La Jornada.
Ciudad de México. Raúl Antonio Gallegos, presidente de la cooperativa Costa del Marqués, es nieto e hijo de salineros. Creció entre tarros de sal que sus pies tocaban en las cosechas y sus manos molían.
El principal centro de explotación de sal es esta agencia municipal de Salina Cruz. La cooperativa agrupa a 86 socios y cuatro particulares, todos con títulos de concesión expedidos por la Secretaría de Economía para aprovechar vasos mineros por 50 años.
Son mineros de oro blanco
, pero la producción, aseguran, va en picada por falta de financiamiento oficial para renovar equipos, por el intermediarismo y el cambio climático.
El proceso se divide en tres pasos: preparación, que consiste en la acumulación de agua en los tanques salineros; luego, el drenado, y finalmente, el acopio de la sal con rodillos.
Sin embargo, no tienen forma de agregarle valor, pues necesitan equipo para procesarla, envasarla, colocarle una marca comercial y venderla. Por ello sólo obtienen 10 por ciento de lo que podrían ganar.
La sal se utiliza también para la medicina y los cosméticos, pero no hemos podido dar el siguiente paso. No hay financiamiento y nuestro tesoro se abarata
, comenta uno de los trabajadores.
Esto mejoraría, explican, si tuvieran un comprador directo, pues venden la tonelada en 750 pesos y sus ganancias son exiguas. Este año el ingreso que tendrá cada productor será de aproximadamente 3 mil 250 pesos.
Los cooperativistas producen sal como pueden: utilizan palas y hachas para extraerla y la almacenan en costales de plástico en viviendas particulares; la muelen en rústicos molinos de más de 50 años de antigüedad y la ofrecen a revendedores de Chiapas y Tabasco.
Adaptación al cambio climático
En esta agencia municipal de Salina Cruz habitan unas mil 200 personas, la mayoría de los cuales se dedican a la cosecha de la sal durante tres meses y a la captura del camarón, pero desde hace cuatro años el calentamiento global les ha afectado.
En Salinas del Marqués existen aproximadamente 20 tanques cristalizadores que producen sal mediante el sistema rústico, con bordos de madera; cinco son de la cooperativa Costa del Marqués y miden 200 metros cuadrados, y hay 15 privados de 50 por 70 metros.
El sol, que calienta las aguas del océano Pacífico, y las fuertes olas del norte aumentan gradualmente el grado de salinidad. El agua de mar tiene 3.5 grados de salinidad, y puede llegar a 24. En este rango empieza a liberarse la sal sin necesidad de otros elementos químicos.
Sin embargo, desde hace cuatro años el mar no se acerca a los vasos cristalizadores que antes cultivaban los abuelos, menciona Raúl Antonio Gallegos, responsable de la sociedad cooperativa, quien busca que la producción siga a como dé lugar.
Se ha modificado el ciclo de las estaciones del año; por ejemplo, nosotros cosechábamos de enero a mayo y ahora comenzamos a finales de noviembre, pero la lluvia se ha vuelto escasa: es el cambio climático, al que hemos aprendido a adaptarnos.
Raúl Antonio y los demás salineros saben que este fenómeno está afectando su economía; por ello acondicionaron una porción de mar que llaman esterito
, en el cual invirtieron 300 mil pesos, más de 80 mil sólo en una bomba de agua.
Extraemos el agua del esterito y colocamos 900 metros de tubería para que llegue a los vasos mineros. Sólo así hemos podido cristalizar la sal. Hacemos este proceso desde hace cuatro años. Antes el mar llegaba hasta aquí, pero se ha alejado
, detalla.
La producción salinera va en picada
, advierte Raúl Antonio Gallegos, presidente de la cooperativa. Se espera que este año esa agrupación y las cuatro empresas privadas produzcan cerca de 10 mil toneladas de sal.
Según la Asociación Mexicana de la Industria Salinera, México es el séptimo productor mundial y el primero en América Latina. En México el mayor productor de sal es Baja California Sur; el resto del volumen se distribuye en 14 estados, entre los que destaca Oaxaca.
La mayor parte de la sal de México se produce por evaporación solar (sal marina) y se cosecha en los litorales del Golfo de México y del océano Pacífico.
Métodos preindustriales
Amelia Ramírez Cordero y su esposo trabajan en época de cosecha de sal. Ella comenzó a los 14 años de edad ayudando a su mamá, hace 23.
Ella es una de las más de 300 personas contratadas para recolectar con pala y hacha la sal que se cristaliza en los mantos mineros. Entre los jornaleros también hay chontales y zapotecos, quienes saben que durante tres o cuatro meses tendrán empleo.
–¿Es duro?
–Por supuesto –expresa Amelia, quien se cubre del sol con una pañoleta y se limpia con sus antebrazos el sudor mientras recoge la sal con pala y la apila para guardarla en sacos blancos.
–¿Cómo aguantas?
–El trabajo es duro aquí, pero no hay de otra. Colocamos tablas para que nuestros pies no se llenen de lodo y poder levantar la sal con mayor facilidad. Cubrimos jornadas de ocho horas, cuatro en la mañana y cuatro en la tarde.
Los cosechadores sólo hacen eso; los productores contratan a otros para cargar los sacos en la espalda hasta las bodegas, otros la trituran en los molinos que apenas giran, y la envasan. Por último, otros cargan las bolsas en un camión que las llevará a las bodegas de los revendedores, en Chiapas o Tabasco.