Oaxaca de Juárez. La noche del 28 de septiembre de 1948 en San Juan Guichicovi, dejó de vivir uno de los compositores oaxaqueños más fecundos y prolíficos, Jesús “Chu” Rasgado Irigoyen, a quien se debe el fortalecimiento de las bandas serranas y la continuidad de la tradición musical del Istmo.
Desde su primera composición, “Naela”, el músico nacido el 7 de enero del año de 1907, en Asunción Ixtaltepec; al igual que Álvaro Carrillo, dejó una prolífica obra que va del bolero a la guaracha, del tango al son, pero todas identificadas por emotivas letras que reflejaron su esencia como un bohemio del trópico.
El artista ixtaltepecano, fue fundador de bandas y escuelas para la difusión del conocimiento musical, además de un vasto acervo lírico, rodeado de una contrastante vida llena de fatalidad y alegría.
Rasgado escribió más de cuatrocientas obras; todas las canciones tienen su sello inconfundible, ese que da el genio, el mismo que dedicó parte importante de su vida a enseñar música a los mixes en la sierra, cantando a los pueblos del Istmo y a sus hermosas mujeres.
La mística de Chú Rasgado por la música y la poesía fue una sola pasión perdurable por la existencia, la amistad y el amor por la tierra istmeña que prodigó su más alta inspiración que sobrevive hasta nuestros días.
Es de resaltarse que sus padres fueron doña Mónica Rasgado, también originaria de Ixtaltepec, fue descendiente de una familia de músicos y su padre el español Cayetano Irigoyen, procedente de una familia de bohemios, que se destacaron por las bellas letras.
Ambos se conocieron en la Ciudad de Acayucan del Estado de Veracruz, cuando ella hacía sus viajes llevando mercancía de dicho estado a la región istmeña, tal como se acostumbra en la actualidad, fruto de aquel cariño entre una zapoteca y un español es nuestro gran compositor.
Pero la fatalidad del destino hizo que al poco tiempo de nacido, su padre lo abandonara para no saberse más de él, quedando al cuidado de su madre, aunque supersticiosos que lo conocieron de niño, llegaron a decir que no se iba a lograr, pues veían en sus manifestaciones cosas sobresalientes.
En plena revolución su madre unió su vida al señor Mateo Castillo, y debido a los disturbios políticos, abandonaron el pueblo de Ixtaltepec y fueron a establecerse en el pueblo de Santo Domingo Petapa, llevando al compositor de escasos 4 años.
A la edad de ocho años lo enviaron a la escuela del lugar, en donde aprendió a leer y a escribir, formaban juntamente con otros niños de su edad un grupo que alegremente cantaba rimas en sus juegos y canciones infantiles, solamente estudió hasta el segundo año de primaria, por la muerte de su padre adoptivo; su madre quedó sin recursos, por lo que se dedicó a ayudar a su madre para el sostenimiento de la casa, por medio de trabajos que él podía hacer.
En la medida que iba creciendo, y en los momentos de descanso después del trabajo, hacía con ayuda de algún utensilio, cajitas de madera, flautas de carrizo o de higuerilla y cuernos, sencillos instrumentos que tocaba durante las noches estrellladas y debido al calor del trópico, toda su familia salía a descansar en el patio de la casa bajo los árboles. Jesús entonces tocaba sus sencillos instrumentos con más alegría, que se oían en la vecindad y todos repetían.
A la edad de doce años, viendo los componentes de la banda de músicos del lugar que le gustaba estar entre ellos, le ofrecieron trabajo y así tocó sus primeros instrumentos: la tambora y los platillos. Su primera actuación fue magnífica, dejando sorprendidos a sus compañeros.
Desde su adolescencia tuvo la oportunidad de formar parte de la banda de música de Santo Domingo Petapa, que lo llevó a que uno de los componentes de la citada banda le enseñara el solfeo, aprendiendo con mucha facilidad todas las lecciones que le proporcionaban, con esto llegó a sobresalir entre sus compañeros, más tarde lo nombraron director de la banda.
Al frente de este grupo de filarmónicos llevó fama a la región como una de las mejores, no hubo instrumento que no tocara y con su sola presencia contribuía a realzar la fiesta, por lo que en las noches estrelladas, salía a cantar con los demás y jóvenes de la población a las muchachas de predilección cantando y ejecutando la guitarra con maestría.
Se dice que a los quince años, pensando en su madre, en la mujer amada y por las vicisitudes de la juventud en sus innumerables aventuras amorosas, escribió la letra y música de su primera canción, nacida del corazón para aquella mujer que le embriagó de besos, “Naela” sobre la cual se han creado mitos como el hecho de que no lo compuso o que estaba dedicada a una señora mayor que él, pero indudablemente ha sido la más conocida.
