Por Redacción
Un nuevo estudio de Thomas Mroz, de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, y Tim Savage, de Welch Consulting, encontró que alguien que está desempleado durante apenas seis meses a los 22 años de edad ganará 8 por ciento menos a los 23 de lo que habría ganado de otro modo.
Ello es grave si se considera que, mundialmente, el desempleo juvenil promedio es de 13 por ciento, comparado con la tasa entre los adultos del 4.5 por ciento. Los jóvenes también tienen más probabilidad que los mayores de ocupar empleos temporales, mal pagados o inseguros.
Jóvenes de hoy
Usando la definición de la Organización Internacional del Trabajo de que los jóvenes son quienes tienen entre 15 y 24 años, el desempleo juvenil en Francia es del 25 por ciento y ha sido escandalosamente alto durante tres décadas. Ocasionalmente, el gobierno mete mano a las reglas laborales, pero a los votantes no les agradan las reformas serias.
Las rígidas reglas laborales son más estrictas para los empleados jóvenes que para los mayores. La gente sin mucha experiencia encuentra más difícil demostrar que es digna de ser contratada. Cuando las compañías saben que no pueden deshacerse fácilmente de los ineficaces, se muestran renuentes a contratar a todos. Esto aplica especialmente cuando la economía no está creciendo rápidamente y tienen que soportar el enorme costo fijo que representan todos los empleados permanentes más antiguos a los que contrataron en tiempos mejores.
Según el código laboral de 3,800 páginas de Francia, los empleados bajo contratos permanentes reciben beneficios generosos y son extremadamente difíciles de despedir. Por tanto, las compañías francesas casi han dejado de contratar a personal permanente: cuatro quintas partes de los empleados nuevos están bajo contratos a corto plazo.
Francia no es la única que tiene esos problemas. En la zona del euro, Grecia, Italia y España tienen reglas que consienten a los empleados permanentes y desalientan la contratación de nuevos. Sus tasas de desempleo juvenil son, respectivamente, de 48 por ciento, 40 por ciento y 48 por ciento.
Los países en desarrollo, también, a menudo tienen mercados laborales rígidos. Los empleados brasileños típicamente cuestan a sus patrones su salario completo más otra cantidad igual en beneficios legalmente obligatorios e impuestos. Sudáfrica mezcla las protecciones laborales estilo europeo con preferencias raciales extremas: las compañías deben favorecer a los solicitantes de empleo negros incluso si no están calificados, en tanto tengan la “capacidad de adquirir, en un periodo razonable, la habilidad para desempeñar el puesto”.
Un 16 por ciento de los brasileños jóvenes y un asombroso 63 por ciento de los sudafricanos jóvenes están desempleados.
Marca indeleble
El desempleo importa por varias razones.
Primero, es miserable para los interesados.
Segundo, es un desperdicio de potencial humano. El tiempo destinado en enviar currículos por correo electrónico o yacer abatido en el sofá es tiempo que no se dedica a reparar calentadores, tender cableados o crear un negocio.
Tercero, es fiscalmente ruinoso. Si los jóvenes no pueden poner un pie en la escalera profesional, es difícil ver cómo, con el tiempo, podrán apoyar al creciente número de pensionados.
Cuarto, el desempleo puede autoperpetuarse. Entre más tiempo esté una persona sin trabajo, más se atrofian sus habilidades y su confianza en sí misma, menos atractiva parece a los potenciales empleadores y más probable es que se dé por vencida y subsista con el beneficio de desempleo.
Este efecto “que deja marca” es peor si la persona está desempleada en su juventud, quizá porque es cuando se arraigan los hábitos laborales.
Paul Gregg y Emma Tominey, de la Universidad de Bristol, concluyeron que los hombres que estuvieron desempleados en su juventud ganan entre 13 y 21 por ciento menos a los 42 años de edad, y David Bell de la Universidad de Stirling y David Blanchflower del Colegio Dartmouth en Nueva Hampshire concluyeron que las personas que estuvieron desempleadas cuando tenían veintitantos años son menos felices de lo esperado incluso a los 50 años.
“Los primeros 10 años son esenciales”, dijo Stefano Scarpetta, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, un grupo de análisis formado mayormente por países ricos. “Dan forma a las carreras a largo plazo”.
Puñado de genios
La juventud de élite de hoy es multilingüe, de mentalidad global y digitalmente nativa: pocos pueden recordar la vida antes de internet o imaginar cómo alguien podía salir adelante sin él. Los mejor conocidos de ellos cambiaron el mundo antes de cumplir los 30 años, incluidos Mark Zuckerberg de Facebook, Sergey Brin y Larry Page de Google, y Kevin Systrom, de Instagram.
La economía mundial funciona bien para esas personas. Las empresas emergentes digitales requieren mucho menos capital que, digamos, construir una fábrica, y una pieza de software brillante puede ser distribuida a millones a un costo mínimo. Por tanto, los mocosos de gran riqueza de hoy han hecho su dinero mucho más rápidamente que los Rockefeller y los Carnegie de antaño.