Heridos de Nochixtlán reclaman castigo a sus agresores en la plaza del 2 de octubre

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Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. Personas heridas y familiares de los asesinados en el operativo policíaco acontecido en Asunción, Nochixtlán el pasado 19 de junio dieron ayer domingo 31 de julio una conferencia de prensa en la Plaza de las Tres Culturas, en la unidad habitacional Tlatelolco, en la Ciudad de México.

“De las familias de Nochixtlán me sorprendió; el liderazgo de las mujeres y el orgullo por la lengua Mixteca”.

Consignó desde su cuenta de red social, Jesús Robles Maloof, defensor de derechos humanos, presente durante la conferencia de prensa y quien puntualizó como a un joven mixteco, una policíaca, le lesionó varios órganos, y como a otro chavo nochixtleca otra bala le destrozó la mandíbula.

Como los conferencistas y protagonistas directos de los hechos de sangre, acusaron que la “tortura y criminalización de víctimas de Nochixtlán, han sido las acciones del Estado”.

Maloof dijo que los heridos de Nochixtlán reclaman castigo a los culpables, reparación del daño y derecho a la salud. Que los conferenciantes, todos ellos mixtecos de Nochixtlán fueron baleados por la Policía Federal mexicana. Y que aún se recuperan de sus heridas

Que en el recuento de sus historias, se pronunciaron en contra de ellas y ellos consideraron “la manipulación de las televisoras sobre el caso Nochixtlán.

Por su parte, el periodista Pablo Ferri , el mismo que el año pasado diera luces sobre la masacre perpetrada por un pelotón militar en una casa abandonada de Tlatlaya, entrevistó a algunas de las víctimas de un operativo que dejó ocho muertos y poco más de cien heridos, según cifras de organizaciones sociales, destacando que la Procuraduría General de la República, el máximo órgano investigador de México, no ha dado un solo detalle de sus pesquisas sobre lo acontecido el pasado 19 de junio.

Ferri recabó testimonios de cuatro de los heridos de aquel día en Nochixtlán, de los que inicia relatando que “antes de las siete de la mañana, la Policía Federal disolvía el bloqueó que maestros inconformes con la reforma educativa del Gobierno mantenían a la entrada del pueblo, en la carretera que une la capital del estado con la Ciudad de México. Después empezaron los balazos:

Felipe Montesinos, profesor dijo que él estaba en el bloqueo aquella mañana. Comentó que llevaban allí desde el 15 de mayo.

“Cada hora abríamos el paso un rato. El domingo, a las 6.30 de la mañana, tocaba abrir. Ahí nos dimos cuenta de que en la carretera ya venía la Policía Federal”.

“Empezaron a lanzar gas. Detrás de ellos, en autobuses, venía otra gente. Venían armados. Nosotros empezamos a correr. Yo fui a la capilla de San Isidro y luego a la de San Antón a repicar las campanas. Luego volví y empecé a orillar a la gente. A la altura de una talachería, cerca del puente –donde estaba el bloqueo–, ya vi compañeros lesionados”.

“Serían las 8:30 cuando vi un compañero herido y lo cargué. Lo traía arrastrado de los brazos y entonces vi que llegaba un proyectil. Me dio en la mano. Era una bomba de gas. No se cómo, pero como que giró y me arrancó la piel y parte de un dedo. Sentí muy caliente, mucho ardor. El gas mu subió a la nariz y a la boca. No veía, no podía respirar”.

“Cuando ya pude ver me fui al hospital, que está enfrente del panteón. Era el primero que llegaba y vinieron todos, médicos, enfermeras. Se empezaron a escuchar disparos fuera. Una de las del hospital dijo ‘¿qué hacemos?’ Entonces llamaron al director. Escuché que decía: “cierren el hospital, ese no es problema de nosotros”.

Otra víctima entrevistada por Ferri en la plaza de Tlatelolco el obrero Luis Alberto Martínez, quien contó que trabajó en un almacén de materiales de construcción el día de los hechos.

