Alfredo Martínez de Aguilar
Convicciones y obsesiones mueven a los seres humanos desde su aparición sobre la faz de la Tierra. Las primeras tienen su simiente en los principios y valores universales.
Las segundas reflejan intransigencia e intolerancia y, por tanto, maniqueísmo. Una y otra pueden traducirse en actitudes y conductas sanas y positivas o bien, patológicas.
Ambas decisiones y comportamientos pueden llevar a la santidad o al heroísmo. Pero, también, al fanatismo, al fundamentalismo e, incluso, al mesianismo. Son iluminados.
La actuación de Ángel Benjamín Robles Montoya y de Manuel Andrés López Obrador (MALO), son los ejemplos más claros y concretos por cercanos y próximos en Oaxaca.
Son polémicos actores políticos. Aves de tempestades. Despiertan apoyo o rechazo, amor y odio. Filias y fobias. Jamás, indiferencia. Su liderazgo no pasa desapercibido.
Enarbolan y se envuelven en la bandera de la lucha contra la corrupción. Su decisión por convicción, se ha convertido en obsesión. Es el mayor mérito de estos dos personajes.
Sus historias de vida y trayectoria político-administrativa es semejante. Nacieron y crecieron en las entrañas del monstruo del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Inteligentes, hábiles y perversos, se fueron del PRI. Por años buscaron otros derroteros políticos. El tricolor no satisfizo sus desmedidas ambiciones. Son tránsfugas.
Los dos han pasado por diversos partidos de izquierda. Coincidieron en el Partido de la Revolución Democrática. Pero el PRD les unió y divorció. Fue una relación amor-odio.
Prácticos y pragmáticos sumaron mañas y perversidades para llevar a Gabino a la gobernación de Oaxaca. El apoyo de Felipe Calderón y López Obrador, fue decisiva.
Humanos, falibles y limitados al fin, Benjamín y Manuel Andrés se equivocaron. Convirtieron a Gabino en su mayor apuesta e inversión. Pero resultó más perverso.
Claro que no les fue nada mal. Ni a uno ni a otro. Benjamín, fue todopoderoso vicegobernador. Gabino saldó su deuda al hacerle senador del partido del Sol Azteca.
López Obrador recibió los recursos desviados por Salomón Jara. Sin los millones de Sedafpa, MALO no hubiera impuesto a Jara como candidato a gobernador de Morena.
Robles tuvo una mala lectura al creer que era el delfín. Incurrió en el imperdonable pecado de derrotar al jefe político del grupo, Diódoro Carrasco. Evitó que fuera senador.
En venganza, Diódoro y Gabino impidieron que fuera candidato a gobernador del PRD.
Pretendió imponerse al partido con el apoyo de algunas tribus. Le derrotó el dinero.
Al convencerse que no sería candidato del PRD inició su lucha contra la corrupción del gobierno de Gabino. Se fue a la yugular de Jorge Castillo y Alberto Vargas Varela.
Sin embargo, sus presiones y chantajes no prosperaron. Por el contrario, afianzaron las posibilidades a la candidatura del PRD de Pepe Toño Estefan. Renunció al Sol Azteca.
Al romper con el PRD le adoptó el Partido del Trabajo para ayudar a ganar a Alejandro Murat. Beto Anaya paga así al presidente Peña Nieto el favor de recuperar el registro.
A lo largo de su campaña su principal bandera ha sido el combate a la corrupción. Sabe que es una promesa que vende. Resultó eficaz para ganar la gobernación con Gabino.
A diferencia de éste último, hoy, Benjamín Robles podría cumplir este compromiso fallido por él retomado. Tendría posibilidad de satisfacer este creciente clamor popular.
La política de transparencia y rendición de cuentas debe incluir la creación del Zar Anticorrupción. Es tarea impostergable a impulsar por el próximo gobernador Alejandro Murat.
Es una gran oportunidad histórica de meter a la cárcel a los corruptos. Es un acto de estricta justicia al pueblo. Benjamín tiene el perfil idóneo para ser Zar Anticorrupción.
Robles Montoya respetaría y haría respetar la Ley. Cerraría con broche de oro su vida política. Sería un acto de congruencia difícil de conseguir en otro político oaxaqueño.
Sería, asimismo, una carambola política de cuatro bandas del inminente gobernador Alejandro Murat. Sería, además, una innegable prueba de visión, sensibilidad e inclusión política.
La integración del próximo gabinete requiere ampliar la Operación Cicatriz a todos los partidos y líderes políticos. Sería altamente positivo y saludable para los oaxaqueños.
Seguramente mucho ayudará decretar una Ley de Amnistía como lo ha anunciado el candidato del PRI a gobernador. Pero no basta, se requiere un nuevo Pacto por Oaxaca.
El nuevo Acuerdo Social y Político debe dejar muy claro privilegiar el diálogo y la negociación, pero también la aplicación de la Ley. Las soluciones deben terminar con la industria del chantaje.
Es indispensable restañar heridas. Además que Alejandro Murat deberá gobernar para todos. Los militantes y simpatizantes de los diversos partidos son ante todo oaxaqueños.
Afortunadamente, Alejandro ha puesto de manifiesto que es un joven político que suma y no resta. Por tanto, multiplica y no divide. Oaxaca necesita de todos sin exclusión.
Urge consolidar la transición democrática. Y ello requiere pasar de la segunda alternancia a la normalidad democrática. Nada mejor para ello que reconocer el peso político de todos.