No se salvaron los Coen

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Por Rodrigo Islas Brito

¡Salve César! (EUA, 2016) es tal vez la película más floja en la carrera de Ethan y Joel Coen. El cuerpo de dos cabezas ha tratado de hacer un menjurje entre esa nostalgia deschavetada de su mejor Barton Fink (1991) y la demencia rocambolesca de El apoderado de Hudsucker (1994) y lo que les sale es un intento de cover reumatoide.

Josh Brolin destaca en el papel principal de presidente de un estudio cinematográfico de una época situada a media mitad entre los treintas y los cuarentas, que intenta desesperadamente no quedar en mal con nadie al tiempo que hace por rescatar a su secuestrada estrella millonaria principal (un pueril George Clooney) y mediar entre un torrente de intereses que incluyen a una valkiria acuática embarazada (Scarlett Johansson) un galán bailarín comunista y homosexual (Channing Tatum) dos gemelas columnistas de chismes que compiten por ver quién es peor que la otra (Tilda Swinton) un cristo terrenal que no sabe si es extra o personaje principal y un ídolo de matiné de películas de vaqueros al que ya se le está visualizando para competir en el cine de personajes (un excelente Alden Ehrenreich, lo mejor y más recomendable de toda la película).

Si la sinopsis y los personajes de la historia se oyen más que disfrutables, uno no acaba de entender porque la película al final no lo es. Los Coen ponen en acción su toque estrambótico y estrafalario de siempre con una historia tan dispersa que nunca realmente se define por ir a ningún lugar.

El ejecutivo de Brolin parece ser el maestro de ceremonias de un expreso de locura en el que ninguno de sus integrantes termina de entender bien a bien qué clase de locura está jugando. Ahí está Ralph Fiennes como un George Cukor con un toque de FW Murnau al que no le dan las suficientes escenas para componer lo que seguramente hubiera sido un personaje inolvidable, ahí están también un grupo de guionistas conspiradores al que el casi siempre infalible humor de los Coen colocan en un execrable papel conclave comunista (una burla burda e incoherente a los diez de Hollywood y a todos aquellos miembros de la industria cinematográfica que fueron condenados al desempleo durante la cacería de brujas del senador Joseph McCarthy), ahí está Jonah Hill desempeñando un cameo de un solo chiste que ya ha quedado vendido desde el tráiler.

La cinta naufraga en un mar de indecisión. Parodia y homenaje del viejo Hollywood, en Hail Cesar!, a los autores de No Country for old men y El gran Lebowski, a los hermanos Coen les ha faltado traducir en la película ese disfrute que se nota que vivieron haciéndola (con esas referencias a los trajes de baño a lo Esther Williams, a los caleidoscópicos números musicales a lo Bubsy Berkeley, a los bailes sobre mesas que se vuelven eternas a lo Gene Kelly) a un resultado que resultara verdaderamente disfrutable , y no una especie de museo de cera con risas esporádicas