“Como a las 7.30 de la mañana salí de casa. Pasé por el panteón como a las 8. Ya había disparos, no sé si gas o qué. Llegué al almacén y al rato ya sí eran balas. Una entró al almacén y ya entonces salimos a auxiliar”.

“Estaba en el parqueadero del panteón. Los federales se estaban retirando y entonces nos vieron. Uno como que se sentó, apuntó y nos disparó. Estaba como a unos 50 metros. Me dio en el abdomen. Sentí ardor y me lo agarré y me bajé a la calle principal corriendo. Me vieron y me llevaron a la iglesia de la plaza. Ahí me taparon la herida y me llevaron al hospital. Me pusieron una sonda para orinar y me dieron suero. Luego me mandaron a la ciudad de Oaxaca en una ambulancia”.

“El disparo me afectó el bazo, el hígado, el pulmón izquierdo y el riñón. Cuando llegamos a Oaxaca no me querían operar. Dijeron que no había nada que hacer, pero entonces los maestros lucharon y consiguieron a uno que si me operaba. El problema es que había perdido mucha sangre y se había quedado dentro. Así que decidieron que me empaquetaban: me dejaron gasas adentro una semana para que chupara la sangre”.

Del obrero Juan José Acevedo, el periodista de origen sudamericano especifica en su artículo que este es el chico que “recibió un disparo en la cabeza, detrás de la oreja izquierda. La bala salió por la mejilla. No puede hablar muy bien, así que su hermana Nayeli le ayuda a contar su historia”

Acevedo y su hermana cuentan que ambos estaban en su casa y empezaron aquel domingo a escuchar el llamado de la parroquia, que solicitaba el apoyo de la población, pidiendo trapos, vinagre, coca y limones.

“Como era la parroquia y es respetada, agarramos lo que teníamos y fuimos. Caminamos a la entrada del pueblo. Ya había gente herida, gente cargando heridos. Se sentía mucho ardor –por el gas–. No duramos mucho tiempo, orillamos a la gente, a los heridos. Se escuchaban disparos. Entonces me dieron, pero no me caí. Luego vi demasiada sangre y de ahí me ayudaron a salir en taxi. Fuimos al ISSTE y nos dieron unas vendas. Luego me llevaron en camioneta al hospital y nos dijeron que no había servicio. Había policías en la entrada y no dejaban entrar a nadie. Entonces fuimos al centro de salud. Me pusieron suero, me cambiaron las vendas y más tarde ya fuimos al hospital. Ya se podía pasar”.

Nayeli por su parte comentó que luego, a las 20.30, en las comunidades, Chicahua y Amatlán, empezaron a avisar de que estaban entrando los militares.

“Entonces yo me llevé a mi hermano porque decían que venían para no dejar testigos. Hasta tres días después no volvieron a atenderle y ya se le había infectado la herida”.

Finalmente Ferri entrevistó al campesino Luis Bautista Hernández, quien declara que no le teme a la muerte. Siempre y cuando esté defendiendo a su región.

Bautista Hernández declara vivir en San Agustín Tlacotepec, a dos horas y media de Nochixtlán. Que el 19 de junio como a las 8, le llamó un amigo.

“Me contó que habían llegado los federales. Salimos yo y mi esposa y llegamos como a las 11. De ahí empezamos a caminar a la supercarretera. Ahí estuvimos un buen rato. Como a las dos de la tarde, yo estaba en una loma y un helicóptero que andaba tirando gases nos rafagueó”.

“Me dio una bala en la pierna derecha, en la parte de atrás. Me salió por aquí –la ingle-. De ahí me llevaron al hospital”.

Respecto a esta violencia cabe recordar que según el diario El País esto dos últimos meses han sido los más violentos en los últimos años del México contemporáneo. El periódico realiza un comparativo citando que en mayo y junio el terrorismo mató en el mundo a 1839 personas.

Mientras que en esos dos meses tan solo 3416 mexicanos fueron víctimas en su propios país de los llamados homicidios dolosos, categoría en el que las autoridades correspondientes no aclaran todavía si entran o no los asesinados en Nochixtlán y Hacienda Blanca, Oaxaca, el pasado 19 de junio.