Columna Fogonero: El periodismo según Blim

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Por Rodrigo Islas Brito

Minerva Salazar luce adolorida, golpeada, con la calma chicha de quien no termina de asimilar el madrazo. Tiene un turbante –venda sobre la cabeza y las sabanas de una cama de hospital cubren su maltrecha existencia sobre la que hace dos días cayó como un mazo toda la fuerza y corrupción de un endeble espectacular de una plaza comercial.

El bien ponderado Carlos Loret de Mola le ve potencial al lazaresco cuadro y manda un enlace en directo para su noticiero matutino televisivo con la sobreviviente de los días del “aeronazo”, a quien apenas hace unas horas le han colocado una placas de titanium en su cuerpo con  visos de que vuelva a caminar.

-“¡Que gusto saludarla Doña Minerva”, ¿como se siente?”

-“Bien señor”

Le responde la robusta mujer cubierta como una momia, sin separar un centímetro la cabeza de la almohada, con cara y voz de que no sabe todavía muy bien que demonios es lo que está pasando. Loret, aquel que puso de rodillas al entonces supuesto violador Kalimba, y trató como un lord ingles al declarado narco y pistolero J.J, le resume su situación:

-“Se ha llevado usted el susto de su vida”-
Dice el periodista como tratando de romper el hielo de lo enervante.

-“Si”, le contesta la entrevistada como con ganas de que el mundo se la trague.
Loret no se amilana ante el lamentable estado visual y cual señorita Laura yucateca, se lanza abiertamente sobre su madreadisima presa, hincándole el diente con el tino de la mejor ave de carroña.

-“¿Vio que venia el espectacular sobre su coche?”

La paciente entra en vena de entrevistada por unos momentos y responde articuladamente que no, que solo oyó que la gente gritaba y que luego sintió el trancazo del techo del auto, comprimiendo su propio cerebro.

El reportero, al que el ambicionado horario estelar de su televisora le ha sido negado a ultimas fechas, le pregunta si perdió el conocimiento.

-“El impacto me oscureció, pero no abrí mis ojos. Me llene de sangre luego luego”.
Regresando a ese don para ver más allá de lo evidente que Dios le dio, el reportero pregunta si lo primero que pensó era en su familia, hecho difícil de que no fuera así, pues su esposo, hijo y nuera viajaban en el mismo auto.

La pobre señora cierra los ojos recordando el infierno donde todos gritaban en medio de unos fierros retorcidos y nadie podía salir, hasta que gente del exterior los ayudó a abrir la puerta.

Y es entonces cuando llega la perla del aprendiz de López Doriga, “oiga usted señora, ¿es usted creyente?, porque todo el mundo dice que es un milagro”.

“Si, si”, repite la señora como en trance con el mismísimo espíritu santo. “Gracias a nuestro padre Dios, estamos bien todos”.

Concluye una mujer a la que se le nota por los poros  que se le está partiendo el cuerpo y el espinazo.

-“¿Que va a hacer cuando ya este bien?”-
Minerva sonríe, medio se ríe con la ironía involuntaria de la pregunta que hace juego con las limitantes de su maltrecha humanidad.
-“Las labores del hogar”, es lo único que se le ocurre a la vapuleada ama de casa, quien da muestras mas adelante de su abnegación al recordar que su esposo (quien no está en la cama en la que está ella, ni contestando preguntas idiotas en televisión nacional) es diabético y a lo mejor se le sube el azúcar.

-“No señora, como va a regresar a chambear. Dese un gusto”.

Minerva responde con monosílabos, superada ya por la chanza inclemente de un Loret que ha de verse así mismo como una especie de rencarnación a medio camino entre Jacobo Zabludovsky y la Carabina de Ambrosio.
-“¿No tiene antojos de comer algo? Por qué ya ve que luego la comida en el hospital se la restringen a uno mucho”.

Le dice el animador en una “chulada” de pregunta en la que debió haber aplicado la misma lógica cocoliza de sus pláticas con su patiño y Golden boy, Mauricio Clark.

La paciente ya no responde, incapaz de procesar y estar en sintonía con el mercenarismo chabacano de un Carlos Loret de Mola que a cada paso agigantado no puede dejar de demostrar que es una verdadera bala.

-“¿Ya vio el video señora? Por qué cuando lo vea, no lo va a creer”.

Derrotada por tanta estupidez, Minerva Salazar ya está haciendo bizco, bajo la mirada de su doctor, que con cara de manager arrepentido, parece decir con los ojos que él no firmó para una pelea tan canalla.

Loret, o alguien cercan o a él, se da cuenta de que la presa ya esta noqueada, y la manda a descansar, “para que se concentre en su recuperación”. Sentencia sobre una mujer a la que la mezcla de tranquilizantes y el pulido estilo periodístico del Alarma más chafa, ya la debe tener más allá de cualquier místico y humano umbral del dolor.

Tal vez Loret o aquel que lo pudo haber recomendado que ya mejor cerrara la boca, empieza a comprender que acaba de protagonizar los cinco minutos mas patéticos, humillantes y estúpidos en la historia de la televisión mexicana en los tiempos del Blim-Blim (lo que ya es mucho decir)

Y pensar que todavía hay quien se pregunta porque la gente prefiere hoy el Netflix.