Marco Polo López Santos.
Hay que abrir los ojos, hay más de 2 millones de inmigrantes ilegales que duermen hoy en este Estado (EEUU.) El Estado se gastó 3 mil millones de dólares el año pasado en servicios para una gente que no tiene ningún derecho a estar aquí… […]Todas las noches miles de esos parásitos se cuelan por la frontera como si una puta piñata hubiera explotado (jajaja). ¡No se rían!, esto no tiene nada de gracioso, esto afecta sus vidas y la mía, afecta a los americanos decentes y trabajadores sin culpa. {…}estamos perdiendo el derecho a buscar nuestro destino, estamos perdiendo nuestra libertad, para que una banda de putos extranjeros puedan venir a explotar nuestro país… Miren a su alrededor, esto ya no es nuestro puto barrio, ¡es un campo de batalla!…
El interlocutor es Derek, un hombre blanco y fornido que se dirige a sus correligionarios, todos rapados como él, que enarbolan el ideal nazi de la supremacía de la raza aria y que llevan tatuada la cruz esvástica en sus cuerpos. Es uno de los principales diálogos de la película “Historia Americana X” (1998), protagonizada por Eduard Norton. En la escena siguiente vemos a una horda de enmascarados destruyendo la tienda propiedad de un chino y golpeándolo a él y a sus empleados.
Advertimos, como muchos saben, del fuerte contenido de discriminación, racismo y xenofobia, en donde los principales grupos que rivalizan, blancos y negros, se discriminan y desprecian mutuamente, aunque es el primer grupo el que se proclama superior en función de su color de piel.
Traemos a colación este filme, considerado por muchos como una de las mejores películas en la filmografía americana, porque su mensaje está vigente y es útil para entender cómo aún en nuestros días el discurso de odio y exclusión encuentra eco en un amplio sector de la sociedad norte americana (y no sólo de ella), sociedad que, como muchas otras, exhibe de cuando en cuando su corta memoria.
Por el año 1941, Estados Unidos se preparaba para declararle la guerra a la Alemania Nazi de Adolf Hitler; sociedad y gobierno se mostraban indignados ante la política totalitaria del Tercer Reich, que proclamaba la superioridad de la raza aria y tenía como uno de sus ingredientes la discriminación hacia los judíos y designaba espacios restrictivos y servicios marginales para ellos por considerarlos una raza inferior. Nadie podía imaginar aún el horror del Holocausto Judío.
Pero dicha indignación no le alcanzaba a la potencia norteamericana para darse cuenta de su incongruencia, al instituir en su seno, una política de segregación racial, en la que las personas de color no podían sentarse junto a una persona de piel blanca en un autobús del transporte público, ni acceder a las mismas escuelas en las mismas condiciones que los blancos, y que si bien, no les impedían entrar al ejército, si los marginaban de los mandos relevantes aun cuando tuvieran los méritos necesarios.
Fueron algunos sectores de la propia sociedad quienes comenzaron a cuestionar la incongruencia de la nación, sumado al activismo de líderes de color locales que habían decidido emanciparse ante el estatus quo blanco. Las críticas se extendieron, y tras la amenaza de una movilización masiva en la Casa Blanca, el presidente Rooosevelt, emitió el Mandato Ejecutivo 8,802, mediante el cual se establecía que ningún órgano de gobierno, entre estos el ejército, podía discriminar a la hora de contratar trabajadores con motivo de su raza, religión u origen nacional. Muchos verían en este hecho el origen de la acción afirmativa como política pública.
En palabras de algunos analistas del tema, la incursión militar de las personas de color en la Segunda Guerra Mundial y la derrota de la raza aria desacreditó el racismo, y dio pie o por lo menos alentó al Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, cuyo líder principal sería Martín Luther King; movimiento que se vería cristalizado, en buena medida, con la promulgación del Acta de Derechos Civiles, el 02 de julio de 1964, por el presidente Lyndon B. Johnson, aunque estos avances no quedarían exentos de nuevas amenazas en la era de la diversidad y el multiculturalismo.
Volviendo al filme, también vemos una luz al final del túnel, una lección de ética en la transformación que sufre Derek, tras su condena en la cárcel por el homicidio de dos hombres de color, aunque a un costo muy alto. En la parte final se evoca, de manera dramática, el trabajo escolar de Daniel, hermano menor de Derek, quien concluye su ensayo con una frase célebre de Abraham Lincoln:
[…]“si bien la pasión puede tensar nuestros lasos de afecto, jamás debe romperlos. Las místicas cuerdas del recuerdo resonarán cuando vuelvan a sentir el tacto del buen ángel que llevamos dentro”.
Nunca está de más volver la mirada sobre tu propio pasado. Podemos pensar que es un buen momento para un “deja vu” norteamericano, nación construida por extranjeros. Y más cuando el discurso de odio y exclusión tiene, en aquella nación, a un precandidato republicano encabezando las encuestas rumbo a la elección presidencial