Desde entonces salieron de su pensamiento canciones llenas de inspiración, unas veces cantando a su madre, a la mujer amada, a la naturaleza y en fin, todas nacidas del dolor y de la alegría, sorprendiendo especialmente el ritmo de “Sabrosito son”.
Su primera canción Naela pronto se difundió en la región, las renombradas marimbas y orquestas la tocaron, llegaron a afirmarla como la canción de la época, a él acudieron muchos directores de orquesta para comprar piezas y ofrecerle que los dirigiera.
Ante la insistencia de sus amigos, emprendió varias giras por diferentes pueblos, y puede decirse que no hubo pueblo por más pequeño que fuere, que no visitara. Siempre llegaba de incógnito, vestía con sencillez, y cuando alguien lo descubría, él siempre respondía que no era Jesús Rasgado.
Se ha documentado que le gustaba estar entre los músicos de banda y tocaba las bellas canciones, que hacía ponerse de pie al público y lo aplaudían con delirio, formaban a su alrededor una muchedumbre ansiosa de conocer al hombre que era para el Istmo algo grande por su música.
Sus giras no solo las realizó en las ciudades y comunidades locales, sino que se interno en las cumbres de las montañas, donde durante quince años formó y dirigió las bandas de música de la región mixe: Totontepec, Juquila, Yalalag, Malacatepec, Zacatepec, Izcuintepec, Tutla, Santa Catarina, Mazatlán, Camotlán y Cacalotepec.
Esta banda que él enseñó, en el año de 1938 en la feria indígena del estado, ocupó el primer lugar, siendo gobernador el general Vicente González Fernández, quien lo felicitó y le dijo que quería para sí por su gran labor, él siempre humilde, como Bartolomé de las Casas, respondió: “Mejor vida para los indios del Zempoaltepec, destrucción del caciquismo en aquella región, más escuelas y maestros.”
Los mixes, lo querían y lo consideraban como su guía y su protector; Jesús Rasgado cumplía con sus hermanos y no hubo un momento que no saliera a la defensa del indio y, en fin, de la clase humilde.
Juan Solorza, paisano suyo, en un artículo de la prensa lo declaró “misionero de las cumbres del Zempoaltepec y del Suchiate”, refiriéndose a la gran obra que realizó entre los mixes, entre los zapotecas y entre los pueblos del estado de Chiapas.
Se cuenta que un día, los miembros de la banda de música de Ixtaltepec lo invitaron para que bajo su dirección dieran una audición en la población de Guevea de Humboldt, consiguiendo que una mujer que quería lo convenciera, siendo el momento decisivo en que él vio la bondad de aquella mujer a quien el destino le tenía reservada, para que a su regreso contrajera nupcias con Elodia Sosa Celaya, hija de una familia honorable de la población de Santo Domingo Petapa.
Su matrimonio fue un acontecimiento social, a el concurrieron muchas marimbas y bandas de la región, principalmente indígenas del Zempoaltepec, donde regresó, pero esta vez acompañado de la mujer amada.
En aquellas cumbres y en horas avanzadas de la noche se sentó bajo un árbol y sacando de su bolsillo un pedazo de papel, viendo las estrellas, escribió la letra y música de su canción “La misma noche”, que ocupó el séptimo lugar en un concurso radiofónico, saliendo en primer lugar en aquella ocasión la canción “Palabras de mujer” de Agustín Lara.
En su inspiración se cuenta: “Somos tres”, “Cruel destino”, “La vida es un momento”, “Punto final”, “Vida y amor”, “Penúltimo beso”, “Vuelve otra vez”, “Altivez”, “Emperatriz”, “Renunciación”, “Benita López Chente”, “María Cristina” o “Tehuanita”, por mencionar algunas.
Una semana antes de su muerte compuso la canción “Cruel destino”, fue a cantarla a su esposa, tal parecía que nuestro gran compositor presentía que la muerte se le acercaba, así en aquella canción le anunciaba su despedida. Sus restos descansan en el panteón municipal de Santo Domingo Petapa, lugar donde aún radican sus familiares.
La herencia musical de Jesús “Chu” Irigoyen Rasgado, constituye uno de los puntales más importantes en Oaxaca, pues su obra representa un importante acervo de la expresión lírica de esa región, pues recoge la esencia del son y el bolero, pero también con una influencia del sotavento que sobrevive en la franja del Istmo.
“Chu” Rasgado es importante pilar de la música popular no sólo de Oaxaca, sino del país, sin embargo, como muchos artistas mexicanos, ha carecido promoción de su legado, poco se le conoce, por lo que es un deber de todos revalorar su obra a los 68 años de su desaparición.