonia, fue compañero de banca de Roman Polanski y alumno de Andrzej Wajda”.
“Fue también escritor de novelas y cuentos. Un día conoce a la Marilyn Monroe mexicana, Meche Carreño, y se casa con ella. Meche era un símbolo sexual que no tenía nada que ver con el cine que hacia Juan”
“Hizo un cine sobre la joven clase media mexicana que tiene un lenguaje muy peculiar. Muy en el tono que después uso Almodóvar”.
Arturo recuerda que fue compadre de Torres y de Meche Carreño, y que no cualquiera puede decir que tuvo la suerte de ser compadre del símbolo sexual del México de los setentas.
Ella y Juan Manuel, un intelectual de izquierda, hacían una mezcla peculiarísima. Los amé a los dos. Él murió muy joven a los 42 años en un accidente de auto terrible”.
“Meche lo dejó y no se recuperó. Sufrió como perro porque adoraba a Meche Carreño”.
Beristain recuerda abatido, que también su ahijado falleció en el accidente automovilístico que le quitó la vida a Torres en una madrugada en la avenida de Tlalpán, el 17 de marzo de 1980.
“Torres es un cineasta difícil, hay que agarrarle el golpe. Es una especie de Bolaño en la literatura. Tiene ese perfil que resulta muy contestatario. Todas sus películas llevan jiribilla”.
De su primera filmografía el histrión también rescata la que quizá sea su cinta más conocida, El castillo de la pureza, donde interpreta a un chico aislado del mundo por un padre fanático de joderlo todo, interpretado por Claudio Brook. Con cuyo director Arturo Ripstein también realizó El Santo Oficio.
Finalmente está Cuartelazo, cinta biográfica sobre el congresista Belisario Domínguez (Héctor Ortega) y su resistencia al presidente golpista y asesino Victoriano Huerta, donde su personaje, un joven revolucionario llamado Sebastián Quiroga acaba traicionando el legado del sacrificio de Domínguez y se vuelve millonario.
“Toda la historia de la Revolución Mexicana es la historia de la Traición. Huerta mata a Madero, Carranza mata a Zapata, Obregón mata a Carranza y Villa, Calles y Obregón matan a Francisco Serrano que era su brazo derecho”.
Su pasión por la historia de México regresa y habla sobre su interpretación de Lázaro Cárdenas en la telenovela histórica Senda de Gloria, en cuya retrasmisión su intervención fue suprimida de cabo a rabo por Televisa, bajo el temor de que esta sirviera como promoción política a la entonces fuerte candidatura presidencia del hijo de Lázaro, Cuauhtémoc Cárdenas, quien terminó finalmente siendo derrotado vía un paradigmático fraude electoral por la candidatura priista de Carlos Salinas de Gortari.
“En la historia de nuestro país hay bien pocos héroes y todos los demás son contradictorios. Benito Juárez se tuvo que reelegir en medio de una invasión extranjera. Despachaba en su carruaje , chingao ¿Qué esperaban?”.
Beristaín mira en Emiliano Zapata al caudillo más puro, a aquel que se levantó en armas contra todo y contra todos, incluidos sus amigos. De su interpretado Cárdenas opina que fue un buen presidente, pues la Expropiación Petrolera sigue siendo a pesar de todo un aspecto fundamental de este país.
De su época dorada en el cine mexicano recuerda que si a Luis Echeverría Álvarez le parecía que el cine era una manera de proyectarse al mundo a través del cine como una especie de embajada, a su sucesor José López Portillo esto le valió un sorbete.
Tanto que puso a su hermana a dirigir el fondo cinematográfico y terminó por casarse con un emblema del cine ficheras de los ochentas, Sasha Montenegro.
“El cine era muy caro pero ahora se puede hacer una película con un teléfono. Hoy ya no está tan presente ese circo que implicaba hacer cine”.
De su recordado personaje (por lo menos por quien esto escribe) de pachuco en la telenovela La Gloria y el Infierno, dirigida por el cineasta egresado de la escuela de cine de Moscú, Gonzalo Martínez Ortega, Beristaín lo califica como una delicia.
“Gonzalo Martínez era un director muy especial y Ofelia Medina (protagonista de la serie) estaba en su mejor momento.
“Me criticaron mucho, que porque era muy exagerado, que así no eran los pachucos. Chingado, como no, si no vean las películas de Tin-Tan. Tuve fans a las que si les gustó que fuera un pachuco bailarín”.