Elecciones 2016: Rupturas, ausencias y posibilidades

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Por Víctor Leonel Juan Martínez

De ser una contienda reducida a en términos de posibilidades reales a dos fuerzas políticas, las alianzas partidarias –PRD-PAN-PT vs PRI-PVEM-PANAL—, con una cómoda ventaja de salida de la primera, la disputa por la gubernatura se ha equilibrado y ampliado el abanico –o fraccionadas las posibilidades— a cuatro posiciones, pues habría que sumar ahora al PT al postular a Benjamín Robles e, inusitadamente merced a la coyuntura, MORENA. Esta situación deviene de malas decisiones partidarias y una hábil jugada de un candidato.

  1. El PRI tuvo un proceso interno complejo que se solucionó a su más viejo estilo: el dedazo y la mal llamada disciplina partidaria. Tampoco había mucho de donde escoger. Los precandidatos eran dignos representantes de los vicios del tricolor (Alejandro Murat, Eviel Pérez) y de la simulación (Samuel Gurrión, Alfonso Gómez Sandoval). La posibilidad de un rostro renovado (sin conocer de sus capacidades) era Mariana Benítez. Tomada la decisión a favor del hijo del exgobernador Murat, dado el desconocimiento del terreno que pisa (el político y el de la entidad) se ha rodeado de muratistas de cepa y de pésima fama o juniors de excolaboradores de su padre. El lastre del apellido, se potencia con esos acompañantes. La operación cicatriz con el grupo de Ulises Ruiz (Eviel Pérez es la fachada) ha devenido en ceder posiciones a personajes impresentables para ocupar candidaturas a diputaciones. Todo ello opera en detrimento de sus posibilidades y no se ve cómo corregir el rumbo.
  2. La debilidad del tricolor constituía el escenario idóneo para la coalición PAN-PRD-PT (CREO), pues permitiría contrarrestar el descrédito del gobierno de Gabino Cué. En todas las mediciones de opinión pública la alianza salía con ventaja. Con holgura, si el candidato era Benajmín Robles; pero aún con José Antonio Estefan. Sólo una ruptura y un proceso interno viciado pondrían en entredicho sus posibilidades. Fieles a su karma de autosabotearse, los perredistas hicieron ambas cosas.

Hecho candidato, Estefan Garfias parece contagiado de ese espíritu, a los constantes yerros con los que recuerda su muy reciente pasado priista, suma una mala estrategia de campaña (suponiendo que tenga alguna) y, en cambio, enfrenta la sangría permanente y hábilmente manejada de cuadros perredistas que abandonan la nave. Sólo falta que cometa el error de sumar a desacreditados priistas que al ser excluidos buscan un asidero.

III. La candidatura de Benjamín Robles se cuajó en donde menos se esperaba: el PT. Ello no sólo provocó que el senador aparezca en la boleta electoral y capitalice su capital político, también asestó un duro golpe a CREO al escindirse el Partido del Trabajo y que ha sido alimentado con la salida gradual de cuadros perredistas o el anuncio de éstos de trabajar por su candidatura (que algunos resten más de lo que sumen, como el del representante ante el INE, se ha diluido ante el pésimo control de daños de la coalición).

Benjamín Robles no parte de la cómoda ventaja de abanderar a una amplia estructura partidaria, pero está lejos de ser derrotado como quisieran sus adversarios y ha entrado de vuelta a la contienda real.

  1. El principal beneficiario de esta nueva correlación de fuerzas es MORENA. Y no porque Salomón Jara sea un buen candidato, sino que al bajar el espectro de votación se sitúa con ciertas posibilidades por el capital político que tiene en Oaxaca el líder nacional de ese partido, Andrés Manuel López Obrador. Si, como se prevé, López Obrador incrementa sus visitas para hacer campaña, fortalecerá a sus candidatos y en un escenario dividido y con la atomización del voto, puede generar amplias expectativas para su partido. Pese a ello, MORENA se empecina en la pepena de desprestigiados personajes, ya el actual rector de la UABJO busca el cobijo para sus porros y familiares en la estructura partidaria.
  2. Lamentablemente estamos en el escenario de pleitos entre la clase política. Partidos y candidatos apuestan a la compra y coacción del voto, al discurso confrotador, a la guerra sucia y la descalificación (lo único cierto son los adjetivos que se endilgan entre ellos). No se observan proyectos políticos claros y las fronteras ideológicas son casi nulas. No hay mayor diferencia entre votar por el priista Alejandro Murat, el neoperredista José Antonio Estefan, ni siquiera con el morenista Salomón Jara.

Por el momento, el discurso opositor lo ha ganado Robles Montoya, pero en una endeble frontera entre lo contestatario y el compromiso real. Hasta el momento es el único que ha mostrado estrategia, decisión y tesón; habrá que estar atentos si logra superar el discurso de confrontación y beligerancia, por uno propositivo y de compromiso con la ciudadana.

Con todo, son apenas rounds de sombra de lo que está por venir. Las campañas empiezan en breve. Por lo pronto se han olvidado de la ciudadanía. El candidato que privilegie un discurso de propuestas claras, viables y que atiendan los azarosos problemas de las y los oaxaqueños, podrá remontar el escenario de división entre cuatro que se presenta. Quien logre enarbolar una propuesta seria, creíble (se demuestra con hechos, no sólo con el discurso e implicaría, por ejemplo, deshacerse de los lastres que cargan en sus equipos o como candidatos a diputaciones y presidencias municipales), podrá obtener el respaldo popular. Y, ya se mostró hace seis años, ante una expectativa real de cambio (la desilusión vino después) no hay compra de votos que alcance. Ni amenazas que dobleguen la voluntad popular. La cuenta regresiva está en marcha.

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