Extranjero interno

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Por Rodrigo Islas Brito

No recordaba que Tom Hanks tuviera los ojos tan pequeños  hasta que lo volví a ver actuar en una gran pantalla en Un holograma para el Rey (Alemania- EUA, 2016), el actor de sesenta años da su más interesante interpretación en muchos años en la piel de un ejecutivo tiburonazo gabacho al que ya no lo quiere ni su esposa, que es enviado a cerrar un millonario negocio por una trasnacional a una Arabia Saudita, en donde la tierra del desierto parecerá ser la metáfora perfecta del estado de su alma.

El alemán Tom Tykwer encara la adaptación de la novela homónima de DaveEggerscon el acadeicismo necesario para desentrañar el relato clásico de un extranjero que llega a una tierra extranjera para “desestranjerizarse” desde mero adentro.

El autor deLa princesa y el guerrero, En el cielo y El Perfume, no le tiembla el pulso con el cruce de géneros  que conjuga: comedia romántica, relato costumbrista,buddymovie, drama existencial.

Aunque la fuerza narrativa la llega a perder en cierto porcentaje hacia la mitad del metraje, es la fe en contar la historia de un hombre solo, que de repente ya no lo está más, de dónde saca el fuelle que lo recompone todo.

El Alan de Hanks  es un tipo triste, que en las postrimerías de su madurez-vejez, se encuentra con que todo lo que creyó tener simplemente ya no está ahí. Exiliado por un capitalismo salvaje que le exige recuperar algo de lo que ha perdido con una última jugada, el personaje principal del filme se encuentra simplemente en medio de ningún lugar, tanto físico como emocional.

Sacudido por recuerdos de su vida anterior que ya no le dicen nada, el ejecutivo entrara en un proceso de reconexión con lo real, en el que ni  siquiera se dará cuenta que está enrolado , todo esto ayudado por un chofer local adultero que no sabe leer los letreros que dicen que ahí no se aceptan no musulmanes  (Alexander Black) y una doctora bonachona que guarda para sí misma sus propios infiernos (la hermosa y vital Sarita Choudhury, rescatada de la medianía 25 años después de haber debutado estelarmente en la grandiosa Mississippi  Masala).

Sin ser la gran maravilla, la cinta de Tykwer, confiada plenamente en la afabilidad de Hanks,  despliega con una mezcla de sutilidad y caos, una radiografía sobre los caminos que el pánico, la perplejidad y la frustración deben seguir para no quedar entrelazadas y terminar estallando una sobre la otra.

Como una desconcertante  mezcla narrativa y climatica a lo Albert Camus conoce a Corre Lola Corre, Tykwerpropone que la cadencia para cambiar nuestras vidas, puede ser encontrada incluso hasta en las sabias jorobas de un camello que llora.