Baldo Robles: las imágenes que olvidó y había añorado

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Por Rodrigo Islas Brito

Baldomero Robles se presenta de inmediato como un fotógrafo de la Sierra Juárez oaxaqueña, como si una cosa no se pudiera entender sin la otra.

Habla de su serie fotográfica que ha venido trabajando desde el 2011, La casa del viento, donde santos en ruinas, mujeres en columpio con mirada de limpia y cazadores de mangos segados por una pluma, se dan cita para hablar sobre lo fantástico y lo ordinario de la vida en San Pedro Cajonos, su pueblo nativo del que salió a los catorce años.

“Son de 15 a 20 fotografías iniciadas en un seminario tomado en el Centro de las Artes de San Agustín, Etla (CASA) Todo surgió empecé a regresar más a mi pueblo”.

“Descubrí una parte perdida sobre mi infancia y sobre la cultura local. Empecé a investigar sobre los recuerdos de niño que guardaba de Cajonos. Muchas cosas que había olvidado y en el fondo añoraba mucho”.

Baldomero cuenta que ya asentado en la ciudad de Oaxaca gustaba mucho de una literatura que resultara sarcástica.

“No sabía porque me gustaba, pero me di cuenta de que las leyendas locales que me contaba mi abuelo sobre mi comunidad, tenían todo que ver con eso”.

“Me empecé a interesar también en lo fantástico, buscaba música de metal, todo lo que tuviera que ver con lo místico”.

Baldo cuenta que una vez que empezó a reconstruir su infancia, lo demás vino solo

“Empecé creando pequeños escenarios en casas de adobe que se parecían a aquellas en las que vivieron mis abuelos”.

Robles comenta que lo que quería era buscar contar una historia (o las que se pudieran) a través de imágenes.

“Historias reales en escenarios en el que esas historias existieron. Contadas como me las imagino ahora”.

En la entrevista surge otra de las series del fotógrafo, donde lo que debió haber sido ocupa un lugar primordial.

Presencias ausencias, desarrollada en grandes ciudades como la chula y polvorienta Puebla, donde se puede ver a un viejo Camaro en trizas haciendo esquina en una calle grisácea en la que ya no le importa a nadie.

“Es la nostalgia de lo que fue. Lo que ha desechado el ser humano”, cuenta el fotógrafo cómo revelando sus motivos para situarse detrás de un obturador.

Alguna vez estudiante de arquitectura, Robles cuenta que en algún momento de dio cuenta que quería expresar algo más que no le daba esta disciplina.

“Con la foto casi tienes la libertad de escribir, de sacar de ahí adentro lo que por una u otra razón ha permanecido atorado”.

¿Para dónde va tu chamba?, se le cuestiona a Baldo, antes de que su domadora ojiverde empiece a checar el reloj.

“Hasta ahorita este proyecto ha respondido bien, ha viajado a España, Francia y Brasil. Más que a donde va, me interesa el preguntarme el donde está ahorita”.

Alguna vez fotógrafo del Noticias y asistente de otros fotógrafos, Robles cuenta que el fotoperiodismo lo ayudó mucho a conocer varios lugares y a reconocerse como un hombre zapoteco.

De su actual serie quiere aclarar un último punto:

“Las fotos fueron hechas conjuntamente con las personas fotografiadas, con una entrevista previa, nunca se buscó una imposición, sino una complicidad”.

Baldo no dice mucho más, prefiere mirar y enfocar la próxima imagen, la siguiente verdad.