Monstruo chato y aburrido

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Por Rodrigo Islas Brito

El monstruo del dinero es más bien un cordero hipócrita. En su cuarta cinta como directora, Jodie Foster no demuestra esa habilidad  e inventiva que siempre dejó fluir como actriz. George Clooney interpreta a un famoso presentador de televisión, gurú de Wall Street, al que un joven con pistola y planes indeterminados (Jack O’Connell) secuestra en su propio programa acusándolo  de haberle arruinado su economía y su vida entera.

En la ecuación entra la extrañamente anodina Julia Roberts como la productora del programa quien hará todo lo posible para que el furioso joven no le suelte un plomazo a un Clooney que en base a un personaje errático hijo de un guión sin punch, parece estarlo pidiendo a gritos todo el tiempo.

La historia de este Money Monster (EUA,2016) es más rutinaria de lo que un principio promete, con el Lee Gates de Clooney, quien lejos de ser presentado como un antihéroe complejo, tan corrupto como los ejecutivos y las inversiones que promueve (como seguramente lo seria en caso de que el personaje fuera real) el guión del veterano JimKouf( Crimen Desorganizado, Rush Hour) decide presentarlo a final de cuentas como el héroe americano que ha de descubrir las falacias y las transas  de los grandes dueños del billete más verde.

En este desgano general ni siquiera un actor potente y estelar reciente como O’Connell (71, Inquebrantable) puede hacer diferencia. Su rol de desesperado a la TravisBrickle generación millennial (referente al que Jodie Foster debía conocer perfectamente) no prende jamás en su drama.

Salvo por la regañiza cruel y diabólica a la que por ser tan zoquete, lo somete su esposa embarazada, en la que debe ser la secuencia más interesante y disfrutable de todo el metraje.

Este monstruo no grita mucho y si grita a nadie termina por importarle. Sin una verdadera tensión dramática, configurándose como una muestra de esa educulturación a la que Hollywood es siempre tan proclive, arruinando lo que al menos en el papel sonaba más que interesante.

Una especie de parábola sobre la avaricia americana, sobre esa cultura de tener y tener y nunca llenarse. Del que la jugosa idea inicial de que un joven desesperado pudiera armar un circo de reclamos y disparos en todas direcciones por una pérdida de tan solo sesenta mil dólares es dejada a un lado para privilegiar a un espectáculo chato  y un drama de rehenes que no divierte ni al menos exigente.

Jodie Foster ha dado un salto muy atrás frente a esa mala leche y tridimensionalidad que sí pudo alcanzar en su anterior cinta como directora, El Castor (2011) entregando una cinta que no se logra ni como drama, ni como thriller, ni como apunte sobre nada.

Por su parte, George Clooney, nunca se ha visto tan ausente de todo interés.