Moisés MOLINA.
Y Henry David Thoreau se vuelve a poner de moda.
Y las protestas, todas, contra el “gasolinazo”, desde las más congruentes y articuladas, hasta las ocurrencias más ridículas, deslegitimadas desde sus acaudalados convocantes con cacerola en mano que bueno en merecen un curso express de semiótica, nos lo recordaron, aunque a estas alturas ni siquiera sepan quién fue.
Leyendo a Luis Farías hace unos días, caí en un espacio más amplio y profundo de reflexión. Citaré solo dos frases:
1. “Hemos construido una democracia negativa, que moviliza siempre en contra”
2. “Requerimos ciudadanos, no masa.”
http://lasillarota.com/embelezo-por-la-histeria#.WHMVFkyPOEc ?
Empecemos por dónde la perversa estrategia inició. “Gasolinazo”. Abanderó una palabra que ni siquiera existe. Necesitaban, como siempre, una suerte de neologismo. Una palabra fácil de pronunciar e inmejorable para dotarle significante.
¿Por qué habríamos de llamarle “ajuste en el precio de las gasolinas”, ni siquiera “aumentó en el precio del combustóleo”, “Gasolinazo”; como el “halconazo” o el “quinazo”. Tenemos la palabra precisa y su asociación con una culpa más a repartir al gobierno y al presidente.
Nadie. Ni siquiera el Presidente Peña, puede estar de acuerdo con el aumento en el precio de las gasolinas. Lo que estamos viendo es la capitalización de fuerzas políticas populistas y radicales que han crecido irresponsablemente a costa, no de errores, sino de decisiones que en la misma cuantía implica responsabilidad y costo político.
La política se ha convertido en un construir sobre los errores, escarnio, decisiones de los gobiernos.
No es lo mismo gobernar que arengar, azuzar, llamar a la protesta, destrozos, saqueos y asegurar el apoyo de gurús o “ideólogos” de la lucha social, donde hasta sacerdotes caben, émulos de Miguel Hidalgo y Costilla, como chacales políticos acaudalados clínicamente diagnosticables.
El peor de los priistas, panistas, perredistas podrán tener ranchos, casas blancas, yates y todo lo que usted pueda imaginar. Pero nadie es dueño, excepto uno, un PartidoPolítico donde democracia es la decisión del soberano que lo mismo dice “sí” que “no”. El interés de los líderes no es que las gasolinas bajen de precio porque saben que no depende de México, ni de su gobierno.
Hoy que más que nunca deberían encabezar los disturbios los “globalifóbicos”, no se les ve por ningún lado.
Cuestión de etiquetas, semántica, estrategias para que el llanto sonoro aunque misógino de las cacerolas; mañana van a usar a nuestras mujeres con toda la alacena.
Parte de lo mismo. Oaxaca tiene hambre, desconoce el alfabeto, está a disgusto. Su nobleza alcanza a comprar pleitos ajenos.
En condiciones normales, quien hoy llaman, cacerola en mano, al gobierno a responsabilidad, debería estar aún escondido, cacerola en mano, con la cara llena de vergüenza, por haberse enriquecido (ahí están los vídeos) con el dinero de los oaxaqueños durante el gobierno ante pasado.
El ajuste en el precio de las gasolinas no tiene que ver con la reforma fiscal ni con la energética. No derivó de una decisión irresponsable presente o pasada.
Sí falló el equipo de comunicación del presidente y las dependencias nunca supieron qué hacer, sino fingir demencia.
Dos lecciones importantes quedan en lo que la estrategia de linchamiento al presidente se apaga:
1.- No importa tanto la verdad. Importa que te la crean.
2.- las dependencias deben –todas- transversalmente listas para defender las decisiones de Estado y contar con los argumentos oportunamente.
El gobierno es un equipo y tiene que conectarse con el pueblo que no entiende de tecnicismos que avalen impecablemente la toma de decisiones tan importantes y lesivas mayoritariamente a las clases medias. Las mayoritarias.
Bastaba explicar que no estábamos aislados y que no nos preguntaron si queríamos entrar a la globalización.
Hoy las gasolinas se ajustan en su precio, no por deseo del presidente. Si no se tomaba esa medida el costo iba a ser mayor para los que menos tienen.