DETRÁS DE LA NOTICIA: La guerra sucia y el riesgo de atentados a candidatos

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Por Alfredo Martínez de Aguilar

Dado los alarmantes niveles de odio que refleja la creciente guerra sucia, no es nada descartable el elevado riesgo de atentados o ejecución de alguno de los candidatos a gobernador de Oaxaca.

No se trata de pecar de pitoniso de manera alarmista ni mucho menos de agorero del desastre, sino de un ejercicio de creación de escenarios futuros, a partir de los hechos de la real politik.

El riesgo de violencia es real. El candidato a la presidencia municipal de San José Tenango por el Partido Renovación Social (PRS), Wilfrido Mejía Juárez, hijo del presidente municipal de esa localidad Modesto Mejía Carrera sufrió un atentado, recibiendo un disparo en el hombro.

La dirigencia del PRS condenó el atentado y demandó a las autoridades el esclarecimiento de los hechos: “Es imprescindible que las autoridades competentes y el gobierno del estado esclarezcan los hechos y apliquen todo el peso de la ley a quienes resulten responsables, pues el desarrollo de un proceso electoral pacífico requiere de instituciones sólidas que garanticen el cumplimento irrestricto de la ley”.

Los sembradores de odio desde las redes sociales, especialmente Facebook y Twitter, son expertos nacionales y extranjeros en neuromarketing contratados por partidos y candidatos.

Aunque el neuromarketing es debatido en los niveles de la ética, los neurocientíficos han demostrado que más del 80 por ciento de la información que tomamos para decidir es inconsciente.

La neuropolítica utiliza técnicas de neurociencia y mercadeo para influir en el cerebro vía la propaganda. Miden las ondas cerebrales de los votantes, su frecuencia cardíaca y sus expresiones faciales.

Si bien es cierto que la decisión sobre el voto en México es “libre y secreto”, no es menos cierto que esa libertad y secrecía están en duda, si la decisión sobre un partido o un candidato está influenciada desde el inconsciente.

Un riesgo no calculado por los neuroconsultores, sin embargo, es el terrible impacto psicoemocional en el inconsciente colectivo que lleva a incubar el odio contra sus adversarios.

Es precisamente el reiterado cultivo del odio el huevo de la serpiente que puede llevar a atentar o intentar ejecutar a alguno de los tres principales candidatos a la gobernación de Oaxaca.

Cada día, equivocadamente, se caldean más los ánimos. El olor a sangre y muerte invade el ambiente electoral. Lambiscones e incondicionales ven a sus adversarios como enemigos.

La clase política oaxaqueña y sus asesores electorales rompen reiteradamente la regla de oro de respetar a la familia, que es sagrada. Incurren en el mismo craso error que llevó a la brutal violencia del narcotráfico en México.

Basta ver los ataques un día si y otro también a Ivette Morán, esposa del candidato del PRI a la gobernación de Oaxaca, Alejandro Murat Hinojosa. Se anteponen los ataques viscerales a las propuestas de solución a los problemas del Estado.

Guardadas las debidas proporciones, indispensable es recuperar la memoria histórica para evitar tropezar con la misma piedra y cometer los mismos errores. El origen de la brutal violencia del narcotráfico resulta muy ilustrativa.

 El asesinato de la esposa e hijos de Héctor El Güero Palma Salazar, quien murió decapitada en 1988 en su domicilio de San Francisco, California, detonó la creciente violencia bestial del narcotráfico que dura ya 28 años.

La cabeza de Guadalupe Leija, fue cortada y enviada en una caja de regalo a Palma Salazar, quien residía en Culiacán, por orden de Miguel Ángel Félix Gallardo, líder del cártel de Jalisco, Jefe de jefes del narco en los años 80.

Poco después, dos hijos de El Güero Palma, Natalie, de cuatro años, y Héctor, de cinco, fueron encontrados muertos en una barranca de 150 metros de profundidad en Caracas, Venezuela, donde los menores habían sido confiados al cuidado de una pariente de Guadalupe Leija.

Ante las campañas negras de la guerra sucia, urge, pues, la convocatoria a un Pacto de Civilidad  por el árbitro electoral federal. El Instituto Nacional Electoral (INE) debe tomar la  iniciativa con base en su facultad de atracción.

El presidente consejero del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEPCO), Gustavo Meixueiro Nájera, carece de visión y sensibilidad para vislumbrar y actuar ante el latente peligro.

Además, el órgano electoral local perdió credibilidad y confianza al prestarse a la farsa de consulta por la construcción del Centro de Convenciones en El Fortín, por consigna del gobernador Gabino Cué. Está rebasado.

De llegar la sangre al río puede salpicar y ensuciar la imagen del Consejo General del INE  y, particularmente, de su exquisito consejero presidente Lorenzo Córdova Vianello.

Asimismo, es por demás imperativo que la Secretaría de Gobernación a petición del INE o a petición personal de los candidatos o de motu proprio refuerce la seguridad de los tres principales candidatos a gobernador de Oaxaca.

Más vale pecar de exagerado y lanzar un grito a tiempo que mil después para alertar que resulta muy peligroso promover que se suelten los demonios de la violencia política, mediante las campañas negras de la guerra sucia.

Los propios candidatos de los diversos partidos políticos que contienen por la gobernación de Oaxaca, sobre todo, los tres principales están doblemente obligados a actuar civilizadamente, toda vez que en medio de la violencia todos saldrán perdiendo.

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