Volcán de amor

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Rodrigo Islas Brito/RIOaxaca.

Oaxaca de Juárez. Harry Hawkes (Ralph Fiennes) no es MickJagger pero en un universo alterno pudo haberlo sido. Su prestancia a vivir el momento y perpetuarlo en una tonada ensordecedora y más grande que la vida es su plusvalía, pero también su boleto a no entender un mundo que a gritos exige echarse atrás y ante todo la imposición de un requisito llamado discreción.

“Eres obsceno”, le dicen a Hawkes en Cegados por el sol (Italia, 2015) la nueva cinta en ingles del rompedor italiano Luca Guadagnino (Melissa P). Pero el Hawkes de Fiennes sabe que todos en este mundo lo somos, que de ahí viene el amor.

Guadagnino  y sus guionistas David Kajganich y Alain Page toman como referencia la anécdota básica de una película de Jacques Deray (La piscina, 1969) y la expanden en tratados filosóficos sobre el pertenecer a  la ira o la  locura, a la vacuidad de una tranquilidad que taladra rebeldías o mantenerse rebelde frente a una realidad que ha de taladrarte el alma.

Hawkes, un productor musical que ha trabajado con los RollingsStones llega con su hija a la que acaba de conocer hace un año (una Dakota Johnson enigmática y de presencia de palíndromo) a interrumpir las vacaciones permanentes de una cantante celebérrima  que no solo ya no puede cantar más sino apenas si puede hablar (Tilda Swinton, alejada, certera y presente como siempre) y el amante de esta, un ponchado cineasta ahuevonado y mantenido, algo furioso, que no acierta a saber qué es lo que realmente le molesta (cumplidor MatthiasSchoenaerts)

Será en este paraíso decadente de villa italiana monolítica es donde estos cuatro personajes encontraran sus pasiones irrenunciables, su centro frívolo y anacrónico de ricos, bellos y ociosos que solo ha de atraerlos a un magnetismo de masiva destrucción, como un volcán de amor que se anuncia muy muy lejos de explotar en melcocha.

Guadagnino hace uso de un estilo desatado que lo mismo se entrega a un suspenso que se anuncia hitchcockniano, con sendos close ups a objetos que anuncian tormenta, que se entrona en conversaciones de deseos irremediables y fracasados como si esto fuera 1954, y el Viaje a Italia de Roberto Rossellini se tratará.

El cineasta recibe un auxilio vital de Fiennes, quien da sencillamente el mejor trabajo de su carrera, superlativo siempre, pero adecuado en el punto justo en el que lo que podría apestar a sobreactuación, se transfigura en elegía.

Su desbordamiento interpretativo debe ser uno de los más logrados y geniales  que se han visto en décadas. Cegados por el sol es pues el canto de un muerto que se sabe cadáver, pero que aun así se unta bronceador para poder agarrar color.